Capítulo 4

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Era Tom, avisándole por un mensaje que estaba por juntarse en la casa de sus padres con todos los amigos de cuando eran pequeños. Tim y Tom habían sido amigos desde siempre, y como ambos crecieron en el pequeño pueblo de Battle, tenían muchos amigos en común. Todos los años se reunían ese día a la madrugada, después de festejar con sus respectivas familias. Tim se había olvidado de eso, y al leer el mensaje, le propuso a Teddy que fuera con él.
—No, no creo que sea lo correcto. Además, mira si hay alguien que sea amigo de alguno de los chicos de teatro. ¡O algún amigo de Sarah! No, de ninguna manera puedo ir. ¡Pero tú debes ir, Tim! Si dices que todos los años haces lo mismo, no puedes fallarles.
—Bueno, justamente por eso, siempre voy con ellos. Este año creo que podría quedarme contigo.
—Por favor, ¿puedo abrazarte? —preguntó Teddy con ternura.
No hizo más que asentir y Teddy se dio vuelta para abalanzarse sobre él. Estaba tan contenta de haber conseguido alguien que la comprendiera, que la acompañara. Era feliz, en ese momento se dio cuenta de que al lado de Tim ella era totalmente feliz. La atormentaba pensar que en tan solo unos días él saldría nuevamente de su vida. Permanecieron abrazados por unos largos segundos. Cuando se separaron, Tim la besó en la mejilla y ella le susurró un "gracias" en el oído.
Él se incorporó y le preguntó a la chica si podía pasar al baño. Ella asintió y le mostró dónde estaba. Tim se lavó la cara y, mientras se miraba al espejo, se preguntó qué estaba haciendo con Teddy, quien ya había dejado de ser una completa desconocida. Ese abrazo le había hecho sentir cosas que nunca antes había sentido, cosas que lo hacían sentir bien. Antes de salir del baño, tomó el celular y le respondió a Tom: "No voy a poder ir esta vez, lo siento. Mañana te cuento. Que se diviertan.". No sabía si estaba haciendo lo correcto, sólo sabía que se estaba dejando guiar por lo que decía su corazón.
Finalmente volvió a la habitación de Teddy, y se encontró con que estaba dormida, vestida como hasta hacía unos minutos. Se veía tan indefensa que le dieron ganas de acostarse a su lado y abrazarla, pero no se animó. Recordó lo que había dicho del colchón, por lo que comenzó a buscarlo. No podía estar muy lejos, y tampoco había muchos sitios donde entrara semejante cosa. Se le ocurrió mirar abajo de la cama y ahí estaba. Tratando de no hacer ruido, lo sacó y lo acomodó al lado de la cama de la chica. También recordó lo de las frazadas. Al principio no le pareció correcto buscarlas dentro del armario, pero considerando que lo haría para acompañarla, supuso que no tendría motivo para enojarse. Abrió dos puertas del placard y ahí estaban. Cuidadosamente las agarró y las tiró sobre el colchón. En el momento en que las quitó de su sitio, un papel cayó al piso, justo al lado de sus pies. Lo recogió, sin intención de leerlo, pero se sorprendió al ver que lo que decía estaba escrito en forma de poesía. La curiosidad lo estaba matando, por lo que decidió leerlo. Las palabras eran tristes pero a la vez hermosas. Sintió que esas mismas palabras podrían haber perfectamente salido de su boca. Hasta sintió la necesidad de ponerle una melodía y convertirla en una excelente canción.
Dejó el papel sobre la mesita de luz, tapó a Teddy con una de las frazadas, se tiró sobre el colchón, se sacó las zapatillas y se cubrió con la otra manta. Luego de revolver su mente por unos minutos, se quedó dormido.
A la mañana siguiente, alrededor de las once, Teddy se despertó. Se alegró muchísimo al ver que Tim dormía en el colchón de al lado, y se preguntó por qué no se habría acostado en su cama. Luego de lavarse los dientes y la cara, preparó el desayuno. Llevó las dos tazas con chocolate caliente sobre una bandeja, la cual apoyó en la mesita de luz. Se encontró con algo que no debería estar ahí: la poesía. Se acercó a Tim, aún con el papel en la mano, y con la otra sacudió su hombro, despertándolo. El joven apenas podía abrir los ojos, no lograba comprender qué pasaba o por qué lo despertaba de esa manera.
— ¡¿De dónde sacaste esto?! —preguntó enojada, agitando el papel en el aire.
—Lo siento —respondió casi por instinto mientras se frotaba los ojos—. Anoche cuando saqué las frazadas se cayó al piso. No lo quise leer, pero entonces vi que era una poesía y no me pude resistir.
— ¡Eres un idiota! —le gritó.
—Ya te pedí perdón, y creo que no deberías enfadarte —se puso de pie—. Si yo no estuviera aquí porque tú me pediste, no habría leído nada. Además, todo sucedió por querer ayudarte. Porque, al ver que estabas dormida, yo bien podría haberme ido a la casa de mi amigo y terminar con todo esto. Pero no, estoy aquí, contigo, desde la una de la madrugada. ¡Pasé año nuevo con una persona que era completamente desconocida para mí! —parecía realmente molesto.
— ¿Era? —inquirió Teddy entrecerrando los ojos, como con miedo.
—Después de todo lo que escuché sobre ti, me parece como si te conociera de toda la vida, ¿sabes? Todas tus confesiones me dijeron mucho más que esa poesía. Además, podría simplemente haberla guardado y hacer de cuenta que nunca la leí. Pero la dejé ahí afuera por una razón, me pareció hermosa. Las palabras, la forma en que está escrita, producen terror y pasión a la vez. Anoche cuando la leí, pude sentir esa conexión de la que me estuviste hablando.
Una enorme sonrisa se dibujó en el rostro de Teddy. Tim la miraba directamente a los ojos y ella sentía que estaba observando su alma, sus sentimientos más profundos. Sabía que no mentía, su mirada se lo decía. Sentía que quería abrazarlo, besarlo. Pero no hizo nada, sólo se quedó observándolo, sin sentir incomodidad alguna.
—Te juro, Teddy, sentí que esas palabras estaban escritas por mí. Es como si hubieran estado atrapadas dentro de mí toda mi vida, pero por alguna razón no habían salido —tomó una de las manos de la chica—. Perdón si te estoy asustando, es que me asombra muchísimo porque jamás me había pasado algo similar.
—No, no me asustas, Tim. Siento mucho aprecio por esa poesía, la siento muy personal, por eso no quería que nunca nadie la leyera.
—Habría sido un error que yo no lo encontrara, ¿sabes? Porque ahora entiendo todo. Te entiendo —agregó con énfasis—. Hasta he pensado en ponerle una melodía, ¡creo que podría!
—Bueno, no estoy muy segura de si quiero que la gente sepa de la existencia de esto —dijo, separando su mano de la de Tim.
—Pero, entiéndelo, ¡sería un éxito, Teddy! Además, mira si más gente se siente identificada con lo que escribes, ¡no puedo explicarte lo bien que se siente! —sus ojos brillaban como nunca lo habían hecho.
—Eso sería bueno para ti, yo no ganaría nada.
—Oh, vamos, nunca creí que fueras tan egoísta. ¿Hace falta que te repita todo lo que he hecho por ti desde que te conozco? Necesito esa poesía, siento acordes sonando en mi mente, ¿no tienes un piano, no? —realmente parecía desesperado, se movía de un lado a otro.
—No, sólo una guitarra.
— ¡Está bien, cualquier instrumento! Por favor, tráemela, no puedo dejar pasar esta oportunidad. Te juro que si nos hacemos famosos gracias a ti, te voy a recompensar. Imagínate, viajando con nuestra banda por todo el mundo —dijo mirando hacia el techo y levantando las manos, como si lo estuviera viendo en su mente.
Sin decir más, Teddy abrió una puerta de su armario y sacó una guitarra. Tim casi se la sacó de las manos, se sentó en la cama, la ubicó sobre una de sus piernas y comenzó a afinarla.
— ¡Está horrible! —exclamó.
—Bueno, yo no la uso nunca, ni siquiera se tocar.
— ¿Y por qué diablos tienes una guitarra si no sabes tocarla? Además, creo recordar que me has dicho que no te gusta la música.
—Un regalo de mi padre. Hace años que no lo veo, y en vez de venir a verme, sólo me envía estúpidos regalos que no me sirven. Sabe perfectamente que soy un desastre para todo lo que sea música, ni siquiera cantar puedo.
—Pero me salvaste la vida —dijo Tim riendo—. Al igual que yo a ti, ¿no es cierto?
Teddy prefirió ni contestarle. Una vez que la hubo afinado, Tim comenzó a tocar. Le pidió a Teddy unos papeles y una lapicera. Hizo montones de anotaciones que la chica no entendía, y que tampoco quería entender. Y así se pasó toda la siguiente hora.
—Ahora entiendo cuando me dijiste que la música es tu vida —dijo, finalmente, Teddy—. No has sacado la vista de las cuerdas desde hace una hora. Ni siquiera te tomaste el chocolate caliente que te preparé.
— ¡No lo mencionaste! —respondió Tim sin siquiera mirarla.
— ¡Claro que lo hice, pero ni me escuchaste!
—Lo siento Teddy, en serio. Esto es lo que pasa cuando siento música dentro de mí, tengo que dejarla salir en el momento, sino después se me olvida y vivo con el resentimiento. De hecho, estoy pensando y, creo que debería irme en este momento.
Apoyó la guitarra en la cama de Teddy y se apresuró a llegar a la puerta de salida. Tomó su abrigo del perchero y se lo puso sin tomarse el tiempo para acomodarlo. La chica resopló y se acercó para abrirle.
—Tim, ni siquiera me has dado —alcanzó a decir hasta que él subió a su auto—, tu número —terminó de decir con decepción.

Something In Me Was Dying (Novela de Keane)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora