Él no dudo mucho solo abrió el cajón que queda de su lado saco un cepillo y lo entrego a la mujer regreso la vista al cajón antes de cerrarlo; se detuvo, miro un papel que le pareció familiar lo agarro entre sus manos abriéndolo en este; ese dibujo que no entienda — ¿Qué hace esto aquí? — miro a María, la mujer cepillaba el cabello de Madeleine, alzo la vista miro el dibujo sonriendo, con delicadeza dejo el cabello de ella de nuevo sobre la almohada. —Este dibujo tú sabes ¿Qué es? — volvió a preguntar ella lo tomo de sus manos.

—Este dibujo, lo recuerdo muy bien uno de los tantos viajes regresaste con él; muy contento, feliz y con una sonrisa tan plena en tus labios, me dijiste que habías hecho una promesa— dijo regresándoselo.

— ¿De qué promesa hablas María? —preguntó tomándolo de regreso, se detuvo mirándolo detenidamente — Yo no recuerdo nada de este dibujo— dijo serio.

—Ya veo, no recuerdas ¿Quién te lo dio? — se puso de pie frente a él, al mirar que este negaba con la cabeza — Fue ella— mirando a Madeleine. El rostro de Alexter cambio, pero María no podía descifrar lo que pensaba —Prometiste casarte con ella — abrió los ojos grande por esas palabras — Ella era una niña pequeña tendría siete u ocho años no recuerdo en realidad no sé cuánto se llevan de diferencia y en este dibujo tú me lo explicaste a la perfección son tú y ella frente a un altar— sonrió.

—No lo recuerdo María, no recuerdo nada que tenga que ver con Madeleine, tengo imágenes vagas en mi mente, pero la mayoría no son recuerdos míos son...—detuvo sus palabras si se ponía a decir de ese condenado lobo interno suyo que habla lo tacharían de loco.

—Son de él— dijo tomando su rostro entre sus manos, Alexter abrió los ojos sorprendido podría caber la posibilidad de que ella supiera lo que le pasara o estaba haciéndose esas ilusiones.

—María tú...— freno sus palabras tratando de encontrar las correctas.

—Cuando naciste tus ojos eran de color amarillo vibrante como el sol, yo te miraba adorable, don Guillermo se preocupó, pero tu madre, ella lo tranquilizo diciendo que al nacer la parte lobo reina en el cuerpo, pero que al paso de los años poco a poco esta daría paso al humano y así fue, pero lo que nos llamó mucho la atención es que contigo duro por muchos años y al paso de estos ese color bajaba de intensidad también me di cuenta de que hacías algunas cosas y no las recordabas, Alexter yo te cuide te conozco; sé que aquí—coloco su mano en su pecho — Viven dos corazones diferentes no me refiero físicamente me entiendes; y aquí...— señaló su cabeza — Dos mentes; cuando te metías en problemas era él quien salía a defenderte — bajó la vista hasta mirar sus manos — Cuando te vi perdido por Gabriela creí que no volvería a saber de ti que ahora sería la bestia, pero esta tenía años sin aparecer, pero invadido de tu dolor este se comportaba tan...—detuvo sus palabras.

—Animal...— a completo Alexter.

—Sí, no hablabas bien a duras penas podías decir unas palabras, pero al ver a Madeleine convivir contigo, con él; este le respondía de buena manera, tu padre lo aprobó él estaba feliz...—dudó un momento sosteniendo sus manos no quería decirlo.

—Mi padre pensó en domar a la bestia— dijo serio, la sangre empezó a hervirle —No pensó que la lastimaría, si yo volvía y no la recordaba como lo hice, mis sentimientos por ella no son como los de la bestia... yo ahora consiento no soltaré mi cuerpo a la bestia no ahora...— lo último lo dijo con tristeza y en alto.

—Él quería lo mejor para ti, solo es eso cariño no te enojes con él, me siento mal porque no pensamos más allá de las consecuencias, lo digo porque yo le insistí que no se alejara de ti perdóname— dijo con una inmensa tristeza

—Me dijo que me ama María, y yo no pude decirle nada porque aquí donde dices que existen dos corazones está el mío y ese no siente nada por ella— dijo con fuerza el coraje lo estaba haciendo salirse de su control, la dulce mujer abrió sus ojos mirándolo dolida, habían sido partícipe del dolor que Madeleine vivía desde su supuesta muerte — Perdóname María no quería gritarte —intentando calmarse — Pero ahora que ella despierte no sé qué pasara, yo...— Sable alzo la cabeza moviendo sus orejas en seña que captaba algo Alexter lo miró y se detuvo esperando saber que pasaba, María por su parte giro su vista a Madeleine.

—Madeleine...— dijo suavemente. Alexter giro su cuerpo por completo la cama quedaba a sus espaldas Madeleine abría sus ojos con dificultad intentando regresar a la realidad solo escuchaba voces que la han hecho salir de ese sueño profundo no podía ver nada la oscuridad se había hecho presente al salir la luna y por estar enfrascado en su conversación no habían prendido ninguna luz, Alexter dio un paso atrás María se acercó a ella —Pequeña tranquila todo está bien, estas en casa— intentaba que la voz no se le quebrara.

—mmm...— de su boca no podían salir palabras congruentes —Ma...rí— abría y cerraba sus ojos, no tenía fuerzas para hilar una conversación aunque quisiera, Alexter se acercó un poco por inercia quedando detrás de María fue que sintió la mirada de Madeleine en el que se tensó —T..ú— dijo poco audible, pero lo suficiente para que él la escuchara no dijo más cayo de nuevo inconsciente. Dejando a Alexter por primera vez en mucho tiempo sintiendo su corazón acelerado, salió de ahí no necesitaba que su lobo se volviera loco o intentara algo que no pudiera controlar.

Pero su lobo esa parte bestia que comparten estaba feliz, satisfecho de saber que ella había aunque sea por un momento, un corto instante vuelto; siendo el mejor de los días —Así que haciendo promesas estúpidas — renegaba solo al aire como corría entre los árboles hasta frenarse de golpe — Era un niño un maldito niño que no pensaba que no sabía lo que decía — hablaba sin parar y sin orden de ideas — Maldita sea te aprovechaste— gruño, se dejó caer en el suelo sentado tratando de calmarse después de unos minutos alzo la vista para ver donde estaba y si de una burla se trataba reconoció el lugar a la perfección suspiro, soltó todo el aire — Así que veme aquí en el lugar que ella aceptó sus sentimientos, que maldita broma bestia— paro sus palabras ahora quien le viera diría que vive en la locura, se compuso; se puso de pie y camino de vuelta a la casa tenía cosas que pensar antes de que Madeleine despierte totalmente consciente de su realidad; esa que lo involucra precisamente a él.

Por su parte Sebastián caminaba en círculos fuera de la habitación de Valentina con esa era la quinta vez que camino hasta ahí deteniéndose de golpe antes de tomar la perilla se maldijo internamente, pero recordando las palabras de su hermano abrió sin tocar, la mujer de cabellos negros lo miraba con curiosidad sentada en la cama cubierta con las sabanas —Pensé que te irías de nuevo y no entrarías— dijo para sorpresa de él, sonrió haciendo que el otro se relajara por un momento.

— ¿Cómo estás? — se notaba nervioso él juraría que ella lo mira esperando que diga algo más.

— Aun un poco aturdida, pero bien— acomodo su cabello —Sebastián... no recuerdo que paso —dijo al final, eso fue como un balde de agua helada para él.

— ¿Cómo que no recuerdas? — podía escuchar su corazón palpitar en sus oídos.

—Recuerdo cuando nos encontramos, recuerdo a ese hombre tan malvado, ese pelirrojo; puedo recordar cómo me tomó del cuello— acaricio su cuello, las marcas moradas del agarre de la bestia esa se dejaban ver como líneas muy marcadas —Empecé a sentir que mi cuerpo se desvanecía yo escuchaba tu voz, pero no recuerdo nada más— sus ojos se miraba cristalinos por las lágrimas que se precipitaban a salir. Sebastián por su parte intentaba lidiar con el nudo en su garganta Valentina no recordaba su declaración de amor, para ella eso no existía...


—No importa ahora Valentina, descansa; eso no tiene importancia— Se giró para salir de la habitación, dejándola sola, Valentina no recordaba y así era mejor pensó él, apretó sus manos con fuerza ocasionándose una herida camino confundido hasta su habitación quedándose ahí, convenciéndose como dijo eso ya no importaba.

El alfa enamorado ✔🐺🌌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora