Capítulo 2

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Los hombres de aquí son tan peculiares...



Madeleine esperaba en su habitación, Sofía tenía unos minutos de haberla dejado sola la rubia no quiso atosigarla con preguntas ni mucho menos con su plática, entendía del viaje tan largo y sobre todo de la reciente perdida de su amiga de la infancia, Madeleine observaba su maleta dudando si debía desempacarla por completo, ahora estaba totalmente sola en el mundo, el único lazo familiar lo perdió y recordar que su padre estaba muerto le revolvía el estómago y su respiración se agitaba y las lágrimas buscaban salir en desesperación, comenzó a respirar despacio cerro sus ojos e intento pensar en otra cosa, pero no puede, la pregunta que no deseaba hacerse llegó «¿Si se hubiera casado ese día, tendría un motivo de vida?», hace un año y medio estuvo a punto de casarse y con a punto, es ella parada en el altar vestida de blanco, pero el novio no llegó, al contrario llegó una carta «perdóname, no puedo» unas cuantas palabras que mostraban lo cobarde que era el hombre que dijo amarla. Lo peor no fue eso, al ver que su mejor amiga quien decía ser su hermana tampoco llegó y la última pieza hizo clic días después que se enteró de que ambos si estaban juntos cuando la culpa hizo acto con otra carta diciendo «amiga perdóname me enamore» así que no era una loca idea en su cabeza.

Entonces volvió a la duda existencial si debía o no deshacer esa maleta que solo cargaba ropa y su inmensa tristeza, don Guillermo fue claro en su ofrecimiento diciéndole que era libre también de estar el tiempo que quiera, pero ahora era consiente que estaba en tierras desconocidas y llena de recuerdos, le es agradable toparse con Sofía, no tanto con Sebastián que mostró su total desagrado de que ella esté ahí, respiro varias veces antes de poder considerar responderle algo pero recordó que había hecho una promesa de no darle problemas a don Guillermo, además que no debe olvidar que son hombres lobos, pocas veces se metió en los negocios de su padre en cuestión de las reuniones que hacía con un grupo de hombres lobos en México entendía que él era el enlace de la manada de don Guillermo, dejo pasar la grosería de él para llevar la fiesta en paz y su estancia ahí no fuera ya más incómoda de lo que es; pero a quien no vio entre la gente que la recibió al hijo mayor Alexter, levemente lo recuerda de los viajes que acompaño a don Guillermo, pero recuerda que platicaba con él y sobre todo que se reía con él aunque fueron pocas conversaciones porque era muy pequeña y sus recuerdos eran borrosos en su memoria.

Un ruido proveniente del piso de arriba la obligo dejar sus pensamientos, el ruido se calmó y pasaron unos minutos y escucho unas pisadas pesadas y escandalosas, «el piso de arriba es un ático» pensó, las pisadas se calmaron y ella lo dejo pasar, decidió que tomar un baño era lo mejor que podía hacer en ese momento. Como era de esperarse el baño también es tan imponente como todo lo que decora a la casa el color blanco predomina en la decoración clásica y elegante, agradece que el baño tenga una tina donde pueda relajarse abre la llave y siente el agua entre sus manos que pasa de frío a caliente mueve las llaves y la regula a la temperatura deseada, sale para dejar que esta se llene un poco y se para en la ventana contemplando el inmenso bosque frente a ella, sin duda la habitación que le han dado tiene una vista hermosa, sonríe un poco, realmente disfruta lo que ve los árboles le genera tanta paz que decide que dará un paseo después de bañarse, regresa al baño pero antes vacila su vista al sentirse observada pero no ve a nadie, sacude sus pensamientos creyendo que son ideas suyas.

Unos minutos pasan y está casi lista, ahora que ha abierto la maleta se da cuenta de que la mayoría de su ropa son vestidos, sin pensarlo mucho tomo uno de color negro en corte ¨A¨, considera que ese tipo de vestidos son los mejores para su cuerpo y se volvieron su obsesión años atrás que tiene de todos colores, aun con el cabello un poco húmedo camina por los pasillos de la casa, el silencio al parecer reina mucho entre esas enormes paredes, sale al frente de la casa y la curiosidad le ha ganado que camina sin pensarlo entrando al bosque, como lo pensaba el paisaje dentro es aún más bonito que por fuera, las raíces de los árboles son grandes e imponentes. Camina por mucho tiempo y no es consiente de ello hasta que se siente lejos de la casa, cuando decide que debe de regresar un jardín a pocos metros de ella llama su atención, al llegar hasta ahí miró que es de puras rosas de colores formadas perfectamente en un gran circulo, los rosales han sido podados de manera que no son muy altos y se acomodan armónicamente entre ellos, toca una rosa sutilmente y el aroma que desprende es embriagante, nunca había percibido algo así, por lo menos no en las flores de las tiendas, siente la humedad del rocío que ha dejado la noche anterior sobre ellas. El clima es frío a comparación de donde ella vivía, así que no duda que las noches pueden llegar a ser heladas a altas horas de la madrugada, que tener un jardín tan perfecto y desprotegido es sin duda una obra de arte.

Un ruido detrás de ella la asusta, obligada se gira para ver que es y para su extrañeza es un lindo cachorro, «un perro» piensa ella, pero cuando acerca sus manos y el pequeño se acerca puede notar que no es así, un cachorro de lobo color negro es quien se arrima a sus manos y le permite acariciarlo. Pasa de simple curiosidad a morder la mano de Madeleine sin hacerle daño, sus ojos son de color verde claro que lo hacen aún más adorable, el pequeño lobo cambia su pose y gruñe, Madeleine se gira para saber el motivo que le ha alterado y abre sus ojos al notar que no está sola. Un hombre alto con el cabello y la barba desaliñada al igual que su ropa un pantalón azul algo roto y una playera negra, nota también que está descalzo, él la observó de una manera que ni ella misma puede describir en ese momento, pero se siente acechada como si ella fuera la presa, pero el color de sus ojos la hipnotiza con ese tono amarillo en ellos que hace eco en su cabeza como si no fuera la primera vez que se han cruzado.

— ¡No debe-berías de est-aar aquí! — gruñe, las palabras salen de él con dificultad, pero es claro en su actuar que obliga a Madeleine a dar un par de pasos hacia atrás.

— Per...don — dijo dudando alzando sus manos.

— ¡Es pe-peligroso! — vuelve a gruñir tensando su cuerpo.

Madeleine intenta decir algo más, pero un gruñido detrás de ella la alerta, sin duda no es el pequeño cachorro, al girarse sobre sus propios pies puede ver a la que parece ser la madre del cachorro, la loba la mira con recelo mostrándole sus dientes con la disposición de atacarla en el momento que ella de un paso en falso, comienza a temblar sin poder controlarse su cuerpo está actuando solo, vacila un paso y la loba da dos con velocidad pero el fuerte gruñido del hombre detrás de ella retumba en el bosque y en sus oídos que sin pensarlo comienza a correr en dirección a la casa sin mirar atrás, corre a toda velocidad la que sus piernas y sus zapatos le permiten, ya que estos se resbalan en la tierra por culpa del lodo junto al musgo que crece entre los árboles, está a punto de caerse pero se sostiene de una de las raíces y es capaz de voltear para ver si es seguida pero detrás de ella no hay nada, ninguna señal de la loba ni mucho menos del hombre que la ha asustado, respira jalando el aire a sus pulmones con fuerza, se pone de pie y corre aún más, el silencio se ha vuelto tétrico en ese punto y no quiere averiguar si esta o no sola. Llega a la entrada principal de la casa y se deja caer en las escaleras respirando con dificultad, el pecho le arde por el paso del aire y mira a la puerta donde nadie ha salido, «acaso nadie ha escuchado nada» piensa, cuando recupera el aliento entra a la casa intentando calmarse, sube hasta su habitación y se encierra, camina a la venta y mira por ella, pero el bosque se ve tal cual como esa mañana que llegó.


— Los hombres de aquí son tan peculiares — dijo para ella misma tratando de calmarse, ese día ha sido muy rudo con ella, recordó al soberbio de Sebastián y ahora a ese hombre que tampoco había sido amable, nada amable, no puede dejar de pensar en su mirada, esa que estaba tan cargada de algo bestial, de un sentimiento salvaje, «sin duda lo son, sin duda los hombres en esas tierras no son normales, como podrían si son hombres lobos» se contestó ella misma dejándose caer en la cama mirando al techo, el cansancio le obligó cerrar sus ojos, podía aún sentir su corazón palpitar con fuerza en algún momento se quedó dormida forzada por todos los sucesos.

El alfa enamorado ✔🐺🌌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora