—Eso es bueno, Frieda. No hay nada de malo con estar enamorada, es hermoso —añadió Taís al notar lo mucho que le costaba a la joven admitir aquello.

—Lo sé, solo no me gusta... sentirme vulnerable —dijo encogiéndose de hombros.

—Si es el chico correcto puedes ser vulnerable con él —afirmó Taís y Frieda asintió—. Y otra cosa... si lo van a hacer... cuídate, cuídense... ¿sí?

—Sí... eso lo tengo claro —añadió Frieda sonriendo—. Gracias.

—No hay por qué, sabes que en lo que yo pueda... estaré siempre —sonrió también.

—Lo sé, gracias —asintió la joven.

—¿Y cómo van las cosas con Adler? ¿Has logrado sobrevivir al semestre viviendo bajo el mismo techo que tu archi enemigo? —inquirió Taís intentando cambiar el tema. Frieda se mordió el labio nerviosa y revolvió varias veces la bebida que estaba en la mesa frente a ella.

—Sí, ahí la llevamos —respondió sin verla. Algo en aquella expresión le pareció extraño a Taís, Frieda solía saltar ante la simple mención del nombre de aquel chico.

—¿Solo así? ¡Pensé que a estas alturas estarías histérica! —bromeó intentando sacarle algo más.

—Y... se va el lunes de regreso a Alemania, así que... supongo que descansaré —dijo encogiéndose de hombros y sin evitar que la tristeza se filtrara en su voz. Volteó la vista para perderla en la ventanilla.

—¿Va por las vacaciones? —inquirió Taís divertida por las reacciones de Frieda mientras una idea bastante increíble llenaba su cabeza. Frieda había mencionado que se trataba de un chico que antes le caía mal.

—Sí... un par de semanas. Va a visitar a sus padres aprovechando el descanso que tiene en la universidad y luego regresa —respondió y entonces miró a Taís quien la miraba fijamente y sonriendo con picardía—. ¿Qué? —inquirió nerviosa ante el silencio y la mirada intensa de la mujer.

—¿Estás saliendo con Adler, Frieda? ¿Es en serio? —preguntó con seguridad.

—¿Qué? ¡No! —exclamó mirando hacia los lados nerviosa. Su voz no sonó con la intensidad que hubiera querido imprimir a aquella expresión.

—¡No lo puedo creer! —exclamó Taís buscando orillarla a confesar lo que sus expresiones estaban delatando.

—No sé de qué demonios hablas, Taís —respondió Frieda cada vez más nerviosa.

—¿Y por qué no le dicen a tus padres? ¡Estarían contentísimos si supieran que sucede algo entre ustedes! —añadió.

—Sigo sin saber de qué hablas —respondió.

—¿Y es con él con el que estás pensando tener relaciones? ¡Eso no le va a gustar para nada a papo! Digo... el chico está durmiendo en tu casa —añadió como hablando sola, Taís le decía «papo» al padre de Frieda pues él, quien era su tío, la había criado.

—¡Por eso no decimos nada! —añadió Frieda aceptándolo de una vez lo que hizo que Taís la mirara atónita, confundida. ¿Era en serio? Todavía podía recordar las mil y un peleas de Frieda y Adler a lo largo de toda sus vidas—. ¡Deja de mirarme así! No es tan malo, ¿o sí? —inquirió insegura.

—Para nada —sonrió Taís con dulzura—. Solo... tengan cuidado, Frieda... si por algún motivo las cosas no funcionaran, sería un enorme lío para ambas familias...

—Lo sé... y tengo miedo de eso. Solo, nos gustamos mucho y... ni sé en qué momento dejamos de odiarnos... pero... por favor no digas nada —rogó.

—No lo haré, pero tú ten cuidado —añadió y la chica asintió—. No lo puedo creer —dijo Taís negando con la cabeza y con una sonrisa en los labios.

***

Esa misma tarde Rafael y Carolina salieron con Adler a elegir un regalo que el chico le llevaría a Nikolaus por su cumpleaños de parte de sus amigos. Sabían que de un tiempo a esa parte, se había vuelto aficionado a la fotografía, así que elegirían una cámara profesional para regalarle. Luego de que eligieron el aparato, fueron a comer algo para compartir un rato con el chico al que querían como a un hijo.

—Nosotros volveremos el lunes para llevarte al aeropuerto, Adler —informó Carolina—. Y el fin de semana estarás solo en casa, ya que Frieda irá con su amiga y Samu a lo de Lina y Gali... ¿No hay problema con eso? —inquirió la mujer.

—No, para nada, tía —respondió Adler sonriendo.

—¿Entonces? ¿La has pasado bien este semestre, Adler? —preguntó la mujer buscando conversación.

—Sí, muy bien, tía. Estoy muy feliz de estar por aquí —sonrió.

—Me alegro... Nosotros también de tenerte en casa —añadió Rafael.

—Y finalmente creo que las cosas con Frieda están mejorando, ¿no es así? —preguntó la mujer.

—Sí... Creo que de alguna forma u otra hemos aprendido a tolerarnos —respondió el chico algo nervioso.

—Y... ¿no has conocido a alguna chica interesante en todo este tiempo, Adler? —preguntó de pronto Rafael.

—Ehmmm... bueno, he conocido a mucha gente interesante —afirmó el muchacho intentando esquivar la pregunta.

—Ya veo... pero alguien, ¿alguna chica más interesante que el resto? —insistió Rafael.

—Amor, no molestes al chico —bromeó Carolina—. Lo estás avergonzando.

—Yo solo... quería saber si alguna niña logró robarse su corazón —dijo Rafael mirándolo fijo. Adler vio conocimiento en su mirada, aquella pregunta no era casual, él sabía algo.

—Rafa... no insistas —insistió Carolina sonriendo.

—Sí, tío... hay una chica que me ha robado el corazón... pero por el momento es todo lo que puedo decir —respondió mirándolo de la misma manera, si Rafael sabía algo, esa respuesta lo dejaría tranquilo y Adler agradecía su forma algo «sutil» de preguntar.

—Eso me agrada —dijo Rafael algo más relajado. Adler sonrió y Carolina frunció el ceño confundida sintiendo que allí sucedía algo más de lo que ella estaba enterada. 

Para quienes no sepan

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Para quienes no sepan. La trilogía "Lo que me queda de ti", "Lo que aprendí de ti" y "lo que tengo para ti" es la historia de Rafael y Carolina, los padres de Frieda. 

 

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Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora