—¿Ocurre algo?—preguntó, consternado.

Y suspiré vencida, aunque aliviada también. Quizá si lo sacaba, haría también más llevadero el poder procesarlo, y hacerme a la idea de que ni otro día, sino este, iban a terminarse todos los secretos que tenía con papá.

—Es que hoy veré a mi padre... Eso es todo—admití quedamente, dejando el café que sostenía sobre la mesita para acariciar de manera instintiva, como solía, mi vientre sólo un poco.

—Bueno, eso... Eso es...—él musitó por mucho, nervioso. Ellos lo sabían. Comprendían cómo es que este tema me llegaba a alterar, cómo es que corroía en cada uno de mis sentidos hasta tal punto de no sólo sentirme mal mentalmente, sino físicamente también—. Es... genial, ¿No es cierto?

Asombrosamente pude sonreír hacia él, agradeciéndole por la empatía.

—Vas a decírselo—Monica susurró, ya más seria.

—Y estoy aterrada hasta la médula—le completé—. No he dejado de pensar en ello, no desde el momento en el que desperté.

—Entonces, espera un poco, Rach—Phoebe sin más intervino, con una vocecilla que lo primero que soltó fue consternación—. Quizá, si el tema te tiene así, deberías sólo...

—...Es que ya no puedo retrasarlo, Pheebs. Me demoré, y ahora me es imposible esperar más.

Y asintió entonces, comprensiva.

Más de un mes había transcurrido desde la última vez que intenté confesar a mi padre sobre el embarazo. Aquél había sido un día largo, cansado, en el que luego de salir de trabajar me digné a ayudar a Ross a mudar algunas de mis pertenencias al departamento de Michael porque, igual, como la fecha se acercaba, las falsas alarmas sólo aumentaban más y más. Las primeras veces que habían ocurrido hasta llegábamos a despertar a Michael alrededor de las tres de la mañana y eso me tenía atrofiada, angustiada hasta lo indecible. Ahora vivía en un lugar y luego en el otro, entre semana con Ross y cuando Michael volvía de California, de Viernes a Sábado no me despegaba de él. Ni aunque el mundo se destruyera a nuestro lado.

Pretenciosa, ese día me quedé varada fuera de la puerta del restaurant en el que vería a papá y, sin más, me acobardé, regresé. Me excusé con él comentando que tenía que hacer algunos trabajos extras de la empresa y al volver a casa para tratar de olvidarme de todo, terminé con unas arcadas inmensas que me arrancaron el vómito a mitad de la noche, lágrimas tontas y hormonales, y un Michael sosteniéndome el cabello durante horas infinitas para que no se ensuciara cuando yo miraba perdida el inodoro.

Todo por no querer imaginar a mi héroe, al hombre que siempre había admirado, idolatrado y seguido de todas las maneras posibles mirándome letal, inyectándome toda esa furia en mí saliendo de sus ojos cuando se enterase de mi situación, del padre de mi bebé y que, por ser una completa cobarde, él era el único que quedaba que no se había enterado.

Estaba hecha un desastre.

—Lo he planeado... casi desde el comienzo, pero sólo lo he aplazado y aplazado hasta el cansancio—me detuve entonces, comprendiendo que mi mirada ya no estaba en ellos sino en mi fuente de luz, de esperanza que desde hacía meses, crecía. Acariciar mi vientre con el tiempo se había convertido en una manía que sanaba, en un tic que me llegaba a salvar de toda duda lacerante que me tomara. Lo disfrutaba además, era cuando solían presentarse más las diminutas pataditas—. Y ahora, con más de nueve meses, fuera de cuentas, es cuando me quiero atrever a hacerlo otra vez.

Suspiré y negué, inmersa de nuevo en lo ridículos que mis miedos tenían que ser para que llegasen a doblegarme de esta manera. Para que esto, me tuviera así.

Just Good Friends (Michael Jackson Fanfic)Where stories live. Discover now