Capítulo 12

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Una gata rebelde

Ya había pasado un mes desde mi primera aparición en la cárcel Akatsuki, y llevaba una semana fuera de la celda de aislamiento, que oficialmente se conviritó en mi celda puesto que cada dos por tres me cargaba a algún reo pretencioso o un guardia insoportable. Era mi primera semana en la que no tenía que torturarme en la soledad del aislamiento hasta que llegara la noche. Y se me hacía dolorosamente raro eso. Y para colmo, las celdas "normales", las de rejas de toda la vida, estaban todas juntas, es decir, que cada recluso estaba separado de su compañero por las rejas. Lo único que era cemento puro era el suelo, el techo y la pared del fondo. Fuera de las largas hileras de presos (había tres pisos), estaba el pequeño "balcón" por donde iban y venían los guardias, al igual que nosotros. Las hileras de rejas de enfrente estaban, sin contar los dos metros que había de balcón, a seis metros de nosotros, creando así un enorme pasillo en el piso bajo. Yo estaba en el tercer piso, justo en el centro de la fila. Tenía a Konan a mi derecha, por suerte, y por desgracia, a Deidara Seiryuu a mi izquierda. En la hilera de enfrente, justo en mis narices... estaba Itachi. 

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Todos los días igual: hasta que podíamos salir, yo permanecía con la espalda apoyada en la pared del fondo, abrazándome las piernas y apoyando mi barbilla en las rodillas. Por supuesto, yo era lista lo suficiente como para quedarme más cerca de Konan que de Deidara, casi encima de mi futón que estaba colocado a la derecha de la celda. Se me hacía raro eso, como en la de aislamiento el futón estaba a la izquierda... 

- ¿Qué pasa, has perdido tu sed de sangre, Akira?- se burló Itachi un día. Todos los reos de mi fila y de la suya se callaron y prestaron atención. Levanté la cabeza de mis rodillas y apreté las manos sobre mis piernas. 

- No quiero que me dirijas la palabra- repliqué. 

- Oh, vamos. ¿De verdad crees que me vas a intimidar con eso?

- No era lo que pretendía. Lo único que pretendo es cerrarte esa boca tuya. 

- ¿La misma boca que conoce hasta el último milímetro de tu cuerpo?

Todas las miradas se dirigieron hacia mí. Fruncí el ceño.

- Desde luego no gracias a mí- me puse en pie al unísono con Itachi, provocando que todos los reos se pusieran del lado más alejado de nosotros. En un gesto de indiferencia, Itachi dejó colgar los brazos por los huecos de las rejas, apoyándolos en la barra horizontal que había en medio de éstas. 

- Me parece que matabas sólo para pasar una noche conmigo.

- Quita esa cara tuya porque no vas a conseguir nada salvo darme más asco del que ya me das.

- Sólo te envalentonas porque no quieres mostrarte débil delante de todos nosotros, pero si estás sola eres demasiado asustadiza. Parecerás un tigre ahora, pero si estuviéramos tú y yo solos en la celda de aislamiento serías la gatita indefensa que en realidad eres. 

- ¿Una gatita indefensa, eh?- bajé la voz. Retrocedí un par de pasos, antes de perder el control y gritar-. ¿¡Una gatita indefensa sería capaz de hacer esto!?

Le pegué una patada en el aire a las rejas de la puerta, arrancándola de cuajo y lanzándola a toda mecha hacia la celda de Itachi, reventando su puerta también. Todo lo que antes eran las rejas de entrada, ahora eran un gran hueco cuadrado. 

Para mi sorpresa, las rejas volvieron a aparecer, nuevas, mientras las dos rotas que permanecían dentro de la celda de Itachi, aplastándolo contra la pared del fondo, se quedaban donde estaban. Estaba claro que la celda tenía un jutsu oculto de reconstrucción: podía romper cuantas veces quisiera las paredes o las rejas, pero éstas estaban protegidas con un jutsu "anti-jutsus" y un jutsu de reparación. Es decir, si se rompía un solo ladrillo del edificio, se repararía de inmediato sustituyendo al viejo por uno nuevo e igual. 

Konan me miraba preocupada, mientras yo apretaba los puños y jadeaba por la fuerza que había supuesto romper la puerta de hierro. Un par de guardias se apresuraron a entrar en la celda de Itachi y llevarse las dos puertas rotas, ayudándolo a ponerse en pie. 

- ¿¡Una gatita indefensa sería capaz de romper estas rejas, Itachi!?- ladré, furiosa, mientras sentía que otros dos guardias me disparaban dardos tranqulizantes. Estaba tan cargada de adrenalina que, al quinto dardo, me desplomé en el suelo de mi celda y perdí la conciencia. 

Por suerte, esta vez no iba a ir a la celda de aislamiento. No había matado a nadie, al fin y al cabo. 

La Cárcel AkatsukiWhere stories live. Discover now