Capítulo 7

6.1K 464 42
                                    

Mi primera amiga

Por la mañana, lo primero que hice fue ponerme el mono. Estaba muerta de frío. 

- Dios mío...- murmuré al verme el cuerpo: tenía cardenales en los brazos y en las piernas, y el vientre lo tenía rojo aún, por el choque del vientre de Itachi contra el mío. Había sido demasiado brusco conmigo. Mi brazo derecho todavía me dolía al moverlo, y toda la zona que Itachi había agarrado con su tremenda fuerza anoche estaba como si me hubieran marcado al rojo. 

Terminé de subirme la cremallera para no seguir viendo mi cuerpo malherido. Y justo cuando me estaba arreglando un poco el pelo con los dedos los ojos de un guardia aparecieron en la rendija de la puerta.

- Dame eso- miró mi mono.

- ¿Disculpa?- me indigné.

- Son las nueve de la mañana, hora de la ducha- me explicó él. Suspiré y salí de allí, pero sin sacarme el mono. Me negaba. Cambié de idea cuando el joven me entregó una toalla blanca. Me saqué el mono mientras él miraba hacia otro lado y me cubrí con la toalla. Cuando me miró, se quedó congelado-. ¿¡Se puede saber qué demonios te ha pasado!? 

- Me entró un ataque de pánico- dije en un tono de voz apagado. Y era exactamente así como me sentía: apagada. Decidí cambiar de tema-. ¿Cuánto tiempo más voy a estar aquí encerrada?

- Por cada recluso que mates es un día, y por un guardia dos. ¿Te has cargado a alguno? 

- Dos reclusos y un guardia.

- Estarás en esta celda durante otros tres días. Ya llevas uno. 

Me tapé la boca, conteniendo las lágrimas. Tres días... Con sus noches... Lo que implicaba que mientras siguiera en esa celda de aislamiento Itachi vendría "a verme" cada noche. No sabía si sería capaz de ello. 

*********************

Apenas entré en las duchas (era un largo pasillo con baldosas pequeñas y un desagüe a lo largo de todas las duchas, en total cincuenta duchas por cada lado) el pasillo se llenó de comentarios, que se prolongaron a medida que avanzaba. El guardia me había dicho que las duchas femeninas, las pocas que habían, estaban al final de las masculinas. Por lo tanto, me tocaba pasar en medio de todos esos hombres... desnudos. 

- Más te vale que Konan no tenga ni un rasguño cuando salga de allí, ¿entendido?- me amenazó Pain cuando pasé delante de él. Lo ignoré. 

Una vez entré en el pequeño cuadrado que eran las duchas de mujeres (esta vez la sala es cuadrada, con cinco duchas en cada pared, es decir, veinte duchas en total) me alegré de que estuviéramos separadas por un largo pasillo y una puerta en cada extremo de éste. 

En efecto, estaba allí sola, con Konan duchándose al otro lado. Apenas oyó la puerta y me vio, se puso a balbucear y a intentar alejarse de mí mientras yo caminaba hacia la ducha que estaba a su lado. 

- Por favor, no me hagas daño, por favor...- suplicaba histérica. 

- No voy a hacerte daño, Konan- me permití esbozar una pequeña sonrisa, la suficiente para tranqulizarla-. No me has hecho ningún mal. 

- Pe... Pero... Pero...

- No pasa nada. No quiero llevarme mal con la única mujer de Akatsuki y de esta prisión- reí un poco-. Además, siendo novia de Pain y miembro de Akatsuki no le veo sentido a que me tengas tanto miedo, porque eres la única aquí que me teme. 

- Es que... Mataste a Orochimaru con tanta facilidad... 

- No estoy aquí por nada- suspiré mientras colgaba la toalla en uno de los percheritos y apretaba el botón de la ducha-. ¡Maldita sea!- chillé cuando el agua salió helada, provocando que me hiciera aún más daño en los cardenales. Konan se dio cuenta de eso. 

- ¿Qué te ha pasado?

- Me ha dado un ataque de pánico en la celda de aislamiento- me apresuré a decir.

- Esto no te lo has podido hacer tú- dijo mirando mi brazo-. Sé que eres muy fuerte, pero no creo que te hayas hecho esto tú sola.

- No quiero hablar del tema- corté. Estaba claro que a ella no podía engañarla como había hecho con el guardia. 

Me empecé a duchar con agua caliente, por suerte, y me sentó bastante bien. 

- ¿Quieres que te espere?- me preguntó Konan mientras se peinaba el pelo azul. 

- No, gracias- sonreí levemente-. Este pelo no es tan fácil de secar.

- Bueno, pues te dejo el cepillo aquí- lo puso en su sitio, en un armarito de la pared que estaba al lado de la puerta. Éste contenía champú, gel y suavizante, además de un cepillo-. El desayuno es a las diez: hasta entonces andamos sueltos por la cárcel, así que ten cuidado.

- Lo tendré, no te preocupes- la despedí sacudiendo la mano. Una vez se fue, volví a suspirar mientras me colocaba la toalla alrededor del cuerpo y me escurría el pelo. La toalla era gruesa y me cubría desde las axilas hasta la mitad de los muslos. 

Me acerqué a la puerta para coger el cepillo, pero apenas lo tomé entre mis manos la puerta se abrió de golpe y... apareció Hidan en el umbral. 

La Cárcel AkatsukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora