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Abrí la puerta de entrada. Dejé mi bolso y mis zapatos en el armario. Me quedé con mi conjunto deportivo puesto a causa del calor nocturno de verano.

El vestíbulo estaba casi a oscuras de no ser por una tenue luz anaranjada que provenía de nuestro cuarto.

— Jin, ¿Estás aquí? —pregunté mientras me acercaba lentamente hacia la puerta.

Me detuve en seco cuando vi las pequeñas velas blancas y los pétalos de rosa esparcidos que decoraban toda la habitación.

Las puertas corredizas de cristal estaban abiertas haciendo que la brisa marina entrara agitando las cortinas. Detrás de ellas, pude ver a lo lejos, la silueta de una persona. Las crucé en dirección a la terraza de madera que mediante unas escaleras, conducían a la playa.

Una doble fila de antorchas iluminaban el camino hasta una mesa preparada para dos; y al lado de una de las sillas yacía él de pie, mirando hacia mí.

Vestía jeans celeste, rasgados en la parte delantera y una camisa blanca desabotonada que dejaba ver parte de su pecho. Tenía el cabello lacio y de color castaño que se alborotaba con el suave viento de la noche.

Una sonrisa cálida me recibió cuando terminé de atravesar la playa y me detuve a un metro de él. El pensamiento fugaz de que no estaba vestida para la ocasión hizo que se me retorcieran las tripas. Pero ya no había marcha atrás.

— Hola —dije en tono suave, apenas audible.

— Hola preciosa —dijo acercándose a mí.

— ¿Qué es todo esto? —me apresuré a preguntar.

— ¿No me digas que lo olvidaste? —cuestionó desilusionado y un poco confundido.

— Perdón, sabes que no soy buena con las fechas —desvié la mirada por la pena que sentía— Intuyo que es por nuestro aniversario —agregué volviendo a ver su rostro, el cual mostraba una mueca de dolor— No te enojes. En verdad, lo siento. No quería arruinar el momento. Hoy fue un largo día de ensayo y... —cerró la distancia entre nosotros y posó su dedo índice en mis labios para que callara.

— No quiero que me expliques nada. No hace falta. Lo bueno es que ya estás aquí —.

Siempre era tan comprensivo conmigo. A veces pienso que no lo merecía pero él me hacía sentir querida, como ningún otro lo ha hecho. Más tarde se lo compensaría de algún modo.

Acarició mi rostro, tirando un poco hacia él. Nuestros labios se unieron en un beso suave impregnado de una mezcla de disculpa y perdón. Tomé con ambas manos su rostro y me separé de él para observarlo detenidamente.

— ¿Qué es lo que ves? —sonrió mientras pestañea con suavidad.

— A ti —aseveré con todo el amor que le tenía. Él me rodeaba con sus brazos la cintura mientras yo deslizaba mis pulgares por sus mejillas hasta llegar a sus labios. La parte que más me gustaba de él.

Eran de un tono rosa pálido, tan gruesos y vastos que me quitaban el aliento de solo pensar en las sensaciones que me hacía sentir con ellos.

Apoyé mi mano en su barbilla angular y tiré con el pulgar su labio inferior, separándolo un poco. Pude escuchar un suspiro de su parte en ese mismo instante.

— Mi Charmander —agregué al rato porque sabía que le encanta que le dijera así.

Cerró los ojos y tiró su cabeza un poco hacia atrás, soltando mi agarre. Esbozó una sonrisa torcida mientras me afianzaba con sus brazos fuertes hacia él.

— Por favor, no digas eso de nuevo. No ahora, primero quiero que comamos algo. De lo contrario me veré obligado a terminar esta cena antes de lo que planeé — y volvió a mirarme, irradiando una leve lujuria desde sus ojos— Vamos —negó con la cabeza sin dejar de sonreír mientras tiraba de mi mano—, comamos antes de que se enfríe.

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