CAPITULO 7

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El escape de Claudia fue todo un acontecimiento, pasaron buscando por todas las casas de la ciudadela y sus alrededores pero no la encontraron. Incluso Assus puso precio a su cabeza ofreciendo una jugosa recompensa a quién se la trajera viva o muerta lo que desató un frenesí que parecía estar fuera de control. Al anochecer Almar y compañía se preparaban para marchar. Claudia se preguntaba cómo abandonarían la ciudad si estaba tan bien custodiada.

-Almar no quiero ser pesimista pero ¿Cómo tienes planeado sacarnos de aquí?

-Fácil por los túneles.

-¿Túneles? Acaso hay más.

-Mi querida Claudia has estado aquí más de doce horas y nos has determinado los otros túneles. -Al decir esto señala una manta que cubre una pared.

-¿Hay más túneles detrás de esa manta?

-Así es, nos llevó años cavarlos pero valió la pena el esfuerzo. Hemos puesto trampas así que mejor no te separes de nosotros no queremos que termines cayendo en un hueco llenó de estacas o algo peor.

-No definitivamente no quiero eso.

Octavio jugaba con sus cabellos desde que se despertó no había querido separarse de ella.

Pocos minutos después emprendieron el viaje. Los túneles eran muy oscuros por lo que las antorchas dibujaban en sus paredes las siluetas de los hombres que acompañaban a Claudia. Octavio iba maravillado viendo como las sombras se hacían altas y alargadas, todo para él era novedoso y entretenido. A pesar de su poca edad demostraba más curiosidad que temor ante las situaciones vividas, algo heredado de su madre por lo cual todo indicaba que conservaría mucho de su carácter. No hablaba mucho, pero era muy inteligente y vivaz y a diferencia de su madre obedecía lo que se le decía, característica propia en Lucio, así que conservaba atributos de ambas partes siendo dominante en algunos casos los genes de ella.

Claudia comenzó a sentir cansancio y el brazo en el cuál sujetaba a Octavio empezó a dormírsele por lo que cambia de brazo constantemente.

-Déjame llevarlo un rato. -Almar se detuvo y espero ver que le respondía Claudia.

-Si logras hacer que se vaya contigo será todo tuyo.

Almar miró a Octavio y extendió sus brazos hacia el niño. Él miró al hombre que le sonreía y luego a su madre.

-Ve con él amor. -Las palabras de Claudia sonaron dulces y tranquilas. Octavio por fin se decidió y acepto aquellos brazos firmes y fuertes que lo rodearon con delicadeza

Cuando al fin llegaron al final de los túneles otra compuerta fue abierta. Dos hombres salieron a inspeccionar que no hubiera peligro, al corroborarlo dieron la señal a los otros que empezaron a subir. Los esperaban varios caballos, Claudia notó que no había ninguna carreta u otro transporte para ella, Azeneth u Octavio.

Almar adivina lo que hay en su mirada y se adelanta al decir: -Lo siento, no pudimos conseguir un mejor medio de transporte, yo cabalgaré con el niño, que Azeneth lo haga contigo.

Claudia vuelve a ver a Azeneth con angustia ya que era un viaje largo y tedioso para cualquiera y más para alguien de su edad.

-Jamás me he subido a un animal de esos, y no creo que pueda hacerlo señora.

-Lo sé, pero es necesario.

-Déjeme aquí, ya estoy vieja si muero a nadie le importará.

-A mí me importas y no me iré sin ti, comprendes.

-Yo me quedaré con ella.

Todos clavan su mirada en Ethelbert el más joven del grupo.

-Esperaré a que todo se calme y luego buscaré un medio de transporte que sea apropiado para llevarla.

-Ten cuidado, recuerda que la buscan ya que ella se llevó al niño, no puede regresar al pueblo. -Le responde Almar.

-Pero yo sí, a mí nadie me busca, la mantendré en los túneles por el momento.

-Gracias. -Responde Claudia, luego se dirige a Azeneth.-Prométeme que volverás a mi sana y salva, ya perdí a Lucio, a mi padre y a Adastros, no creo soportar perderte a ti también, mi querida Azeneth.

Las mujeres se abrazan emotivamente sintiendo Claudia de nuevo un penetrante dolor en su pecho.

-Lo prometo señora, no le será tan fácil deshacerse de mí.

-Debemos irnos. -Almar interrumpe la despedida.

Todos montan sus caballos, Claudia se aleja viendo a aquel joven valiente en cuyas manos dejaba a la mujer que la vio crecer, a su madre, no de sangre pero sí de crianza, pidió a los Dioses la dicha de verla regresar con bien.

Claudia: Belleza Indomable.Where stories live. Discover now