Miedo

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Miedo

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Tsuna estaba asustado, y tenía razón para ello.

Era de noche, las nubes que amenazaban con una futura lluvia tapaban las estrellas y la posible luna, y era tan solo iluminado por las farolas de lo que parecía ser un lugar apartado de la ciudad, lleno de almacenes.

Tembló. Tenía miedo. Mucho miedo. Estaba completamente solo cuando se suponía que debería haber regresado al laboratorio de Verde, y si no estaba ahí, era porque algo había pasado.

¿Qué debería hacer? ¿Moverse? ¿Quedarse ahí hasta que desapareciera nuevamente, regresando a su tiempo?

Se atrevió a dar un paso, inseguro. No podía quedarse ahí de pie eternamente en lo que parecía ser una carretera ahora intransitada. Sin embargo, su otro pie no volvió a moverse. Se vio incapaz de seguir su camino al escuchar un sonido de unos pasos que se acercaban a su posición con deliberada lentitud, y escuchó un sonido metálico que provenía del mismo punto de origen.

Minutos pasaban sin que nadie apareciera, sin que dijese nada. Solo pasos, cada vez más cerca, y un sentimiento de angustia inundó al pequeño castaño, quien empezó a llorar en silencio, sin atreverse a hacer demasiado ruido para no alertar a quien fuera que se estuviese acercando.

Hubiera sido mejor si se hubiera escondido, pero su cuerpo estaba totalmente paralizado debido al temor y su corazón latía frenéticamente, tanto que podía escuchar el latido en el silencio, que se le antojaba tétrico.

Al cabo de unos momentos, una figura apareció por el horizonte, siendo aclarada poco a poco mediante la distancia se acortaba.

Era un hombre, dedujo, y tenía algo parecido a una pistola en su mano. Definitivamente no le inspiraba la misma confianza que Reborn, y empezó a rogar porque algún milagro se produjese para que despertara de ese mal sueño o que empezara a desaparecer de aquel lugar. Quería regresar, no quería estar ahí.

—¿Un crío? —preguntó cuando estuvo lo suficientemente cerca, acercándose al niño cada vez más.

Una suave lluvia empezó a caer, como si el cielo quisiera llorar con el menor.

—Y-yo… —tartamudeó ante aquel robusto hombre castaño, y no le gustó la manera en la que le miraba con sus ojos oscuros, como si fuera un juguete a su disposición.

—Eres mono, seguro que pagan una buena cantidad por ti en unos cuantos años —el cielito tenía la pistola en su sien, oliendo la pólvora y sintiendo el leve calor que el cañón emitía.

Se fijo que el traje negro que portaba tenía sangre impregnada. No dudaría en disparar.

—Ahora serás un buen niño y vendrás conmigo si no quieres que te vuele esa pequeña cabecita —sonrió, pero Tsuna sintió de todo menos tranquilidad.

No estaba por contradecirle, asi que asintió y tomó la mano del mayor con un temblor claro en el cuerpo.

Trató de pensar positivamente, en unos cuantos años él no estaría ahí. Sin embargo, no se esperanzaba en que le tratara bien en el tiempo en el que estuviera ahí, que era incierto en aquel momento.

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