Capítulo dos

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— Sí lo sabía – rió levemente, mientras salíamos de casa.

— O sea... vives en Great Pulteney Road... apenas a diez metros de uno de los puentes más bonitos del mundo, ¿y no sales a verlo ni una sola vez?

— He estado ocupada.

— Y una mierda.

— ¡Lenguaje! – exclamó.

— Oh, perdóname, Capitán América.

— No tengo ni idea de qué me estás hablando.

— ¿No has visto Los Vengadores?

— Supongo que es... ¿una película?

— Sí, una de las mayores películas de superhéroes del mundo.

— Las películas de superhéroes no son mi tipo.

Negué con la cabeza, sin poder entender que una adolescente no supiera quién era Capitán América, aunque no hubiera visto las películas. Sin embargo, había notado que Alice no era una adolescente común. Y si había crecido en un pueblo muy pequeño, probablemente no habría ido mucho al cine.

« Alice's POV »

Harry y yo cruzamos la calle, llegando a una escalera estrecha que bajaba por el costado del puente del que me había hablado. Bajamos las escaleras y tras el primer tramo, entramos en un pequeño local llamado "Brigit's Bakery". El local tenía las paredes de piedra, como las del puente, pero pintadas de blanco. Era pequeño y acogedor. Harry me indicó que le siguiera, así que salimos de nuevo, a una pequeña terraza, que quedaba justo sobre el río Avon. El precioso puente quedaba justo a nuestra derecha, apenas a metros. Harry movió una silla para que me sentara, para luego acercarme a la mesa. Luego, él se sentó enfrente. Una de las camareras se acercó a darnos una carta a cada uno, antes de marcharse.

— Este sitio es muy bonito, Harry – sonreí, antes de mirar la carta.

— ¿Verdad que sí? – sonrió él, mirándome a mí – ¿Así que no te arrepientes de haber aceptado mi propuesta?

— Aún queda mucho día – reí, negando con la cabeza.

La camarera volvió a acercarse a nosotros, tomando nuestro pedido. Entonces me di un momento a mí misma para admirar las vistas de aquella pequeña terraza. El caudaloso río se movía frente a nosotros, cayendo con fuerza en el pequeño desnivel que había a pocos metros. En el lado del río en que nos encontrábamos, bajando algunos escalones más, había un bonito camino que seguía junto al agua por varios metros, al menos hasta el siguiente puente.

— Bueno, Ali... ¿puedo llamarte Ali? – preguntó, dándose cuenta de que no me había llamado así antes.

— Nadie me llama así, pero puedes hacerlo, no me molesta – reí levemente.

— Cuéntame sobre ti... ¿dónde creciste?

— En un pueblo muy pequeño, por encima de Perth.

— ¿Perth? – dijo, intentando recordar dónde era aquello.

— Por encima de Edimburgh.

— Oh... pues sí que está lejos, sí – asintió –. ¿Cómo que no tienes acento del norte, entonces?

— Mi madre estudió en Cambridge, entonces se adaptó a hablar con un acento más neutro.

— ¿Y tú no cogiste acento en la escuela?

— No, no fui a la escuela hasta que empecé el instituto. Mi madre me educó en casa los primeros años.

— Oh... eso es... diferente – dijo, arqueando las cejas –. ¿Y qué hacías para divertirte allí arriba?

Amen · DISPONIBLE EN DREAMEWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu