capítulo trece|reencuentro

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¿Qué haces cuando vuelves a ver a esta persona que siempre amistad pero dejaste de estar a su lado para salvarlo? ¿cómo haces para no correr a sus brazos?

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Ámbar había retomado su vida, o al menos parte de ella, un mes tratando de olvidar, tratando de no marcarle, y la idea de retomar parte de su vida había sido una de las cosas que la mantuvieron en vida, sin contar al hijo que estaba esperando y que amaba cada día más. Aún se acordaba de unas palabras que dijo Simón cuando se entraron que estaba embarazada: "mis padres creen que cometí un error, pero no saben que es el más dulce error que he cometido".

La rubia tomó el vaso de jugo y bebió un sorbo.

Irse a Cancún no había sido tan mala idea, a penas se acordaba de cómo era la mansión. Mónica y Miguel la atendieron bastante bien.

—¿Desea algo más?. —preguntó Mónica a Ámbar. La rubia negó y la agradeció.

La empleada se fue y Ámbar quedó revisando una canción que acababa de componer, al menos la inspiración no había muerto en ella, y el hecho de estar embarazada era otra razón para poder mantenerse en pie. Desde que Simón se había ido todo parecía no poseer ningún sentido, sólo el pequeño que llevaba por dentro.

Ella no había dejado de imaginar que todo eso acabaría algún día, que ella y Simón volverían a estar felices, pero ¿cuándo?. Se imaginó a su hijo, con los ojos idénticos a los de su padre, marones, con una sonrisa tierna como la que poseía Simón, una sonrisa capaz de enamorar a cualquier chica, resultaba excesivamente difícil creer que hacía apenas un mes estaba feliz, y que ahora todo parezca como si nada.

La rubia bajó la mirada hacia la revista que estaba leyendo haciendo lo posible para que las lágrimas que pugnaban por bajar por sus mejillas quedaran enjuagadas.

Sharon se sentó a su lado con un sobre.

—Llegó eso para vos.—dijo la mujer mayor dirigiendo el sobre hacia la mujer joven.

—¿Qué es?.—preguntó Ámbar. Su madrina se encogió de hombros.

La rubia tomó el sobre, lo abrió y de ahí sacó una invitación la cuál leyó atentamente.

—¿Qué pone?

—Es una invitación. —dijo—. Al parecer quieren que vaya a cantar en una celebración. —continuó la rubia con pocas ganas, pues lo que menos deseaba era salir o cantar, las inspiraciones nacieron para ella, para componer sus canciones no para el público sino para ella misma.

Sharon tomó la invitación y leyó buscando la razón por la que su ahijada había puesta esta cara.

—Creo que es una buena razón para distraerte. —dijo Sharon—. Para tratar de darte vida.

—¿Qué vida madrina?.—esta vez las lágrimas empezaron a bajar sin compasión —. ¿Estar amenazada por un demente?

Sharon tomó una gran bocanada de aire y expulsó con deliberada lentitud.

Dulce ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora