capítulo nueve|noticia

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Cuando la empleada informó a Simón que lo estaban buscando en ningún momento pensó que se trataría de Daniela, puesto que pensó que había dejado más que claro que él no quería volverla a ver ni a ella ni a su madre y hermano, entonces no comprendía lo que hacía ella en este lugar.

Simón no mostró ni un poco de simpatía cuando sus miradas se encontraron, al contrario, las facciones de su rostro se endurecieron aún más.

Daniela permaneció en donde estaba parada, sabía que Simón no la iba a recibir bien, no era algo que la fuera a sorprender, pero tenía un objetivo, recuperar al hombre que ella amaba era su objetivo y pensaba luchar por él, aunque Simón la rechazara, no había dejado todo por nada, para salir de la guerra con los brazos cruzados.

—Creí haberte dejado claro que norte quería volver a ver.—dijo Simón.
Daniela asintió y de pronto unas lágrimas se asomaron en sus ojos.

—Lo siento. —lloró—. Te juro que no estaba en todos mis sentidos, no sé lo que me pasó.—las lágrimas bajaron por sus mejillas —. Simón tienes que creerme, te amo tanto, y lo que menos deseo es lastimarte...

Daniela dio unos pasos hacia delante poniendo la cara más vulnerable que podía, a Simón le causó mucha lástima, pero no reaccionó, sólo la observó.

—Yo, yo no quise interrumpir la fiesta, estaba llena de rabia, Simón, perdóname, por favor.—y dejó su cabeza en el pecho de Simón.

La rubia de bellos ojos azules bajaba por las escaleras, descalza, mirando la escena y por alguna razón no estaba asombrada, sabía lo que Daniela buscaba y por lo visto era recuperar a Simón a toda costa.

—Mi amor.—dijo la rubia acercándose a su futuro esposo. Simón automáticamente se apartó de Daniela y caminó hacia Ámbar —. ¿Pasa algo?

—Tranquila, todo bien.—dijo Simón y la dio un beso como si de esta forma deseara aclarar a Daniela que no debía volver a molestarle por estar de manera formal con Ámbar.

—Veo que están juntos.—dijo Daniela —. ¿No es muy tarde para estar en la casa de un simple novio?.—preguntó Daniela a Ámbar.

Simón miró a Daniela sin soltar a Ámbar de la mano, la hermosa rubia dejó la cabeza sobre el pecho de Simón, lo cual molestó aún más a la morena y llenaba de amor al moreno.

No podía cansarse jamás del amor que Ámbar le ofrecía, de la manera en que las delicadas manos de ésa le acariciaban, los besos que ella le ofrecía, la ternura. Todo lo que Ámbar le ofrecía lo recibía con mucho gusto.

—La vas a ver siempre que vengas a esta casa, porque es la dueña de la casa.—dijo Simón.

Daniela sonrió con ironía.

—Bueno, es probable que la compres una casa para estar viéndola, creo...

—A ver si me explico, a partir de hoy, ni tú, ni mi madre, mucho menos mi hermano van a volver a faltarle al respeto a mi prometida. —los ojos de Daniela se abrieron automáticamente—. Y si no te molesta, es muy tarde, necesitamos descansar.

Daniela tragó toda la rabia para no armar un escándalo. Ése era su plan, parecer buena para volver a acercarse a Simón, hacer todo para que Simón la perdonara, volver acercarse a él y poder ganarse nuevamente su confianza, enamorarlo, pero con la histeria no haría más que agravar las cosas.

Sonrió con pleno resentimiento.

—Sí, claro, buenas noches.

Daniela salió del salón.

Simón miró a Ámbar y vio que ella estaba un poco tensa.

—No pensarás que yo sabía que vendría ¿no?

Dulce ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora