capítulo ocho|más allá de un apasionado beso

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A Ámbar la encantó la mansión, y el personal no estaba para nada mal, eran buenas personas y la habían recibido muy bien.

—¿Cúanto hace que tenés esta casa?.—preguntó Ámbar con una sonrisa en los labios, una sonrisa que Simón daría la vida por ver todos los días. Amaba verla feliz.

Simón se encogió de hombros y rodeó la mirada por la enorme sala donde estaban.

—No mucho, pero bueno, como futuros esposos, es nuestra.

—¿Futuros esposos?

Definitivamente Simón no la dejaba de sorprender, primero la fiesta de cumpleaños que muy a pesar de las que lo destrozaron, ella no había dejado de pensar que hubiera sido perfecta, después la mansión y ahora la hablaba de una futura vida masw juntos de lo que estaban..

Simón hundió la mano en el bolsillo derecho de sus pantalones y de ahí sacó una cajita de terciopelo. Ámbar supo lo que esto significaba, y dedujo la realidad. Simón pensaba pedirla matrimonio en frente de todos, en la fiesta.

—¿Ambar Smith Benson, aceptarías casarte conmigo?

Estas palabras se repitieron en su mente. Simón la estaba pidiendo que se casaran.

Dios, si es un sueño no quisiera despertarme nunca.

Ámbar sólo contempló el hermoso anillo que tenía una hermoso diamante, un precioso diamante.

Ella asintió, los ratones se comieron su lengua en cuanto vio el anillo, la emoción no la dejaban articular palabra. Simón la puso el anillo y ella cayó en su cuerpo, lo rodeó con los brazos.

Simón la tomó en brazos y se dispuso a besarla. Ámbar rodeó su cuello con los brazos, y no se percató del momento exacto en que Simón atravesó el tramo de las escaleras, ni el momento en que atravesó el pasillo de habitaciones, sólo se sorprendió cuando él la dejó descansar sobre la cama con cuidado.

Las mariposas empezaron a saltar en el estómago de Ámbar mientras veía a Simón sobre ella, el beso cálido emanaba su mente.

Con el tiempo las ropas se iban convirtiendo en un obstáculo, obstáculo que superaron en cuestión de minutos y sus cuerpos se fundieron en un calor intenso.

Simón nunca se había sentido tan vivo.

Sus manos sobre el delgado cuerpo de la rubia la hacían vibrar, su piel, su diosa interna, todo en ella parecía arder tanto como un volcán en erupción.

Simón besó su cuello, las manos de Ámbar se deslizaron por la espalda de el.

                             ***

A la mañana siguiente, Ámbar se despertó, seguía estirándose en la cama cuando Simón entró con el desayuno hecho, en una bandeja. Se acercó a Ámbar, quien se estaba tapando con la sábana para poderse sentar y apoyarse en el respaldo de la cama.

Simón dejó la bandeja sobre la cama.

—¿Cómo amaneciste?.—preguntó Simón tras darla un dulce beso.

—Bien..aunque no sé porqué te levantaste tan temprano ¿irás al trabajo?

—No, sólo tenía que enviar unos cuántos correos.

Ámbar se fue a sentar junto a Simón y apoyó la cabeza en su pecho, entrelazó los dedos de su mano derecha con una de las manos de Simón y lo besó el cuello.

—Te amo tanto, tanto...

Simón besó su pelo.

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Dulce ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora