Es temprano, y todavía todos se encuentran andando por los pasillos.
— ¡Eh, guarra, por aquí! —me llama Mayra, alzando la mano y agitándola como si estuviera en el aeropuerto y soy yo a la que estaba esperando.
—Hola —la saludo con un beso en la mejilla— ¿Ya nos vamos? —seguro ya nos íbamos al hospital para empezar con las prácticas.
— ¿Por qué traes mochila? Rubén publicó en el grupo de que no era necesario traer cosas.
— Estás de coña. Me hubieras avisado tú.
—Pensé que lo verías —hace una mueca— Pero, podrías encargarlo allá, supongo.
Iba a regañarle pero en eso todos los de nuestro salón empezaron a caminar. Nos quedamos detrás del grupo que se había formado.
Mayra y yo miramos al frente. Rubén se encontraba guiando adelante.— Tu hombre —me codea ella, divertida.
— ¡Que no! —intento no gritar.
Empieza a reír exageradamente, llamando la atención de los que están al rededor. Se detiene al darse cuenta de su vergonzosa situación.
— ¿Qué te pasa? —le digo extrañada.
Carraspea.
—Lo siento, no he tomado desayuno.
[...]
Pude encargar mi mochila felizmente. Todos empezamos a colocarnos los uniformes.
— Bueno, chicos —toma la palabra Rubén— ya tenéis pacientes que atender. Os voy a dividir en tres grupos de cinco. Atentos si os llamo.—saca una lista de su bolsillo y empieza a nombrar a cada uno mientras se van armando los grupos.
Jordan y yo formamos del mismo. A Mayra le tocó con las más especiales.
— Menuda suerte la tuya. Menuda suerte la mía. —me abraza por los hombros.
— No te va a durar mucho. Además, seguro escucho algún chisme bueno, ya os digo.
El grupo de Mayra entra primero, mientras que los otros dos esperamos a que Rubén nos avise.
— ¿Cómo está Juanito? —me pregunta Jordan.
— Está muy bien, pero aún le sigo regañando por no haberte mordido el sábado.
— Oh, ¿sigues molesta por eso?
— Yo no. ¿Y ella? ¿Se lo tomó bien?
— Bueno, lo hablamos. Le dije que eras mi mejor amiga, y que no te tuviera celos. De todas formas le he prometido no jugar tanto así.
— Vaya, estás haciendo méritos.
— Un chico siempre hace méritos por la chica que le gusta.
— ¿Y la cajita mágica? ¿Se lo diste?
— No, todavía no. Se lo daré cuando le pida que sea mi novia.
— ¿Y cuándo será eso? Apuesto a que ella tiene ansias de que se lo pidas ya.
— Lo sé... Yo también lo he pensado. Me estoy demorando demasiado, ¿verdad?
— Algo.
— Se lo pediré hoy. Deséame suerte.
— Ojalá se te caiga la cajita cuando se lo des.
— Ajá.
Alguien carraspea detrás de nosotros. Jordan deja de abrazarme.
— Eh, Jordan, te toca entrar con el grupo.
— Vale, profesor. Hablamos después. —me dijo antes de que se fuera.
— Pero si soy de tu grupo, idiota.
— ¿Lo eres? —me preguntó esta vez Rubén.
— Sí. Tú mismo lo dijiste.
— Oh, cierto. Bueno, ve. Pero espera —saca de su bolsillo una pequeña pulsera de metal— No voy a mentir en decirte que lo he comprado yo, porque no, lo encontré afuera, de camino aquí.
Esbozo una pequeña sonrisa. De alguna manera me pareció tierno.
— Gracias.
— Oye y... ¿si te invito este fin de semana me lo vas a negar también?
— Bueno... Lo pensaré.
Me sonrió y yo a él.
— ¿Tu madre sigue bien?
— Sí, la he llevado al médico ayer por la noche. Está mostrando mejoras.
— Me alegra muchísimo.
— Gracias. Ya ve con el grupo. Hay muchas personas que te necesitan.
— Para eso estamos los doctores.
Entro a la sala con los demás, y se encontraban dos pacientes. Presentan quemaduras, no tan graves, por suerte. Y es ahí donde me doy cuenta de lo que está pasando, de lo que quiero, y de lo que no. Me complace saber que he elegido bien desde un principio, y que no he desperdiciado mi tiempo. Más bien ahora quizás sí puedo desperdiciarlo con algo. Y ese algo quizás sea un alguien.
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Mi maestro de Biología
FanfictionLas clases a veces sí se pueden poner un poco más interesantes.