Capítulo 24: La maldición del paraíso

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Buenos Aires

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Buenos Aires. Cuatro días después del atentado.

Noventa y cuatro horas de vigilia.

Nedi enredó sus dedos en la hierba. El tacto suave de la superficie verde le tranquilizó. Había una ligera brisa que tumbó las ramas de los árboles hacia un lado. Las nubes se movían con lentitud en el cielo azul. Cuando se tumbó en el mullido y algo húmedo suelo, creyó que estaba soñando. Llevaba demasiado tiempo despierto, y habían ocurrido tantas cosas imposibles que le costaba distinguir si todo lo que vivió era real.

Solo bastaron cuatro días y unas horas extra para destruir el mundo, pero no todo en los planes de Dacio traía inconvenientes. La masacre también fue benigna en cierto modo. Era cruel pensar como Krasnodario, pero lo cierto era que la enfermedad sirvió como una salvación, al menos para él. Había transcurrido casi un día desde que el presidente nebulizó la cura. El Insomnio S.B. había terminado para todos, menos para ellos. Ninguno de los operantes que sobrevivió tuvo tiempo para dormir, por eso mismo Nedi valoraba esos pequeños momentos de descanso. Contemplar el bonito paisaje natural también le servía como despedida. Tenía las horas contadas como habitante del planeta Tierra.

Resultaba extraño que después de la destrucción se respirara tanta quietud. Parecía imposible que tras haber visto el cielo nublado durante toda su vida, entonces pudiera contemplar su verdadero color. No había que olvidar que el presidente volvió a instaurar la normalidad, y dentro de la rutina, continuar con el funcionamiento de la máquina de limpieza atmosférica ocupaba el primer punto de su lista de tareas. El artefacto solo necesitaría un par de días más para terminar su filtrado, pero solo con las pocas horas que estuvo funcionando se notaba la diferencia. El aire era distinto, menos pesado, inodoro y más frío. Los rayos de Sol también atravesaban la atmósfera con mayor intensidad, incluso parecía una hora temprana de la tarde, a pesar de que casi eran las siete y media y la noche se acercaba. Pero la estrella de fuego tenía ganas de alumbrar el planeta que tantos años tuvo el cielo encapotado, y parecía que sonreía tras las nubes.

Pero ni la visión tan preciosa que tenía enfrente logró distraer a Nedi, o eliminar las imágenes imborrables que pasaban por su cabeza. Recordó la última vez que vio a Norak. Estaba tan concentrado mirándole que ni siquiera logró ver cómo Astride saltaba de la lanzadera. Todo sucedió tan rápido que solo perduró la imagen de Ryder en su memoria, lo demás se disipó. Monter no consiguió olvidar lo que sintió en aquel momento. Estaba roto por dentro, como si le hubieran arrancado un trozo de sí mismo. Había perdido a las dos personas que le habían salvado la vida en el transcurso de unos segundos.

Otras fotografías invadían su mente a modo de ráfagas. Una de ellas fue cuando Qeri dejó de respirar, la explosión de la Nostradamus o el momento en que Faith programó el holograma-señuelo de la lanzadera, que creó una réplica de la nave para darles una falsa pista que seguir a los esbirros de Krasnodario. Cada uno de esos recuerdos se repetía una y otra vez hasta que se convirtieron en una tortura.

Insomnio: Primeros Confederados | SC #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora