Capítulo 11: El peso del deber

5.4K 428 111
                                    

Treinta y dos horas de vigilia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Treinta y dos horas de vigilia.

Norak fue al camarote de Astridia, lo que no significó que entrara en él. Todo su júbilo se sustituyó por un pavor que no podía controlar. Se quedó de pie frente a la puerta, cerró su puño con la intención de llamar, pero ni siquiera rozó la superficie con los dedos. No podía soportar la situación. Estaba cansado, y había demasiados recuerdos en su cabeza que terminaron por estallar en su corazón. Pero cada cosa que sentía se quedó para sí mismo. Nadie podía conocer su historia ni sus secretos.

Existían momentos, memorias o recuerdos que él no era capaz de contar a los demás porque quería que se olvidaran.

Cuando cerró los ojos y se distrajo por un segundo, su fiel robot aprovechó aquel descuido para, en realidad, hacerle un favor a su amo. Descabezado pegó su pequeña extremidad de metal a la puerta, y consiguió controlarla con el fin de abrirla. Norak le lanzó una mirada asesina, y le regañó:

—¿¡Estás loco!? ¡Te voy a arrancar esa cabeza y convertirla en el motor de una lancha!

Qué forma más rara tiene de agradecerme lo que hago por usted, amo Norak. ¡Y no haga eso! ¡Sabe usted que no me gusta nada el agua!

—¡Cállate! —gritó Norak antes de que Astridia les oyera.

La doctora Orbon se asomó a la puerta para recibir a Ryder acompañado del robot. Ella no esperaba visita, y por la expresión torcida de su cara, era fácil deducir que tampoco deseaba recibir ninguna. Norak examinó de manera rápida tanto a su vieja conocida como su habitación. Astridia tenía el cabello revuelto, los ojos rojos debido a un llanto reciente, las ojeras marcadas y la boca seca.

—Pasa. —Ella le invitó a entrar. Solo bastó con esa palabra para que Norak apreciara el nauseabundo olor de su aliento. Apestaba a alcohol.

—Gracias, Astride. Perdona si te he molestado, solo quería preguntarte una cosa. Descabezado, quédate fuera. Me tienes contento. —Norak se quejó, y el robot retrocedió.

—¡Mis disculpas, amo Nor...!

Cerró la puerta.

—Si solo tenías que preguntarme algo, ¿no has podido usar el intercomunicador? ¿Has tenido que venir hasta aquí para hacerme una pregunta?

—He tenido que venir yo porque sabía que tú no lo harías, y me importa poquísimo lo que pienses, como si soy el tío más pesado del planeta. Me preocupo por ti, a pesar de que hace años que no te veo. No he venido para recordar heridas pasadas que ni el tiempo ha curado, tampoco he venido a quejarme. He venido para pedirte que te quedes, que seas valiente y ni se te ocurra cruzar esa puerta, aunque yo esté aquí y solo pienses en marcharte porque no quieres volver a verme.

—Ya he abandonado a mi hijo, la persona que más quiero. Después de haber hecho eso, me importa poco rendirme y abandonar también al mundo entero, Norak... —Ella dijo ese nombre con miedo, como si le supusiera esfuerzo pronunciarlo. Creía que no volvería a decirlo nunca más.

Insomnio: Primeros Confederados | SC #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora