10- La Valentía de Un Gryffindor.

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El martes Harry volvió al hospital a buscar a Malfoy. Quería hablar con él y convencerle de que fuera el viernes a la cena, pero la determinación le duró apenas unos segundos. Cuando la primera enfermera con la que se topó le preguntó si podía ayudarle en algo, él le contestó "Oh, de nada, por favor" y se marchó de allí con las mejillas encendidas. Había momentos en los que no sabía cómo el Sombrero Seleccionador le permitió colarse en Gryffindor pero siempre tuvo muy claro por qué no le colocó en Ravenclaw.

El miércoles lo intentó de nuevo. Todo iba muy bien, consiguió incluso subirse al ascensor.

Y luego se dio cuenta de que no sabía a dónde demonios estaba yendo y de que ni siquiera sabía si debía tomar el ascensor, así que en cuanto se abrieron las puertas, salió (aparentemente en la planta de maternidad, a juzgar por el alarmante número de bebés que estaban llorando todos a coro) y se recorrió la planta entera, disimulando de forma penosa su metedura de pata. En cuanto llegó de nuevo al ascensor, bajó otra vez y se marchó prácticamente corriendo bajo la atenta mirada de las enfermeras que le juzgaban desde su puesto. Esa misma noche se juró a sí mismo que no volvería a acobardarse. Tenía que hablar con Malfoy, en serio TENÍA que hacerlo. Pero no sabía qué decirle, no sabía cómo persuadirle...

Y justo en ese momento, se le ocurrió la mejor idea de su vida.

O no, porque no sabía si sería capaz de hacerlo...

¡No, claro que lo haría! Lo haría. A lo mejor no era tan buena idea, pero lo haría. Y si no servía para convencer al obstinado rubio, por lo menos le proporcionaría a Harry una oportunidad para volver a tenerlo cerca, cerca de verdad, como la otra noche.

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Harry salió de su oficina con actitud firme. Si oyó como sus subordinados cuchicheaban y especulaban sobre a dónde se dirigía por enésima vez, fingió no hacerlo. No iba a permitir que nada le distrajera, esta vez no. Era jueves, seguramente su última oportunidad para hablar con Malfoy sobre la cena de mañana.

Se detuvo frente a las puertas del hospital y las miró con desdén. Entró como si fuera el dueño de todo el edificio y caminó directo hasta el puesto de las mismas enfermeras que llevaban toda la semana viendo como hacía el ridículo. Pudo ver con total claridad como murmuraban entre ellas cuando le vieron y como de tensas se pusieron cuando se les acercó. Se paró frente a la que parecía más amargada de todas, una chica joven con el cabello rubio (que se notaba a la legua que era teñido) recogido en una coleta medio deshecha. Por lo visto las enfermeras tampoco dormían mucho.


-"¡Hola!"- dijo componiendo su mejor sonrisa. La enfermera la ignoró por completo y siguió mirándole con cara de burla. -"Estoy buscando a M...al Doctor Malfoy."


-"¿Para qué?"- le graznó la mujer con sus fríos ojos azules entrecerrados.


-"Tengo que hablar con él."- contestó secamente. Si esa tía quería jugar a ver quién era más capullo de los dos, Harry se iba a asegurar de que perdiese.


-"Oh, claro. ¿Sobre qué? Porque el Doctor Malfoy es un médico muy ocupado y no se pone a charlar con cualquiera en medio de su turno."- esa teñida y su raíz de dos centímetros estaban cabreándole, con su ceño fruncido y sus estupideces. Sus compañeros chismorreaban sin para detrás de ella, dándole rápidas miradas a Harry y a la enfermera.


-"Pues te lo diría, pero creo que eso violaría la confidencialidad médico-paciente y no sería muy ético, ¿me equivoco?"- si Malfoy tenía que tratar con esta pechugona día sí, día también no le extrañaba que el rubio no saliera de fiesta con los compañeros de trabajo. -"Solo puedo decirte que es un asunto de vida o muerte... y supongo que lo demás no es asunto tuyo."- sonrió a la chica con su mejor imitación de Gilderoy Lockhart.

Nuestra(s) Nueva(s) Vida(s)Where stories live. Discover now