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Ésa tardé lloré, cómo nunca en mi vida lo hubiese hecho. Me sentía una basura, una mierda alguien insignificante. ¿No se supone que tú familia debería cuidarte, educarte, apoyarte?

¿A caso no era de eso de lo que se encargaban?, pues veía qué a mí me tocó una familia qué no conocía ésos deberes.

Me levanté con un dolor horroroso en mi cuerpo enteró, sentía que cada milímetro de piel dolía. Mi mente estaba vuelta un desastre, no quería ver a ése hombre, lo odiaba cómo nunca odie a alguien, es más creo nunca odie a nadie, pues este fuego que sentía quemarme por dentro de la ira y la impotencia dudo alguien más se lo mereciera.

Él era el causante de mi desgracia, de mi dolor, de todo lo que sentía y siento después de su cochinada, de la mierda que hizo conmigo. No tenía idea, de cómo lo iba a mirar, hablar, obedecer después de todo lo que me hizo, después que me destruyo.

No sabías cómo iba a reaccionar delante de las personas, como iría a la escuela, como soportaría todo esto que ése cerdo me hizo.

Me bañé tallando, cada parte de mi cuerpo con fuerza, mientras que las lágrimas salían de mis ojos como gotas de lluvia en un diluvio, me odiaba tanto, era tan basura, ya nadie me querría.

Me odiaba tanto, por no ser lo suficiente fuerte para denunciarlo, para hablar con mi madre, porque es que no pensaba hacerlo el miedo me dominaba.

Al terminar de ducharme me vestí con unos vaqueros y una sudadera, mi pelo despeinado, lo peine en una coleta, me maquille lo suficiente como para ocultar lo sucedido el día anterior y la noche de tormento que había tenido.

Me mire en el espejo y me di cuenta que jamás sería la misma chica de ojos verdes brillantes, sonrisa viva y pelo Rubio.

Ahora era René, una chica apagada, a la cual le robaron su inocencia de la peor manera, la cual jamás volvería a sonreír sinceramente, pues la vida la hubiera golpeado demasiado fuerte para levantarse estas ves.

Bajé las escaleras, con toda la fuerza que me quedaba, todavía me ardía y dolía la entrepierna, fue tan brutal la fuerza que utilizo que aun salían gotas de sangre de mi vagina cuando me duche.

Cada golpe que me dio ése idiota, me dolía en lo más profundo del alma, cada vez que movía uno de mis músculos. Pero tenía que ser fuerte, no quería que ése imbécil me volviese a usar. Solo el pensamiento de ese suceso, me inundaba en una profunda depresión, quería huir, correr hasta perderme, simplemente quería desaparecer, aunque eso ahora se veía como un murmullo lejano.

—René, está tardec—si tan sólo supiera lo tardé que estaba, para empezar a preocuparse por mí, quizás me miraría con ojos diferentes y no con tanto reproche.

—Sí, madre — respondí como pude, a éstas alturas ni la voz me salía, y la verdad las ganas de derrumbarme y contarle todo no me faltaban, necesitaba que por primera vez fue una verdadera madre para mí.

El camino a la escuela fue demasiado rápido, o por lo menos para mí, que sólo miraba por la ventanilla hundida en mis pensamientos. Quizás aquella vez debí acceder a ver ese programa de suicidios, quizás ahora tendría una puta idea de como hacerlo.

—Cariño nos vemos en la noche, cierra bien las puertas, tu padre estará fuera de casa por dos días— en el momento en el que oí la palabra "padre", mis ojos se inundaron de lágrimas, ese hombre no era nada mío, mi padre murió ayer.

Caminé por los pasillos de la escuela, cada vez extrañaba más a Amy, necesitaba su apoyó, sus palabras, sus abrazos, extrañaba su chispa esa que mantenía con vida todas mis esperanzas.

—Señor Andújar, ¿puedo pasar? — hablé dubitativa, mirando el pisó.

—Sí, señorita, pero esperó no se repita. —caminé en silencio hasta la parte de atrás del lugar, evitando a Kiam el cual me llamo para que me sentara a su lado, pero al ver que lo ignore siguió haciendo la tarea.

Ya nada sería como antes, ya nada me importaba, ni mis calificaciones, ni sentarme en la venta, ni mi virginidad, ni mi familia, todo cambio ése día, en el cual el monstruo de mis pesadillas, se convirtió en mi padre.

Fue uno de los peores días de mi vida, solo quería llegar a casa derrumbarme sobre mi cama y llorar, llorar por la mierda en la cual se convirtió mi vida, por mis sueños e ilusiones rotas, porque nada volvería a ser como antes.

La escuela para mí fue eterna, ni todo el afán de kiam por hacerme reír o saber que tenía me importo, Amy siempre decía que todos los hombres eran iguales y querían lo mismo.

Pero en ese entonces era tan ciega, una niñata tonta e inocente, que pensaba que el amor, era mágico y que todo el mundo era bueno.

En cuanto Salí de clases pedí un taxi hasta casa, solo basto con pasar él lumbral de la puerta de entrada, para caer al piso con las mejillas llenas de lágrimas, me dolía tanto el corazón, no podía contar con nadie ni con mi propia familia.

Mi madre nunca se preocupó por mí realmente, nunca estuvo en los cumpleaños o en las noches de tormenta, tampoco me consolaba cuando tenía un dolor o moría uno de mis personajes literarios favoritos.

Nunca me aconsejo con eso de los chicos ni estuvo hay para explicarme que pasaba con mi cuerpo cuando un día empecé a sangrar por la vagina, no le importaba si salía con mis amigas por semanas o si solo me encerraba en mi habitación.

Solo le importaba su trabajo como abogada, que su hija no fuera una vergüenza y mantener al cerdo de su marido feliz.

Siempre él le importo más que yo, a él si podía hacerle su desayuno favorito, nunca pasaba su cumpleaños fuera de casa, siempre había viajes a Europa o al Caribe, ropa nueva, salidas en la noche, a él si le dedico el tiempo que a mí no.

Por lo que siempre me dejó claro que yo pertenencia al segundo plano de su vida.

SolaWhere stories live. Discover now