Estaba más que claro que ni loca iba a rechazar aquella cena, era la oportunidad perfecta para indagar un poco en temas que no tenían que ver con el trabajo (al menos, podía asegurarse de eso ahora que hablaban tan fluidamente como en el pasado), así que podía averiguar si realmente todo lo que él alguna vez sintió por ella había desaparecido por completo. Sin embargo, algo dentro de ella, muy profundamente, le decía que se detuviera. Que nada bueno podría resultar de esa especie de cita que tendrían.

Hizo caso omiso a su subconsciente y se dispuso a continuar con sus labores. Claro, deseando que el día siguiente se pasara volando y que la noche llegara lo más rápido posible.

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Hinata se encerró en aquella pequeña habitación, con los ojos hinchados de tanto llorar y el nudo en la garganta que, por más veces que lo intentó, no pudo eliminar. Era la última vez que se permitía estar así, se lo prometió a sí misma.

Suspiró. Había terminado. No había sido fácil, pero había puesto en su lugar a Kiba al fin. Había dado el certero "no" y había mantenido su postura todo el tiempo.

"¡¿Por qué?! ¿Acaso no te hice lo suficientemente feliz en todo este?", le había gritado el moreno, fuera de sus casillas.

"Te diré por qué cuando respondas mi pregunta", había devuelto ella, intentando mantener la compostura.

"Responderé lo que sea", él estaba más que indignado.

"Mírame a los ojos y júrame que no has sido tú quien le dijo a Naruko-chan que Naruto es también padre de Menma", declaró ella, finalmente.

No podía casarse con él. No después de ver sus ojos entristecidos, suplicando compasión, no pudiendo negar aquello que ella alegaba. No después de descubrir cuán equivocada había estado. No después de lo que había sucedido con Naruto, días atrás.

Cuánto había cambiado. Ya no era la misma, ya no pensaba en cómo le gustaría que todo hubiera sido una ilusión y que pudiera regresar, meses atrás, cuando de lo único que tenía miedo era de encontrarse con Naruto. No. Ahora agradecía haber dado todos esos pasos, porque al fin se sentía como si pudiera continuar con su vida como a ella le placiera.

Se sentía más fuerte. A pesar de haber llorado un río entero, sentía que se había desahogado, estaba más ligera y más resuelta. Incluso llegó a sonreír inconscientemente un par de veces, entre sollozo y sollozo.

Las cosas que había dejado en su departamento, allí en Londres, le cupieron todas en aquel prominente bolso, que había llenado ya al llegar, por lo que no tenía que preocuparse por ver a Kiba otra vez, al menos en unos cuantos días, cuando debiera buscar sus pertenencias de su pequeña casa en Japón, para —lógicamente— trasladarse a la mansión Hyuga. Se permitió respirar un poco más tranquila, aunque algo todavía le inquietaba.

Como era costumbre de ella, se comió la cabeza con que si era o no correcto hacerlo. Sentía la imperiosa necesidad de tomar el teléfono y marcar ese número, pero dudaba un poco de sí misma y pensaba que quizá dijera algo que no estaba en sus planes. Dios, qué complicado.

Estaba en un gran dilema.

Aun así, cuando llevaba alrededor de una hora sin todavía poder irse a dormir, el impulso pudo más e hizo que no pudiera contenerse.

Después de tres tonos más o menos, alguien contestó desde la otra línea.

¿Diga?

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⏰ Última actualización: Oct 10, 2016 ⏰

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