Mamá había gritado que era la hora de partir el pastel, así que Tamara y yo nos zafamos del abrazo de ese alguien e hicimos una carrera hasta donde mamá se encontraba con nuestro pastel de cumpleaños, que en efecto, tenía el número cuatro en lo más alto de él. Cerca estaban montañas de regalos, Tamara y yo nos subimos a la mesa de picnic y cuando mamá estaba lista con la videocámara empezaron a cantar la canción de cumpleaños, al finalizar soplamos las velas y le dimos una mordida cada una a un costado del gran pastel, pero alguien nos empujó y terminamos llenas de crema y pastel por toda la cara.

― Lo sentimos, pero no nos pudimos contener ―dijeron al mismo tiempo Louis y aquella niña de cabellos dorados y ojos azules.

Luego cada una tomamos un pedazo de pastel y les llenamos el rostro a Louis y aquella niña. Mamá nos llamó la atención y tiempo después comenzó a repartir el pastel, dándonos como siempre la rebanada más grande a las cumpleañeras».


Desperté con una gran felicidad por aquel recuerdo tan hermoso, mire a Tamara quien descansaba a mi lado justo en mi hombro derecho, ella seguía durmiendo. Hacía ya tanto tiempo desde aquel día, justo nuestro cuarto cumpleaños, meses antes de que todo cambiara inesperadamente. Algo dentro de mí se siente feliz, maravillado de que pueda regresar al lugar al que nací, sabía que algo me esperaba ahí, quizá por esa voz que me lo dijo antes de salir de casa o simplemente por instinto.

Lo más raro es que a pesar de que le vi el rostro a él, y ahora sé que es nuestro tío, su rostro aun no logra aparecer en mi campo de visión. No sé quién es, no sé su nombre, no sé cómo es su aspecto, nada, como si esa parte hubiera sido borrada de mi cabeza, pero ¿por qué alguien quisiera borrarlo de mis recuerdos? ¿Es tan malo acaso recordarlo? ¿Cómo pudo alguien hacer tal cosa? Quizá todo esto tenga una explicación, pero ¿Cuál es? Es todo tan extraño. Mire a través de la ventana, para así poder despejar un poco todos los pensamientos que inundaban mi cabeza en estos momentos, aun seguíamos muy alto, pero a lo lejos alcanzaba a ver la ciudad, como nos aproximábamos cada vez más a los grandes edificios. No tan lejos, en el horizonte alcanzaba a distinguir la línea que separaba la oscuridad del cielo y mar, el sol apenas estaba comenzando a salir. Y la oscuridad de la madrugada poco a poco desaparecía, detonando bellos colores rojizos en todo su esplendor, tome algunas fotos de mí primer amanecer cerca de la ciudad de Los Ángeles.

Una de las azafatas habló por el altavoz indicando que ya en poco íbamos a aterrizar sobre el aeropuerto internacional de la ciudad de Los Ángeles. El amanecer seguía su proceso de todas las mañanas, yo lo miraba encantada deseando poder seguir aquí, arriba en el cielo volando mientras disfrutaba de la vista, pero al igual que todo tiene su comienzo, también hay un final para ello. El amanecer estaba llegando a su fin y este viaje ya había llegado a su destino.

Mi vista fue directo a lo que tenía por debajo de mí; la ciudad, estaba llena de destellos del amanecer, pero se veía tan frágil todo, casi me podrían parecer de papel, también llega a mi mente la idea de estar aterrizando sobre una ciudad hecha justo a la medida de una Barbie, como se ve todo en miniatura: los autos, las casas, los edificios las personitas caminando por las aceras, absolutamente todo me hace parecer una Barbie y, aunque no lo es, me es difícil no pensarlo así.

Cuando por fin llego la última de nuestras maletas, agradecí que ahora era libre de ir a casa y descansar como es debido porque, a pesar de haber estado sentada en el avión y en la recepción del aeropuerto de Washington DC y de nuevo en otro avión, había sido agotador pasar la mayor parte de mi tiempo sentada o dando vueltas de aquí y allá para matar el tiempo. Lo único que empeoro la situación fue que el avión donde se encontraba nuestra camioneta, aún no había llegado siquiera a los Estado Unidos.

― Señora, en verdad siento mucho lo sucedido, pero su camioneta no llegara hasta dentro de un día más ―dijo aquel chico de mirada celeste.

― Y... ¿no hay una manera de poder entregármelo antes? ―pregunto mi madre.

El chico de no más de treinta años, comenzó a teclear rápidamente antes de decir.

― Lo siento, pero antes de su camioneta están en espera... ―volvió la vista a la pantalla y luego dijo: ― tres autos más, que llevan esperando desde ayer por la tarde para llegar a la ciudad. Pero la buena noticia es que he puesto su camioneta antes que uno de los tres autos que hay en espera en Washington DC, es todo lo que pude hacer por usted, así que sí, a más tardar mañana estará aquí ―miro a mamá nuevamente, pero ahora un poco apena por lo ya mencionado.

― ¿Estás seguro que no se puede hacer más al respecto? ―el chico asintió― Gracias de todas formas.

Le sonrió antes de alejarse del mostrador.

Observe como sacaba su celular para hacer una llamada y marcaba un número, supuse que sería a mi padre o a mis abuelos para que nos recogieran. Tamara me miro, y yo le devolví la mirada, no sabía que es lo que ocurría en su cabeza, pero pude adivinar que estaba algo nerviosa, quizá sea por el hecho de que hace unas semanas que no vemos a papá, mezclado con que hace años de la última vez que vimos a nuestros abuelos. Mamá se nos acercó para avisar que papá no tardaría mucho en llegar por nosotros.

Entonces decidimos salir de la recepción del aeropuerto, lejos de la enorme marea de gente que se había formado para recoger sus maletas o para reunirse de nuevo con algún familiar. Afuera todo estaba mucho más relajado, sí, había gente pero nada comparado a la que había allá dentro. A lo largo de la acera principal se extendía una larga fila de taxis, que esperaban por sacar a pasear a los turistas que acaban de llegar. Encontramos una banca en la cual nos sentamos a esperar a papá. Levante un poco la mirada para poder observar mejor si por casualidad papá estaba cerca, pero de la gran fila de autos que transitaban la pequeña avenida del aeropuerto, a él no lo veía por ningún lado, y tampoco es como si supiera en qué venia. Mire por el rabillo de ojo derecho a Tamara, quien tiene una cara de desesperación al igual o peor que yo, mientras Louis estaba recostado a lo largo de la banca con su cabeza en mi regazo y su antebrazo tapándole los ojos de la luz del sol que apenas nos caía. Minutos después observamos a una camioneta estacionarse justo frente a donde nos encontrábamos, de ésta salió un hombre vestido muy casual con sus lentes de sol sobre su nariz, lo reconocí en cuanto se dio la vuelta hacia nosotros.

― Que alegría me da volverlas a ver mis hermosas princesas gemelas ―dijo aquel apuesto hombre frente a nosotras, extendiendo sus brazos hacía nosotras.

Sabíamos que era a Tamara y a mí a quién se referían, por tal motivo emprendimos una carrera hacia él para poder disfrutar de un abrazo padre e hijas. Olvidándome por completo que Louis estaba recostado en mi regazo y solo pude adivinar que fue él quien ocasiono tal golpe en el suelo. Abrí mis ojos para confirmar que había sido Louis.

― ¡Lo siento mucho, Louis! ―dije, aún sin soltarme del abrazo que compartía con papá y Tamara.

Alcance a escuchar algo, pero no supe que fue, finalmente nos separamos, dejándole espacio a mamá para poder disfrutar de su esposo, se miraron a los ojos, y pude ver un gran brillo asomarse entre ellos dos, se abrazaron por un largo rato para concluir con un tierno beso, que de seguro ambos ya extrañaban. Los dejamos unos momentos a solas, y nos fuimos a sentar nuevamente con Louis a la banca, él me dio un leve golpe en la cabeza mientras hacía el intento fallido por fulminarme y luego dijo:

― Te perdono enana. 

∞SECRETS∞Where stories live. Discover now