IX

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—Excelente jugador de ajedrez, un genio de las matemáticas, todo un caballero... —parecía no querer parar de hablar sobre el viejo Ford. Llevaba aburriéndolo con su monólogo por al menos una hora.

—Yo también sé jugar ajedrez—comentó, un poco agrio. A esas alturas del día comenzaba a preguntarse si lo hacía a propósito para ponerlo celoso, eso de estarlo comparando con otro hombre mucho más hábil que él.

Bill hizo una pequeña exclamación de sorpresa y lo miró con incredulidad.

—¿Acaso estás celoso? 

—Por supuesto que no.

—¿Celoso de ese pobre viejo?

Miró al hombre enfermo con desprecio desde la entrada. No, no estaba celoso. Al menos eso era lo que quería creer. En algún momento, y estaba seguro de ello, ese tipo y su novio habrían tenido una especie de relación cercana. Eso le daba lógica a como se sentía.

—No estoy celoso de este mortal—reiteró, haciendo una mueca de disgusto.

—Entonces, ¿Qué sigue?

La Bestia se acomodó  en un asiento junto a la cama y comenzó a examinar al enfermo. Parecía que su alma, en este momento; estaba rondando por el limbo. Él podía sentirlo, por supuesto. Hubiera sido mucho más fácil volver a lo Desconocido y sacar su alma de ahí, pero Bill insistía en quedarse, como si no quisiera poner un solo pie en su pequeño purgatorio. Le dio una mirada al rubio para luego proceder y poner ambas manos sobre la cabeza del individuo en coma, buscando. Le era posible buscar un alma desde fuera de su hogar, pero era mucho más complicado y requería de bastante más esfuerzo. Solo esperaba encontrarla rápido y acabar con todo este lío sobre Stanford, después de todo ya estaba cansado de que ese fuera el principal tema de conversación.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo y la migraña lo atacó, cosa que usualmente no ocurría. Se quejó en silencio y retiró las manos, llevándolas a su propia cabeza. Cipher se le acercó y puso una mano en su espalda, haciendo un comentario de forma vacilona:

—¿Es muy pesada su alma para ti, princesa?

Ese. Era. El colmo.

¿Un alma muy pesada para él? Claro que no. Había algo impidiéndole sacarla, algo externo. Eso nunca antes le había ocurrido, pero ahora que lo pensaba, sí: cuando solía tener disputas sobre el repartimiento de almas con el inframundo, pero eso era cosa del pasado y supuestamente se había calmado a fines de los años 50.

Al parecer alguien seguía resentido por una de las que le pertenecían.

—No es mi culpa—concluyó el hombre de ojos brillantes, enfatizando cada palabra—. Normalmente esto no pasa.

—¿No será que te estás oxidando, cariño?

Beastie se mordió el labio y mantuvo la calma.

—Dejémoslo claro: ¿Quién está haciendo el trabajo aquí, Cipher?

La forma en que reaccionó el demonio no ayudó en nada a la situación. Se cruzó de brazos como un aristócrata malcriado y comenzó a golpear su pie contra el suelo, en señal de desacuerdo. Le encantaba hacer eso para irritarlo, y parecía que las malas costumbres que traía desde lo Desconocido, las mantenía en el mundo mortal.

El menor lo ignoró y volvió a su trabajo. Esta vez pudo percibir claramente la esencia del alma del viejo Pines. El miedo comenzaba a invadirlo y de esa manera era mucho más fácil rastrearlo. Solo un poco más y...

Pat, pat, pat, pat, pat.

Su zapato contra el suelo.

Pat, pat, pat.

 "Beastie": ¡Segunda temporada! [BeastBill]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora