VI

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El sol salió e iluminó la Tierra. El problema es que no podía iluminar la moral del demonio, quien desde que llegó había estado pensando en cosas terribles, ajeno a su comportamiento usual, pesimista. Tras esperar varios minutos y ver que su novio no despertaba, decidió darse una ducha, arreglarse y salir a caminar.

La casa quedó silenciosa por largo rato, demasiado silenciosa quizás. Beastie despertó de su largo sueño sintiéndose más helado que de costumbre, volteó a su lado y tristemente no encontró a nadie. Una melancólica notita amarilla que decía "Salí a caminar. Te amo" lo hizo sonreír, pero tan pronto como se dio cuenta de que algo andaba mal se le quitó la sonrisa.

Se levantó algo alarmado, con dificultad. Notó que las piernas le temblaban levemente y sentía la cabeza abombada, sumado al incontrolable frío que recorría su cuerpo.

Había olvidado alimentarla la noche anterior.

Caminó por el lugar en busca de su linterna, encontrándola sobre la mesa de la sala de estar. La tomó entre sus manos para revisar la llama de su interior, débil de hecho, y se puso a buscar el frasco que lo salvaría.

¿Dónde estaba esa cosa?

Llevaba aproximadamente media hora buscándolo y no lo encontraba por ningún lado. Finalmente salió de la casa para buscarla en la terraza... Y lo halló vacío.

—No, no, no—murmuró, entrando en una especie de pánico e ira—¡Malditos ladrones!—respiró hondo y se puso a pensar. ¿Quién pudo haber sido el que se dio la molestia de abrir el frasco, sacar el aceite y dejarlo como si nada en la mesa de la terraza, sin que se diera cuenta? Eso debía haber estado planeado.

Bill caminaba por el vecindario viendo como todo era pacífico y perfecto. De pronto, ya no se le antojaba hacer explotar pajaritos, lanzar gatos al espacio o comenzar una guerra civil. No, simplemente no tenía ganas de nada.

Tal vez podría tocar el piano un rato.

Volvió a casa y buscó el instrumento. Estaba seguro de haber visto un piano de cola en esa vieja casa, tan solo no recordaba dónde. Beast no se hallaba por los alrededores, así que tendría que encontrarlo por su cuenta. Tomó las escaleras hacia el segundo piso, la madera vieja crujiendo bajo sus pies, y continuó con la travesía.

Era evidente lo poco que se usaba el segundo piso. Estaba empolvado y mal cuidado, vacío si no fuera por una gran figura cubierta por una tela blanca. Ese era el piano. Bill no recordaba haber ido al segundo piso durante esos últimos días, ni siquiera sabía si tenía permitido estar ahí; pero en situaciones como esas él escribía sus propias reglas, y si Beastie no estaba de acuerdo en que él tocara el piano, ya no era su problema.

Destapó el instrumento y levantó la cubierta. Era un piano viejo, aunque bien cuidado, de madera de caoba y teclas de marfil. El trabajo delicado de un maestro. Tocó un par de teclas para probar su sonido, y sorprendido, descubrió que había sido recientemente afinado. Una pequeña sonrisa surcó sus labios mientras tomaba asiento frente a su antiguo mejor amigo. Pensó en una buena pieza, aunque ninguna de las que le gustaban se le antojaba en ese momento. Trasladó sus manos varias escalas más abajo de lo usual, decidido en tocar algo acorde al momento.

Desesperado, logró rescatar una mínima gota de aceite de Edelwood. Sabía que no duraría mucho tiempo, pero era suficiente para un rato. Solo tenía que decirle que deberían volver. Ya se estaba imaginando su reacción de niña mimada cuando a sus oídos llegaron las notas perdidas de un triste requiem.

¿Sería él? Si había descubierto el piano, significaba otra sorpresa arruinada. Después de todo era el único además de él que entraba y salía de la casa, y podía reconocer perfectamente el sonido de sus dedos en el instrumento. Singularmente, tenía un estilo único y bello para interpretar las piezas. Le tentaba en aquel momento cantar con él un rato, pero ya eran suficientes sorpresas por un día.

 "Beastie": ¡Segunda temporada! [BeastBill]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora