II

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Así fue como emprendieron su cruzada a la ciudad. Bill ya había perdido la cuenta de los años que pasaron desde que murió, pues el tiempo en lo Desconocido era muy diferente al del mundo mortal. La diacronía resultó ser más de la prevista. Pasaron caminando a las afueras de un asentamiento universitario, cuando dos chicos de estatura similar salieron caminando del campus, conversando animadamente entre ellos.
—Conozco a ese tipo—reflexionó el más alto, entrecerrando los ojos.
—¡Si, es Pino!—respondió, luego repitió—¡Pino! ¿Estamos jugando al veo veo?—poco a poco fue cambiando su tono de voz, como si tratara de incinerar al mencionado con la mirada— Veo, veo...
—No, hablo del otro.
—Ah, el idiota con suéter—volvió a sonar tan animado como usual—¡Nerd!
—Creo que se llamaba Wirt.
—Pino.
La Bestia lo miró raro.
—Yo le digo Pino. Pino y... Gnomo.
—¿Cómo sabes eso?
—Oh, yo se muchas cosas, Beastie—respondió espontáneamente, con la mirada ensombrecida.
—Están mirando hacia acá—advirtió el más alto, cambiando el tema.
—Vamos a saludarlos, ¿Te parece?—murmuró con un tono de voz alarmante y tenebroso. Luego añadió, sarcásticamente—Oh, qué mal, ya se van...—rió, luego adoptó un tono serio—Tengo un plan.
—Habla.
—¿Sabes conducir?
—¿Conducir qu–
—¡Qué bien!—interrumpió—Tú siguieme la corriente.
Bill lo tomó de la mano repentinamente, causando que su corazón se detuviera por un segundo. Lo guió por un atajo a travez de un callejón, llegando a los universitarios justo cuando se dirigían a su auto. Ambos villanos compartieron una mirada casi telepática y se pusieron manos a la obra. Emboscada. Les bastó solo un poco de agilidad (y estrategia) para quitarles las llaves e irse con el auto. Los tomaron desprevenidos.
Bill pisó el acelerador con fuerza y partió en carrera alejándose del edificio educacional, mientras Dipper le seguía el rastro gritando desesperado que se detuviera. El demonio bajó el vidrio de su lado, sacó la cabeza y gritó:
—¡Adiós, niño!
El tipo se puso pálido como un muerto al darse cuenta de quién se trataba.
—Su cara no tiene precio—logró decir entre carcajadas; pero no hubo respuesta. Vio a su compañero: se mantenía serio, sin rastros de humor en su rostro—Admite que fue gracioso.
Él seguía en silencio. Depositó su linterna en el asiento trasero, le puso cinturón de seguridad y volvió a su puesto de copiloto. Una vez que se hubo asegurado de estar completamente a salvo, le dirigió la palabra.
—Ese fue el peor plan del universo, aunque salió relativamente bien...
—En efecto.
—... Pero recuerdo que no sabes conducir y se me pasa la tranquilidad.
Yo si sé conducir—sintió un bocinazo que lo desconcertó; mas su novio reaccionó por él. Tomó el volante desde su asiento y lo giró hacia la derecha, esquivando un auto que se dirigía hacia ellos serpenteando a toda velocidad.
—Vas en contra del tránsito—lo reprochó.
—Oh, te enseñaré con quien te metes, Bestia. Ya verás.
La Voz de la Noche se preparó mental y físicamente para lo peor: un demonio del sueño tratando de demostrar sus vagas habilidades de piloto.
Varios semáforos en rojo, conductores molestos y exceso de velocidad lograron levantar sospechas entre la gente, en especial la policía estadounidense. Claro, por ahora ninguno de los dos se preocupaba por ello.
—Quiero una cajita feliz—comentó el rubio, bastante fuera de contexto.
—¿Estás de broma?
—Nop.
El otro se llevó dos dedos a la frente, como si tratase de calmar un dolor de cabeza.
—No.
—¿Y KFC?
—No.
—¿Dunkin'Donuts?
—No.
—¿Taco Bell?
Encendió la radio para acabar la conversación. Inmediatamente comenzó a sonar una caótica y desagradable canción popular humana, con una letra bastante pobre a su parecer y con un instrumental violento que no le agradaba.

Wake me up,
wake me up inside
I can't wake up,
Wake me up inside,
save me,
Call my name and save me from the dark,
wake me up–

Apagó la radio sin pensárselo dos veces.
—Esta gente está mas loca que nosotros dos puestos juntos.
—Bueno, estamos juntos.
—Lo sé—respondió, con una leve curvatura en sus labios.
El conductor echó una mirada al retrovisor y puso cara de horror. Giró con brusquedad y se escabulló por otra calle, perpendicular a la que llevaban, con gran urgencia. Fue una maniobra tan violenta que el copiloto quedó pegado a su silla como un gato aterrado.
—¿Estás bien, bonito?—preguntó con tono seductor al verlo de tal manera.
—¿Qué te pasa?
—Yo pregunté primero.
—No—respondió a la primera pregunta de mala gana—Ahora dime qué está pasando.
—Ah, es solo la popo.
—¿La popo?
Una sirena a sus espaldas y luces bicolor le dieron la respuesta.
—La policía—dijo a la vez que hacía una sonrisa macabra y lo miraba. Rió y se puso a conducir como un lunático para perderlos de vista, pero pasaba el rato y los tipos seguían tras de ellos. De hecho, ya se les habían sumado otras dos patrullas y la cosa no mejoraba.
—Bill, detente.
—¡No! No voy a caer en manos de esos humanos de manos grasientas y corazones destinados al infarto. Excepto uno, uno de los de atrás es un impacto de bala y otro un riñón...
—Dato—dijo sin mucho interés, y sarcásticamente:—Ahora me siento mucho mejor.
—¿Tienes náuseas, princesa?
—¿Tú qué crees?
—Me estoy dando cuenta que no respetas el orden de las preguntas. Podrías al menos responderme, me preocupo por...
—¡Bill!—gritó horrorizado a la vez que giraba el volante, otra vez. Pero en esta ocasión tuvo un final nefasto: el auto pasó por la rampa en una construcción y salió despedido por los aires.
El demonio disfrutó el vuelo y el aterrizaje violento del auto (un trayecto en el que casi "pierden la vida", o bien, se ganan unas lesiones muy lindas), mientras que su amigo solo gritaba masculinamente aferrado a su asiento. El vidrio frontal sufrió graves daños por el impacto, pero nada lo detenía.
—Fue divertido, ¿No crees?—dijo el más loco de los dos.
—¡Casi morimos!
—No seas tonto, tú no te mueres nunca y yo ya lo estoy—arregló el retrovisor, viendo que la popo giraba buscando otro camino lejos de la zona de obras—. Además... Me gustaría que corriésemos más riesgos solo para escucharte gritar como una niñita.
—Tú gritas como niñita.
—No, tú.
—¿Quieres apostar?
—Ah, vamos. Soy todo un macho alfa, me estás haciendo la victoria muy fácil—presumió Cipher, ignorando la delicadeza de su cuerpo mortal.
—Oh, ¿En serio?—replicó con sarcasmo el de ojos brillantes.
Estaban entrando en la carretera cuando vieron a las autoridades persecutoras otra vez, no parecían querer rendirse.
—¿Es que estos no se aburren?
—Robamos un auto, Bill.
—¿Y eso qué?
—Me parece que no estás entendiendo la lógica—luego de una pausa, continuó—. Así que desde ahora vas a escuchar mis planes.
Bill frunció el ceño.
—¿Qué planes?—lo hizo sonar como si el varón que lo acompañara no tuviera idea alguna de lo que decía. Este soltó un bufido rodando los ojos y le respondió:
—Toma la siguiente salida, no te detengas hasta el kilómetro 64 y gira a la izquierda.
—¡Conocías este lugar y no me habías dicho!—dijo el demonio simulando indignación.
—Llevo visitándolo desde el siglo XVI.
—No es justo.
Yo—recalcó— no vengo aquí a hacer desastres ni tratar de dominar el mundo.
El rubio se quedó en silencio.
—Es aquí—indicó el galán con voz profunda.
El chico se concentró en el camino y siguió las instrucciones al pie de la letra, alterado por la creciente tensión del ambiente. Giró en seco en el lugar indicado y se introdujeron en la espesura de un tupido bosque. Con eso sería suficiente para perder el rastro de los policías, o quien sea que los estuviese persiguiendo.
—Ya estamos bastante lejos—con esto dicho, el auto se detuvo en medio de la nada, en una zona a la que apenas entraba la luz del sol, sin embargo, no era oscura.
Beast salió del (a su parecer) eterno encierro para tomar un poco de aire. Respiró hondo y echó la cabeza hacia atrás, de pie, sintiendo los sonidos ocultos del paisaje a su alrededor. Bill lo vio maravillado a través de la ventana antes de salir y hacerle un poco de compañía.
—Te gusta aquí afuera ¿no?
—No puedo negarlo—cerró los ojos y suspiró—. Lo malo es que día a día este mundo se acerca más a su condena. Tiene tantos recursos y...
—¿Te preocupas por el mundo mortal, Beastie?
—Un poco.
—¿Por qué?—se acercó de forma seductora y le rodeó el cuello con los brazos—¿No me vas a dejar por una ninfa o un hada del bosque, verdad?
—Claro que no. Lo que pasa es que estuve un buen tiempo aquí y disfruté mi estadía mientras duró.
—Oh—rió—, cada día aprendo algo nuevo de ti ¿Así que eres nativo de esta dimensión?
—No lo recuerdo.
—Yo tampoco. Es raro que se me olviden ese tipo de cosas, pero tengo pocas de mis primeras memorias aun almacenadas. Digamos que no me importa mucho—sonrió—¿Sabes qué?
—¿Hm?
—Ahora lo único que me importa...—le tocó la nariz de forma juguetona—Eres tú.
Se acercaron simultáneamente mirando la profundidad del otro, hasta que sus labios se encontraron en un apasionado beso. El mas alto hundió sus dedos entre la cabellera dorada del demonio, mientras que este pasaba sus delicadas manos por el pecho robusto de su hombre. Se vieron obligados a separarse por la falta de aire, y se detuvieron un tiempo para verse fijamente.
De la nada, el mayor empujó a su compañero al suelo, cayendo sobre él. Ocurrió muy rápido y violentamente, por lo que no tardó en ser malinterpretado por Cipher.
—Beast, no aquí, por favor—murmuró sonrojado, con una cara de pasiva que nadie le quitaba.
—Cállate.
Claramente esas no eran las intenciones de un movimiento tan repentino como aquel.
Se escuchó a dos personas conversar mientras caminaban acercándose con precaución al auto, al lado contrario en que se encontraban los polizones interdimensionales.
—¿A dónde se fueron?
—No deberíamos estar aquí, no me gusta lo que podría pasarnos.
—Wirt, deja de ser tan inseguro y hazme caso. Busca por allá.
Para cuando el joven se asomó al otro lado del vehículo, los intrusos ya se habían escondido en otro lugar; no vio nada más que tierra y hojas húmedas en suelo.
Beast sujetaba al rubio con fuerza, cubriéndole la boca con una mano y deteniéndolo con la otra. Tenía que contenerlo, de otra manera hubiera saltado a atacarlos sin pensar.
—Quédate quieto—susurró. Se asomó para ver a sus enemigos y descubrió que ambos iban armados—. Ya perdí un cuerno por ti, no pienso que me arranquen el otro de un escopetazo.
Puede que lo haya dicho sin pensar, pero lo más hiriente es la culpa y Bill no era inmune a eso.
—Vamos, ahora—al ver que su compañero se rehusaba a levantarse, lo reiteró—. Bill, ya vamos. Es nuestra oportunidad.
—Dije que lo sentía—farfulló el mencionado, algo ofendido y molesto.
—Si, si, entiendo, no debí decir eso—lo tomó de la mano, urgido—. Pero en serio debemos irnos.
Escucharon como entraban al auto y el motor se encendía.
—¿Acaso dejaste las llaves?—dijo con nerviosismo palpándose el pantalón y la chaqueta, buscando algo de lo que se había olvidado.
—Creo que si...
—¿Qué clase de...?—cambió de idea—¿Cómo pudiste ser tan despistado?—dijo desesperado. Se pasó las manos por el pelo tratando de pensar en algo, un último recurso, cualquier cosa. Pero era inútil.
—Es solo un auto.
—¡Mi lámpara se quedó ahí dentro, cabeza hueca!
—¿Disculpa?
Claro, ahora era su culpa. No supo qué decirle, porque de todas formas no tenía caso: él siempre acababa teniendo la razón. Solo por ser alguien arrebatado, de actuar sin pensar, no significaba que todos los problemas fueran producto de él ¿o si?
Así que sin planearlo previamente saltó de su escondite y corrió directo hacia el auto.
—¡Alto, Pino!—forcejeó con la puerta del vehículo, a lo que el chico Pines salió hecho una fiera con su escopeta en mano.
Teniéndolo bajo la mira, disparó. Pero la bala fue desviada por alguien más.

 "Beastie": ¡Segunda temporada! [BeastBill]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora