VII

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Estaba estudiando cuando escuchó unos golpecitos venir desde la puerta. Esperó unos segundos para asegurarse de que no se tratara el cartero y que realmente fuera merecedor de unos minutos de su tiempo. De todas formas, ningún cartero se presentaba a las 2 a.m. a entregar correo.

Llamaron una segunda y una tercera vez, solo entonces decidió que la visita significaba algo importante.

Mason se levantó falto de energía del escritorio, dejando de lado los libros que lo habían tenido atrapado durante las últimas 6 horas. Acostumbraba a estudiar durante mucho tiempo seguido, pero ese había sido un día atareado tanto para él como su compañero de cuarto y no le había dado mucho espacio libre para satisfacer su hambre de conocimiento.

Mala suerte que la puerta no tuviera una mira por la cual asomar la vista hacia afuera. No le quedó más opción que abrir, aun con el cerrojo puesto.

Una figura de mediana estatura, bien vestida y de aire misterioso esperaba fuera de su hogar. Traía las manos en los bolsillos y la cabeza gacha, de modo que solo podía verse la mitad inferior de su cara. Aquellas facciones y contextura delgada se le hacían familiares, sumado a un par de mechas doradas que se asomaban por ambos lados de su rostro.

—Necesito tu ayuda—dijo el desconocido.

Esa voz.

¿Cuándo había sido la última vez que una rubia en apuros había ido directo a su puerta para pedirle ayuda? Ah, cierto. Pacífica. Cerró la puerta, quitó el seguro y la abrió nuevamente.

—¿Qué quieres, Bill?

El demonio ignoró la pregunta e ingresó al lugar sin pedir permiso.

—Lindo lugar. Es muy...—le dedicó una sonrisa de las suyas—tú, Pino.

—¿A qué viniste?—miró hacia atrás con cierta paranoia—¿Y dónde esta tu amigo?

—Es precisamente por lo que vine—le clavó la mirada encima, dejando en total evidencia la demencia que lo opacaba.

Dipper rodó los ojos.

—Si terminaron, no es mi problema.

—No es eso—dijo tembloroso—Hice algo mal y creo que lo maté...

—¿¡Qué!?—fue su reacción inicial. Después de todo, conociéndolo bien, tarde o temprano tenía que pasar, tan solo era una cuestión de tiempo.

—... otra vez—concluyó.

Claro.

—¿Qué hiciste?

—Lo apuñalé.

—Ay, por...—se llevo dos dedos al entrecejo—¿Estás enfermo de la cabeza? ¡Claro que eso mata a una persona!

—Soy un demonio, Dipper—respondió con miseria y una pizca de burla cruel, haciendo una sátira a su propia condición—. Claro que estoy enfermo.

El joven californiano se le acercó, intimidante, y volvió a interrogarlo con tono severo:

—Basta de chistes, Bill—masculló—¿Qué mierda quieres de mí?

—Te lo dije en la puerta, necesito tu ayuda.

—¿Para qué? ¿Ocultar un cadáver?

—¡A despertarlo, Pino!—gritó con desesperación—¡No está muerto! Solo no sé lo que pasa...

—No sé por qué asumes que yo sé algo al respecto...

 "Beastie": ¡Segunda temporada! [BeastBill]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora