"Beastie": ¡Segunda temporada! [BeastBill]

Especial Halloween (inédito)

[Nota: No reproducir multimedia hasta más adelante. Yo les diré cuando. Ojalá leer con páginas negras. Pueden modificar esto en la parte superior (Aa).]

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Se adentró en el bosque huyendo de lo que atrás dejaba, en el pueblo que lo vio crecer, la gente que una vez confió en él. Ahora no era más que un brujo de mala reputación.

Arrastraba los pies por la tierra, cansado de haber caminado tanto. No sabía con certeza cuantos días llevaba escapando de sus opresores, solo su hambre era lo que lo mantenía despierto.

No se fijó cuando, ni dónde. Pero ya era avanzada la noche cuando distinguió una luz venir desde un lugar lejano.

Arregló su capa y se cubrió bien con ella, pues tenía frío y el no haber comido en días no le ayudaba. Su cuerpo gritaba por comida y un poco de descanso, sus piernas apenas podían sostener el peso de su cuerpo.

Rogaba por que ahí hubiera alguien que le ayudara.

Pero en medio del bosque...

De pronto todo tipo de luz se extinguió y fue rodeado por la más absoluta oscuridad. Creía haberse librado de sus problemas, pero recordó que tenía deudas con el inframundo y era probable que hayan venido a cobrárselas.

—¿Quién anda ahí?—logró decir con voz temblorosa. El aire se puso helado y se sintió aún más débil que antes. Avanzó como pudo por la oscuridad, acelerando el paso a cada segundo, cegado, ahogado, hasta que llegó ante la puerta de tan misterioso lugar.

Se apoyó contra la madera y golpeó sus nudillos contra ella un par de veces antes de desvanecerse a sus pies.

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Despertó dentro de una cabaña oscura cubierto por una manta. Era cálido y agradable ahí dentro, como su viejo hogar. Volteó la mirada y no vio a nadie ahí. Su hermano, Will, solía despertarlo con una sonrisa.

Eso antes de que lo condenaran.

A pesar de todo lo ocurrido, ya no sentía rencor por la muerte de su hermano mayor. Ya no valía la pena volver para vengarse, tan solo quería desaparecer del radar. Pero aun así...

No había nada más injusto que la acusación que le dieron.

Escuchó unos pasos aproximarse a la habitación luego de que una puerta se cerrase con fuerza. Un hombre de considerable estatura, algo robusto, ojos bonitos y barba corta entró en el lugar, cubierto de nieve. Llevaba puesta una chaqueta de piel pesada, pero aun así parecía tener un frío terrible. Su nariz enrojecida lo delataba.

El chico hizo un ademán de querer ponerse de pie, pero el recién llegado se le acercó e insistió en que se quedase recostado.

—Estabas muy mal cuando llegaste—le contó, con un tono de voz tan frío como el hielo de afuera—. Será mejor que descanses un poco.