Capítulo 31

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31. Tenemos planes

Asier

Faltaban solo dos semanas para que ella se fuera, estaba consciente de que hace una semana ya muchos estudiantes habían empezado a mudarse a la residencias, yo había tratado todo lo posible de alargar el momento y no pensar en ello. Pero al final era una realidad y tendría que superarlo, no la iba a perder, sólo iba a estar un poco lejos, no más.

—Estaba pensando —entró al comedor. Me encontraba sentado revisando algunas cosas en mi portátil—. Podríamos ir a ver una película hoy.

—Claro, me parece perfecto —alargué el brazo para tomar su mano mientras seguía con lo que estaba haciendo. —Deja que terminé aquí y nos alistamos para salir.

—Bien, ¿qué te tiene tan ocupado?

—Estoy revisando los temas para el próximo periodo online de la universidad.

—¿En serio? —acercó su mirada a la pantalla para poder ver que hacía. —¿Cómo te va en eso?

—Soy el mejor de la clase.

Elizabeth abrió los ojos al instante examinando mi rostro a ver si le tomaba el pelo. Ladeóla cabeza esperando que soltara la risa.

—Vaya... Te he juzgado mal, después de todo solo tenías que esforzaste para sacar buenas notas. —Sonreí. —. Y ¿Cómo cuantas personas están en tu clase?

—Como unas cinco —respondí.

Entrecerró los ojos mientras negaba con la cabeza.

—Eres algo serio, Asier.

Terminé de hacer mis cosas, y cerré el computador. Vi la hora y era todavía muy temprano, podríamos ir a ver la función del mediodía, y estábamos a tiempo. Recibí una llamada, la atendí, era Sandro que estaba por aquí y vendría.

En cuanto sonó la puerta Elizabeth fue a recibirlo, yo lo esperaba en la sala. Vi cuando este la saludaba, y pasaba de largo hacia mi, mientras ella cerraba la puerta.

—Asier, que linda es tu prima —dijo, socarrón.

—Jamás vas a superar eso.

—Hay muchas formas de decirle a tus amigos que una chica te gusta para que no coqueteen con ella, pero te has lucido con lo de la prima —me golpeó levemente el hombro.

—Sí, ya, Sandro. No fue por eso, mejor olvídalo. —repliqué, Elizabeth venía con un vaso de agua para Sandro. Y se tiró sobre el sillón, yo le seguí la acción.

Por su parte, Sandro se acomodó en el otro mueble de la sala terminando el vaso de agua, que si que le hacía falta. Charlamos un rato de cosas triviales, Elizabeth ya se había adaptado a las pocas personas que conocía y eso hacía que me gustara más aún, aunque siempre tendría las bromas de Sandro y Greg sobre como terminé en esto, estaba feliz por tenerla conmigo.

Estaba entusiasmada contándole todo sobre la universidad, y en un momento me perdí de la conversación cuando estaban hablando de recetas de restaurantes finos y demás, ella sabía bastante de eso cuando era la chica refinada de la sociedad. Sandro estaba más que extasiado escuchando los platillos y diciendo que debía hacerlos, me ofrecí a ser el control de calidad de que los probara, no era un sacrificio. En verdad tenía muy buena mano para la cocina.

—¡Casi se me olvida porque había venido! —exclamó Sandro de repente cambiando el rumbo de la conversación. —Vine a invitarlos a la fiesta de esta noche, en el bar. Van a estar Greg, Luna, y mucha gente, tienen que ir.

—No creo que podamos, Sandro. Ya teníamos planes—contesté.

—No, Asier. No te preocupes, deberíamos ir.

Miré en su dirección y estaba asintiendo con una sonrisa que no mostraba sus dientes, alentándome a aceptar, no le importaba dejar nuestros planes para otro día.

—¿Estas segura?

—Oh, vamos. Me gustan las fiestas de Sandro —apremió.

—Bueno, esta bien. ¡Iremos! —acepté.

—¡Genial! Ya veras, que se van a divertir en grande. —alegó Sandro contento porque aceptamos. Antes no hubiese pensado dos veces en ir a la fiesta, pero ahora me sentía un tanto distinto, creo que podría disfrutar de cada cosa que pasaba como quedarme en casa, y a la vez salir a fiestas. —Nos vemos esta noche, a las nueves. Me tengo que ir para preparar los bocadillos y eso, quise venir personalmente para decirte, y así no pudieras negarte.

—Ya lo veo.

Acompañé a Sandro hasta la puerta, y regresé adentro donde ahora Elizabeth estaba caminando las escaleras hasta su habitación.

La seguí, y cuando entré en el cuarto, estaba abriendo de par en par el closet con una mirada cautelosa viendo que podría ponerse. Sacó el vestido de su graduación y lo colocó sobre si misma fingiendo llevarlo puesto.

—¿Qué te parece? ¿Crees que es un poco informal para llevar? —dijo burlandonse.

—Demasiado informal, Sandro jamás te dejaría entrar enseñando las rodillas.

Se carcajeó y de repente sus ojos se iluminaron.

—¡Quememos esto!

—¿Qué?

Se aproximó a mí empujándome sobre el colchón y quedó sentado sobre él. Sacó el vestido del gancho y de repente empezó a tratar de romperlo en frente de mi.

—Demonios, esto está muy bien cocido —se quejó. Traté de tomarlo para ayudarle, pero ella negó, jalando el vestido hacia sí misma. —Es mi pasado, no el tuyo.

—Bien, me limitaré a ver —dije levantando mis manos.

Pero la verdad es que quemar el vestido no era tan en broma, en cuanto terminó de intentar romperlo, quitándole a penas una manga. Cansada corrió conmigo persiguiéndola hasta la planta baja donde buscamos un yesquero y fuimos hasta la parte trasera de la casa, donde había un par de árboles muertos, y parecía un sitio realmente frívolo. Pocas veces venía hasta aquí, incluso ella. Buscó un cesto de metal que antes era una papelera antes de dañarse, y echó ahí el vestido. Le pasó el yesquero y lo encendió acercándolo al vestido para verlo arder.

Y así sin más, respira como si se hubiera quitado un peso de encima. Para luego toser por todo el humo que ha inhalado.

—¡Linda fogata, novicia!

Asiente, mirando aún el fuego hacer polvo el vestido. El resplandor de la escena se refleja en sus ojos y me concentró en mirarla. Esta loca, pero me gusta la manera que encontró de deshacer el feo vestido.

—¡Lo odiaba! —dice cuando ya no quedaba nada de él.

Caramelo de CianuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora