Capítulo 8

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8. Solo tú

Elizabeth

La parte principal de un plan siempre debería ser la confidencialidad, pero para Asier ese tema era totalmente inexistente. ¿Cómo se le ocurrió decirle a Greg que es una mentira? Quizás debí buscarme a alguien más confiable para que me ayudase. Sin embargo, Asier era mi tabla de salvación, de hecho: mi única tabla de salvación.

Estaba en la mesa de Billie's, el lugar donde me trajo para desayunar. Donde servían comida muy deliciosa, que te hace querer trabajar aquí. Aun me quedaba un poco de malteada en el vaso, podía ver fácilmente fuera de la calle como Asier y Greg estaban en una charla bastante larga hasta ahora. Era como ver una película en mute, solo se veían sus movimientos, sus figuras se movían de un lado para otros, sus gestos , sus reacciones. Podía fingir sus líneas de diálogos.

—El que se ríe sabe lo hermoso de su sonrisa —el mesero estaba de pronto conmigo.

¿Um? Estoy bastante segura que el dicho no es así —contesté. Sonríe y se sacude su cabello castaño.

—Tienes razón. ¿Cómo te llamas? —preguntó nervioso. Guardó sus manos en el delantal de su trabajo, y bajo la mirada.

—Elizabeth Leron. Un gusto —ofrecí mi mano. La estrechó.

—Elizabeth Leron, tu mesero Román —su jefe lo llamó desde la barra y se despidió. Chocó contra una mesa y se repuso de inmediato.

Desvié mi mirada a mi antigua vista, y ahora ya estaban entrando hacía al local. Mi escena slash sobre Asier y Greg se había acabado. Se notaban más aliviados como si ya fuesen resueltos sus conflictos, como solía verlos tras los pasillos de la preparatoria. Bueno, más a Greg que a Asier. Sinceramente no sabía cómo paso la preparatoria.

—¿Podemos irnos? —dije en cuanto se acercó.

—Si, claro —sacó su billetera y abrió la cuenta —¿Ya la has pagado?—inquirió.

—Si —contesté. Si se lo tomaría para bien o para mal, era un punto de ignorancia para mí.

—Nadie paga mis cosas ¿Entendido?

—Esta bien —tomó mis billetes restantes y me los dio.

Cuando estábamos en la calle veo que Greg trajo su auto. No tenía fuerza de voluntad para soportar dos viajes en moto en un mismo día, quería en verdad pedirle a Greg que me llevara, pero no tenia tanta confianza con el para decirle. Arrancó y me saludo cuando salió del estacionamiento. Giré sobre mis talones para montarme sobre la moto. Asíer me tiró el casco mientras que me mantenía de pie, y lo abroché sobre mi cabeza.

—¿Por qué le has dicho toda la verdad?

Peinó su cabello con sus manos hacia atrás —Es mi amigo 

—¿A cuantos amigos exactamente le dirás? —dije molesta por su actitud, para mi era más importante esto que a su contraste.

Bueno, era obvio es mi problema no suyo.

—A nadie más, así como tu no vas a estar diciendo por todos lados que soy tu novio. —me toma del mentón. —No te hagas falsas ilusiones, no lo soy

Me rió sarcásticamente, pero termino riéndome en serio como una tonta. Toda esta situación se me esta haciendo absurda, más cuando él hace sus bromas. Es obvio que nosotros dos nunca seriamos novios, eso es lo que matará a mi madre de los nervios en cuando lo crea.

Cuando me vio carcajeándome empezó a ladear un sonrisa. Asier era lindo cuando quería, con razón tenía hasta un club de fans enamoradas en la preparatoria, al parecer ricitos de oros sabe sonreír.

—Súbete de una vez novicia —ordenó

—Te dije que me llamo Elizabeth —bramé subiéndome detrás de el —¿Cuántas chicas exactamente se han sentado aquí Asier? —lo cuestioné. Ni si quiera lo pensé dos veces antes de decirlo.

—Solo tu —contestó— Pero porque negocios son negocios —argumentó.

"Solo tu" pensé. Mi estomago empieza a sentir un gran vació y revuelo en lo que arranca la moto. Creo que no nací para estar haciendo estos viajes, apretó a Asier lo más que puedo hasta el punto de pensar que lo puedo asfixiar. Lo lamenté por el pero es por llevar a una novicia rebelde en su moto.

Al abrir los ojos de nuevo porque ya no sentía la moto en movimiento, me doy cuenta que estamos a una cuadra de nuestras casas.

—Tienes que portar el espíritu por un momento, de otra forma esto se vera fatal ¿Entiendes? —dijo

—¿De que hablas?—quité algunos cabellos de mi cara.—¿Qué espíritu?

—Vamos a pasear frente a tu casa, te dejaré ahí. Has que a la vieja de tu madre se le revienten las tripas —debí sentirme mal por que acababa de llamar vieja a mi madre, pero lo que hice fue asentir y sentir el fuego arder en mis venas.

—Hagámoslo — lo autoricé a arrancar .Mantuve mi mejor pose de no-es-la-primera-vez-que-voy-en-moto.

La escena del momento en que empezamos a entrar a la manzana pasó como en cámara lenta. Asier se coloco sus lentes oscuros. Cuanto pasamos a mi madre se le cayó la mandíbula al suelo horrorizada. El frenó la moto justo al frente de mi casa. Bajé de ella devolviéndole el casco, me guiño un ojo.

—Chao, mi amor —dijo, estaba sorprendida tanto o más que mi madre. Una sonrisa enorme se formó en mi rostro, y estallo más cuando agrego—: Hasta luego suegrita

Apresuré mi paso en las escaleras para llegar a mi habitación y soltar toda esta adrenalina que llevaba. Hundí mi cabeza en la almohada y grité como una colegiala de película cuando recibe su primer beso. ¡Demonios! Asier era todo un genio. Este plan iba a funcionar, si que si.

—Elizabeth abre la puerta —se reventó la magia de la felicidad.

—¡Ya voy! —grité. Giré el seguro de la puerta y la deje entrar. —Hola mamá —saludé

Contempló mi rostro gesticulando con sus manos, pensando que decir. Estaba desconcertada, molesta, furiosa y muda.

Cubrió su cara con la palma de su mano, y fue con todo—: ¿Qué demonios fue eso? —gritó

—¿Qué? —dije como si desconociera a que se refería.

—No seas estúpida Elizabeth, ¿Cómo te ocurre buscando un novio delincuente? —dijo, su énfasis en "delincuente" me recuerda Asíer. Parece que conoce más a mi madre que incluso yo, o tal vez solo se conoce lo suficiente para saber que opinan los demás de él.—¿Es una broma? Dime que es una broma.

—No mamá. Estoy perdidamente enamorada de Asier —contesté. Menos mal no me clava su mirada porque no estoy lo suficientemente segura de poder llegar lejos mintiendo.

—¿Enamorada? ¿Cuánto llevas con el? ¿Dos días? —bramó, caminando a cada lado de la habitación —Ya entiendo fue el que te metió cosas raras en la cabeza —golpea mi frente con su dedo índice y medio.—¿Cierto que si?

—Claro que no mamá, eso lo hice porque quise. Y así pude encontrarme a alguien que me quiere de verdad —argumenté

—¿Te quiere? Querrás decir se quiere acostar contigo

—Que mente tan cochina tienes

—Elizabeth tu no puedes. ¿Entiendes?

—¿Por qué no puedo? —repliqué queriendo saber la respuesta, algo me estaba ocultado.

—Por que...—mi padre entró a la habitación interrumpiéndole. La miró e hizo que se callara, se acercó a mi. Por primera vez en toda mi vida Eladio, mi padre, tenía esa mirada. Una mirada que me daba miedo.

—Por nada, si ella quiere andar con ese muchacho déjala. ¡Que se divierta un rato! —dijo, con una actitud frívola y macabra.  —Vámonos Carlota —entrelazó sus dedos con los de ella y salieron de mi habitación.



Caramelo de CianuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora