Capítulo 29

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29. Déjalo ir

Asier

Arruinado por la campana, moví la cabeza en dirección a la puerta esperando que fuera un espejismo, pero este volvió a sonar. Dejé caer mis hombros un poco decepcionado, odié que el momento llegara a su fin.

—Ya vuelvo —erguí mis postura.

Podría apostar que era Greg, de hecho, cada vez que sonaba el timbre pensaba que era Greg. Debía buscar más amigos o dejar de tener inoportunos, eso sí era seguro. Pasé una mano por mi cabello antes de abrí la puerta.

Encontré debajo del umbral, a una chica con cabello oscuro un poco largo y tez blanca, iba vestida con ropa fina. Me observó de la cabeza a los pies y por un momento me hizo sentir intimidado. Reacomodé mi presencia, y traté de hacer mala cara. Daba por sentado que mi rostro no era el más serio de todo, considerando que tenía a Elizabeth cerca.

—Buenas —musitó acomodando un mechón de su pelo que estaba bailando en su cara.

—¿Sí? —no me agradaba la gente que tenía que sacarle las palabras de la boca. Si alguien se hace presente en la casa de alguien, lo más lógico es que hable.

—Ehm... Estoy buscando a Elizabeth —suavicé el rostro, su contestación me había tomado fuera de base.

Disimulé un poco para mirar hacía el comedor donde estaba ella, el pánico se le notaba en el rostro. Hacía señas negando para que no fuera a decir que estaba ahí. Le guiñé un ojo, no era como si iba a revelar que estuviera ahí, aunque ya no tenía mucho sentido. La situación nunca dejaría de ser complicada, no podía acceder a que se quedara aquí.

—Te has equivocado, vive justo al frente —dije señalando al frente, no estaba mintiendo.

—No, no está ahí. —replicó.

—Es una lástima, no tengo ni idea de donde podría estar.

Antes de que pudiera agregar algo más cerré la puerta en su cara, y esperé hasta sentir sus pasos marcharse fuera de la casa.

Elizabeth corrió a la ventana para averiguar y caminé hasta ella para sujetarla, lo más seguro era que esa chica todavía tuviera fijada su vista en la casa y lo único que iba a ser era revelar que yo la estaba encubriendo. Tapé su boca, esperando que pasara un rato; su aliento sobre mi palma me estaba causando cosquillas.

—Shh. Calma —exigí.

Elizabeth asintió, quité mi mano y sin soltarla esperé que los pasos no existieran en el ambiente. Con sumo cuidado me asomé en la ventana, siendo más precavido que ella. Por supuesto.

No había rastro alguno de la chica, así que me permití relajarme un poco. Últimamente parecía James Bond.

—No hay nadie ya. —Elizabeth suspiro, aliviada. —¿Quién era ella y por qué te muestras tan asustada?

Cubrió su rostro con ambas manos, como si tratara de sobreponerse a lo que estaba sucediendo.

—Es... la hermana de Ignacio. —sacudió su cabello hacía atrás. Estaba preocupada se le notaba en la mirada.

De momento no entendía porque se angustiaba cuando ya no lo hacía porque sus padres estuvieran aquí. Tampoco era que tuviera que tenerla pánico a una chica que se veía tan indefensa como ella, pero ya con el tiempo y la experiencia no sabía que esperar. Los problemas me gustaban tanto que convertí mi vida en una persecución. Cuando pensaba que ya no había nada por ver, salía algo más. No estaba muy de acuerdo con dejar a sus padres sin el pendiente porque de esos señores me esperaba cualquier cosa. Sé que Elizabeth decía que no la querían, de hecho podría jurar que es verdad, pero ¿cuál era el motivo por el cual irían a perseguirla hasta el fin de mundo?

Caramelo de CianuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora