«I'm on the highway to hell

Highway to hell»

Me hubiese gustado que siempre hubiese sido así de simple.

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No me agradaba cumplir años. No me sentía cómodo constatando cómo el paso del tiempo hacía mella en mí. Sin embargo ese día, después de nueve años, no desperté solo. El olor de panqueques recién hechos recibió mi entrada en el comedor y la sonrisa radiante de mi hermana adornó el cuadro de aquel desayuno inesperado.

―Con queso crema y mermelada. ―La miré a los ojos―. No te olvidas.

Catherine se encogió de hombros y me invitó a sentarme.

―Tampoco me olvido de que te gusta el café moca y con dos cucharadas de azúcar.

Puso una taza sobre la mesa y luego se acomodó frente a mí. Comimos en silencio, estábamos hambrientos. Ayer habíamos cenado muy temprano porque a Catherine el viaje la había dejado agotada y necesitaba recuperar energías. Hoy tenía un semblante nuevo, lucía mucho más animada mientras me hablaba de la agenda que había armado para mi cumpleaños y derramaba una cantidad ingente de miel en sus panqueques.

―Espero que podamos ir a la feria del centro hoy en la noche. Eso sí, Dam, te juro que si no me consigues un oso de felpa tan grande como el de la última vez...

En el recibidor, sonó el teléfono. Esa interrupción hizo que Catherine frunciera el ceño. Intenté explicarle que podía ser urgente, que no era normal que recibiese llamadas en mi casa, pero cuando vio un mínimo movimiento de mi parte para intentar ponerme de pie, se cruzó de brazos.

―¿Puedes por una vez en tu vida estar conmigo y no con tu profesión?

Me miró a los ojos y esperó mi respuesta. En su rostro, destacaban las profundas ojeras que incluso doce horas de sueño no habían logrado reducir. Supe que estaba esforzándose por mantenerlo al límite, por verse feliz para mí. Y fui incapaz de negarme a esa mentira. Ese día, más que nunca, necesitaba sentirme como una persona normal. Sonreí y seguí comiendo. No atendí y quien fuese que estuviese llamando, terminó por desistir.

Ella me agradeció el gesto mostrando una renovada confianza en nuestros planes y ofreciéndose a lavar los platos. Después, subió a vestirse al cuarto de huéspedes, porque había bajado a cocinar en pijamas para que todo estuviese listo antes de que yo llegara, y prometió que intentaría apresurarse. En el fondo sabía que se iba a tomar por lo menos una media hora para arreglarse; en esa época, mi hermana tenía una predilección por rizarse el cabello y usar maquillaje fuerte.

Cathy era el tipo de chica con la que hubiese salido a los diecisiete años. Suspiré y me dejé caer en el sofá. Cogí el periódico que estaba sobre la mesa; me costó concentrarme en lo que leía, mi mente pasó un buen rato vagando por los recuerdos de una vida que era mía pero me sabía ajena. En algún momento, el timbre sonó. Había logrado abstraerme a tal punto que tardé en entender de dónde provenía el ruido. Fruncí el ceño y me puse de pie. El cartero había pasado a las siete y nadie del trabajo sabía mi dirección. No me agradaba, además, la insistencia con la que tocaban, alternando el sonido con golpes furibundos contra la puerta.

Podrá parecer estúpido, pero no esperaba que fuese ella. Desde el día en que la había llevado a conocer su nueva residencia, no habíamos vuelto a estar solos. La había acompañado a su entrevista de trabajo y a comprar algunas cosas en el supermercado. Aun así, habíamos evitado a toda costa que lo de esa vez se repitiese.

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⏰ Última actualización: Jun 01, 2018 ⏰

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