1. Gelsey I: Bienvenidas a Léiriú

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—¿Y ahora qué, Gelsey? ¿Al menos sabes dónde carajos estamos? —me susurró Enora.

No, no tenía ni puñetera idea. Iba a alzar la vista al cielo para situarnos, por si había alguna remota posibilidad de que reconociera los astros.

—Bienvenidos a Léiriú —anunció el Joker con una enorme sonrisa que emulaba la forma de sus dagas.

En ese momento descubrí que Enora no era de las que necesitaban pensárselo dos veces para entrar en una pelea. Antes de que atacara él, la híbrida saltó contra el Joker, enarbolando su espada, que bajo la luz crepuscular parecía negra. Las dagas frenaron la estocada. Llovieron chispas irisadas. Esas dos armas se odiaban y estaban deseando golpear el acero rival.

Aunque sabía que iba contra la lógica, tenía la mala impresión de que el Joker era un contrincante demasiado poderoso incluso para ella, por lo que creé rápidamente unas raíces mágicas que le atraparon, enroscándose en torno a su cintura y axilas. La atmósfera de ese lugar era muy diferente. Estaba refulgente de energía y hacer magia resultó sorprendentemente fácil.

—Ni lo soñéis —amenazó Joshua; fuego mágico se concentraba entre sus dedos.

No podía permitir que terminara de crear el hechizo, así que efectué uno telúrico sabiendo que no me iba a llevar tanto tiempo lanzarlo. El suelo, bajo los pies del hechicero, empezó a temblar y a desfragmentarse, desestabilizándole. Enora se lanzó a por el bufón una vez más, pero de repente, las raíces mágicas que le sostenían se secaron y convirtieron en polvo. El Joker golpeó a Enora en la mandíbula y después, extendió los dedos de la mano para arrojarla al suelo con una onda expansiva. La híbrida logró caer de pie, con una rodilla flexionada a punto de tocar el suelo. La sangre le resbalaba por el mentón, mas ella no le daba importancia, desafiándole con una acerada mirada, dispuesta a volver a intentar cortarle.

Si no ayudaba a Enora, seguramente la mataría, pero tampoco podía dejar que el hechicero nos diera la brasa con sus hechizos.

—En vez de pelearnos entre nosotros, deberíamos colaborar. Al menos hasta que tengamos mejor conocimiento de la situación —propuse.

Los feéricos habíamos comprendido mejor que los humanos que el más fuerte no era el que sobrevivía en un medio extraño, sino los que mejor sabían colaborar entre sí. Me sentía orgulloso de mi poder, pero sabía que solo eso no me bastaría para alcanzar mis propósitos allí en Léiriú.

—Ahora quieres colaborar, ¿eh? —se jactó el hechicero, poniéndose en pie.

No me gustaba nada su arrogancia.

—No sabemos si Madelaine o Idril se encuentran en peligro y nosotros peleándonos como niños —apelé.

—O la princesa vampira —añadió Enora.

Los dedos del hechicero hicieron el amago de agarrar algo. El Joker nos observaba con desprecio, sin ocultar que más bien le habíamos contado un chiste tan malo que causaba indignación. Recuerdo que la atmósfera en ese momento estaba frágilmente tensa y quizás nos habríamos matado entre todos si no fuera por el sonido lastimero que hizo estremecer de repente incluso a la tierra y que me vació la mente de todo pensamiento. Pocos sonidos había en el mundo capaz de dejarnos a todos en silencio. Aquel fue un aullido hiriente y a la vez, sobrecogedor que hendió el cielo en dos y me heló la sangre.

Al alzar la mirada hacia muy, muy arriba, quedé ensimismado por la belleza del espectáculo: solo quedaban jirones de nubes que habían sido desgarradas por las míticas criaturas que infestaban el cielo: dragones. Sus cuerpos se ondulaban majestuosamente, las alas translúcidas producían ráfagas calientes. Había como media docena y sus escamas eran de un verde muy oscuro, casi negro, y con la luz parecían poseer de vez en cuando reflejos morados. Luchaban contra otro dragón más pequeño de escamas escarlata que destacaba entre todos ellos como un rubí entre cientos de cuentas de obsidiana. Sus garras parecían de cristal oscuro que dividía la luz en infinitas partículas luminosas. Ya no quedaban de esas criaturas en el mundo, los cazadores de dragones los habían exterminado siglos atrás. Estaba sobrecogido y a la vez, aterrado.

La ilusión de Fehlion (Léiriú #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora