18. Gelsey III: Entre el corazón y la cabeza (Parte 1/2)

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En realidad, Samyi nunca fue especialmente guapo, sobe todo porque esa fórmula mágica en la que trabajó durante años desprendía una serie de vapores que le hacía engordar y él estaba siempre demasiado ocupado como para preocuparse por su físico, así que con los años fue cogiendo algo de peso. Pero lo compensaba derrochando carisma por los cuatro costados. Él pensaba que de todas la personas se podía aprender algo útil para luego aplicarlo a su nigromancia. Así que en su presencia, aunque notabas ese halo oscuro que le rodeaba, te sentías bien. Te hacía consciente de que eras inteligente e interesante. Paradógicamente, lo que le destruyó fue lo que en un principio me atrajo de él: esa actitud oscura que adoptaba cuando había ido demasiado lejos con su Arte de la Muerte. Él decía que no lo hacía adrede, que no podía evitarlo, pues la magia siempre tenía un precio. Y yo lo acepté porque comprendía que si amaba a un hechicero, era lo que había. Sin embargo, me preocupaba él. Ahora no puedo dejar de preguntarme si de verdad era culpa de los residuos mágicos o si aquello solo era una excusa para sacar su lado más oscuro.

Cuando Kra Dereth cayó, estábamos entrelazados en nuestro lecho. Nos acabábamos de casar, a pesar de llevar juntos varios años. Así que era nuestra luna de miel... Yo no sabía lo que estaba ocurriendo, él no me lo quiso contar. ¿Estaba tan tranquilo qué como se me iba a pasar por la cabeza que algo malo sucedía....?

Diario de la bruja Zavebe. Guía sobre la convivencia con un ejército de muertos vivientes sin caer en la locura.


GELSEY III. ENTRE EL CORAZÓN Y LA CABEZA

Yo debía de haber perdido la cabeza, pues aún me palpitaba el corazón con la velocidad de un vendaval por lo que acababa de hacer.

Había estado dispuesto a dar mi vida por Madelaine, ni siquiera me lo pensé dos instantes. Simplemente vi la flecha torniquete dirigirse hacia ella y me interpuse. Eso habría puesto fin a tantos años de esfuerzo y los humanos se habrían salido finalmente con la suya, ya que nadie parecía tener lo que había que tener para acabar con esa plaga. Y Kra Dereth a saber qué haría entonces con Helena. De momento le convenía mantenerla con vida para chantajearme, pero si algo me pasaba...

Mi cuerpo seguía en medio del caos de la batalla, pero mi mente se hallaba muy lejos, por eso ni pude reaccionar a tiempo cuando Enora se abalanzó sobre mí y me sacó de ahí para ocultarnos tras unas rocas. Supuse que ella me acababa de salvar la vida, pero no sentía la felicidad y alivio que debería sentir. Entre Madelaine, el maldito bufón y el dios... Todo este lugar en general estaba acabando conmigo. ¿Me habría tullido el espíritu para siempre? La sola idea me enfermaba. Jamás me había sentido así, si algo me sobraba era energía e iniciativa. Era terco y enfocado, lleno de optimismo. Nunca me daba por vencido y siempre me había sabido adaptar a las diferentes situaciones.

Lo triste era que sabía que ni siquiera amaba a Madelaine. Ella era la luz de mi vida, pero sabía que se debía todo a construcciones platónicas mías. Como ser de Luz que era, necesitaba esa estrella fugaz a la que aferrarme, pero si ahora el solo recuerdo de su sonrisa me quebraba, si eclipsaba mi juicio hasta tal punto, no me convenía seguir manteniendo estos sentimientos. No me servían de nada. Eran bonitos y cálidos, pero a la larga solo me perjudicarían. Como un veneno, al único que al parecer no había conseguido volverme inmune. Todavía.

Aún así, cuando Enora me dijo de aprovechar e irnos, vacilé.

Quería rescatar a Madelaine, es lo que una corazonada interna me dictaba. Sin embargo, por eso mismo terminé de comprender que debía dejar de pensar con el corazón y ceñirme a lo que la cabeza me decía. Además, sabía que ella no me lo agradecería jamás, que volvería a echarme en cara que la abandoné y lo malvado que me había vuelto. En realidad ella y yo no éramos tan diferentes a fin de cuentas, ambos mirábamos por nuestro propio beneficio y los dos buscábamos la venganza. Enora no me había exigido nada, ni cuestinado, ni juzgado de ninguna manera. Solamente quería el trozo de información que yo poseía sobre su pasado.

La ilusión de Fehlion (Léiriú #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora