Capítulo 17

47 5 0
                                    



Si tengo que escribir lo que siento, para seguir mi estilo literario, debo decir que pasaron aproximadamente 20 años y yo era yo mismo de nuevo: hacia malabares, comía de vez en cuando, pasaba frío.

Pero Nadia no había envejecido tanto como yo.

Eran, según el calendario, solo semanas las que había pasado así. El tiempo era infinitamente interminable, pero me sentía bien, cómodo. Había cambiado de plaza por si Nadia decidiera saber que había pasado.

Me daba vergüenza el solo imaginarme que eso ocurriese.

¿Que le diría? ¿Que le explicaría? Si seguramente me quedaría sin palabras.

Y sobretodo eso, considerándome escritor, quedarme sin palabras era humillante.

Realmente había logrado sentirme bien, luego de ese tiempo, aun estando incompleto.

Pero un día se volvió terrible. Esa sensación era incontrolable.

Decidí volver a la plaza de siempre, y dejar en manos del destino, contradiciéndome otra vez, si volvería a ver a Nadia o no.

La tarde en que no soportaba mi cuerpo sin ella no la vi. Tampoco la otra, ni la otra, ni la otra.

Era desesperadamente confuso el sentimiento que me había provocado su ausencia.

Mi libro quedo en el pasado, convirtiéndose en la mejor idea que se me había ocurrido pero al mismo tiempo la que más solo me había dejado.

Haber tenido la última palabra también había sido una equivocación. Me devoraba la intriga por saber que había pensado Nadia. Me conformaba solamente con haberle visto la cara. No necesitaba que ella pronunciase una sola palabra. Solo su rostro me aliviaría.

Pero eso era imposible. Lo sabía y me dolía.

Solo me calmo un poco enterarme que no había sido solo un error terminar mi libro de esa manera. Encontré un nuevo error cuando melancólicamente me senté a descansar en el banco donde físicamente había escuchado su vos por primera vez.

Allí había algo escrito sobre la pintura verde.

Rayado sobre el banco encontré una especie de respuesta.


El libro aparecidoWhere stories live. Discover now