Capítulo 11

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No mas de dos vueltas había dado el reloj cuando sonó el teléfono y alcance, entre dormido, a escuchar a Nadia decirme que había un conflicto en una fábrica y que debía irse.

Con el cansancio que yo tenía creo que si me hubiese despertado porque el departamento se incendiaba, igual habría seguido durmiendo.

Me dijo que no me valla, que la esperase, que a penas se resuelva algo volvería.

Y ahí me quede, soñando con un mundo mejor, durmiendo.

Me deserte y a penas pude recordar lo que Nadia me había dicho. Tan solo palabras deformadas y sueltas, imágenes borrosas.

Recorrí el departamento con la vista y me puse de pie. Parecían ser las 2 o 3 de la tarde. Lo que mas me llamo la atención fue la biblioteca. Había un libro de Anatomía y más de 50 de historia y política. Autores que nunca antes había sentido ni nombrar. Note que el de mejor estado era justamente el de Anatomía.

Tome uno de Lenin y lo ojee, luego empecé a leer frases cortas hasta que me aburrió y lo devolví a su lugar.

Como no tenía nada que hacer pensé en Nadia. Encontré los capítulos de nuestros libros y los leí.

Encontré en su relato mejores imágenes, recursos en general casi perfectos acorde a las situaciones que describía.

Literariamente me había ganado otra vez.

Quise entender el contenido y luego de leer y releer decidí creer que esa historia que había contado era falsa, ficticia, que lo había inventado para mostrarme que el mundo que ella quiere es, en algunos momentos, real. Me lo creí tanto que hasta empezaba a enojarme. Yo también quería un mundo mejor. Pero ella con su participación, con su partido, con su organización tan parecida a una institución se daba el lujo de mentirme. Ella debía saber, pensé enojado, que hay una diferencia entre ambos. El mundo mejor que yo quiero, ya lo tengo. Yo lo hice. Yo lo separe del otro mundo.

Ella podía luchar toda su vida y nunca vivirá en el mundo que yo vivo. El mundo sin luchas ni revoluciones ni escritores raros. El mundo donde nada de eso hace falta puesto que se logra solamente escapándose.

"¿Y la gente?" me pregunto imaginariamente Nadia en medio de mi enojo.

A la gente, le respondí, le aconsejo que se escape también.

Pero la respuesta, agradecí, que no la haya escuchado la Nadia real. Sentí temor porque aunque no la podía imaginar, su respuesta me dejaría cuestionándome. Volviéndome a ser eso que detestaba. Cursi.

Como cuando a penas la vi. Que me pareció un ángel.

Después pensé en su belleza. Busque a simple vista alguna foto pero no había. Y en medio de mis contradicciones nuevamente la sentí como un ángel.

Pensaba que por mas equivocada que este en la forma de buscar "su" mundo mejor, lo hacia desde ideales y eso la diferenciaba de mucha gente. Y entre tanta imaginación me sentí inseguro de mi. ¿Que haría si Nadia por mi culpa dejase sus ideales? ¿Y si deja sus actividades porque logro convencerla de que luchar no sirve? Me horrorice de solo pensarlo y aunque ella no estaba en el departamento, escuche su respuesta: "Eso nunca va a pasar".

Entonces sonreí y me relaje.

Pero otra vez las preguntas, ¿Por que el horror? ¿Por que el miedo a convencerla? ¿Por que el miedo a que sea parte del mundo-mejor que ya tengo?

Me costo reconocerlo, pero ese temor era justamente porque tal vez, solo tal vez, ese mundo-mejor que tengo no existía en realidad.

Nadia parecía haber decidió no regresar mas.

Anochecía y ni siquiera yo estaba a mi lado.

El libro aparecidoWhere stories live. Discover now