Capítulo 4

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La vi. De reojo. Mientras hacia mis pocos valorados malabares.


Mientras festejaba el comienzo del libro nuevo. Mientras los autos no me daban ni un centavo y yo me sentía el ser mas afortunado del planeta.

De reojo.

Era indescriptible. Para mí que describía casi todo.

Una belleza parecida al mundo que había rechazado. El mundo que ya no soñaba.

Bellísima.

Las palabras que puedo usar para hacer que la imaginen serian en vano.

Se disponía a cruzar la calle mientras yo volaba junto a las pelotitas y su figura.

Sentía haberme ido.

Parecía estar en un cuento de hadas, de los que detesto, de los que me ponen de mal humor. Ahora estaba allí.

Lo primero que oí de sus labios fue "Pelotudo".

En medio de mi viaje astral rompí un record.

Deje caer una de las pelotitas justo arriba suyo.

Rompí un record de 12 años sin que se me cayese ni una sola, y justo en su cabeza.

Quise pedirle disculpas. Explicarle que no todo era culpa mía de aquel incidente.

Pero me quede en silencio. Tal cual me lo habían contado algunas personas que tilde de taradas.

Y no solo eso, sino que mientras se alejaba las bocinas de los autos se aprovechaban de mi distracción. Recibía insultos mientras guardaban algunas monedas. Pasaban alrededor mío. Y yo perdido.

De reojo...

Cuando recupere la seriedad ella estaba ya en medio de la plaza.

Me quede al costado, junto al semáforo y mi libro viéndola irse.

Sentía un vacío que no se explicaba ni en la poesía.

Pero de repente vi que se sentó en un banco y salí corriendo hacia ella.

A pedirle disculpas, que se yo. Junte mi experiencia con las mujeres y las saque de lo más profundo de mi memoria para que me ayudasen cuando la tuviese mas cerca.

Me puse frente de ella y con la mejor de las caretas puesta le dije:

– Hola, soy Víctor, el pelotudo que se distrajo cuando te vio. Venia a pedirte disculpas.

– Esta bien- dijo. Y me hizo desaparecer de su vida con la ignorancia que solo se le da a las personas que uno sabe lo insignificante que serán en sus vidas.

– Esta bien ¿que? ¿La cabeza o mi pelotudez?

Y sonrió. A penas.

– Están bien las dos cosas, no quise insultarte, estabas trabajando después de todo.

El tono de voz ya había cambiado. Me relaje pero a la vez me encerré en mis contradicciones aun mas.

– Víctor- insistí

– Nadia- dijo.

– Y... ¿como es?, es decir, ¿que haces por acá? En mi trabajo... - intente ser mas simpáticos pero la careta se me notaba cada vez mas saliéndose de mi piel en forma de gestos e incluso en palabras.

El libro aparecidoWhere stories live. Discover now