19.- ¿¡QUÉ!?

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— Fabiaaan tengo hambreee — me quejé con voz de estar muriéndome.

— Cómete al Ignacio con crema — se burló.

— ¡Hablando de eso! — exclamé recordando sus snapchats — ¿Cómo te fue en el viaje a Viña? — pregunté.

— Bien, lo normal. Me quedé despierto hasta tarde porque me quedé cuidando a la guagua de mi tía, pero todo bien.

— Ah si, mira tu.

— Gabriela si ya sabes que es mentira para que me preguntas — me retó.

— ¡Oye no me retis! Si yo no soy la que anda mintiendo.

— ¿Seguraaa? — preguntó la Arlett llegando de la nada — La Manu me contó una cosita bien interesante del matrimonio — dijo con un tono cantarín.

— A ver Gabi ¿Hay algo que no nos estés contando? — preguntó el Fabi frunciendo el ceño.

— Que sabe la Manu si estuvo toda la noche ocupada — le contesté. Algún día la Manu me las iba a pagar por andar hablando de más.

— Gabriela — me dijo el Fabian. Con ese tono se parecía a mi mamá.

— Ya cuenta, suelta la pepa — dijo la Arle.

Me fui a la chucha, me van a pillar. Estábamos en recreo pero el profe de química nos dejó la sala abierta porque hacia un frío del terror afuera. Yo estaba sentada sobre la mesa y miré a la puerta desde mi puesto para ver si el Ignacio venía por ahí.

Adivinen, mi yetecidad no me quiere así que apareció tan deslumbrante y sonriente como siempre. ¿O seré yo que por estar enamorada como aweona lo veo así? La cosa es que apenas me vio se acercó.

No weon, no te atrevas.

— ¿Algún problema con mi polola?

Te dije que no aweonao.

El Fabian se quedó con la boca abierta con la caja de jugo aún en la mano y la bombilla metida en la boca, a diferencia de él la Arle había explotado y todo el jugo que tenía en la boca me había mojado.

— ¿¡QUÉ!? — gritaron los dos ahora un poco recompuestos.

— ¿No les habías dicho? — preguntó nervioso — Ups — se disculpó.

— Ignacio, te dije que te iba a avisar po.

— Mona no te enojes — me abrazó por la espalda. Me tensé entera, aún no me acostumbraba a sus caricias y mimos.

— ¿Mona? — preguntaron los dos y se pusieron a reír.

— No webeen, él de la nada me puso ese apodo — me defendí.

— Nunca me dijiste que te molestara.

— Si pero, no lo digai cuando estén todos, me da vergüenza — murmuré bajo debido a la vergüenza.

— Mona no se enoje — dijo la Arle burlándose.

— ¿Mona por qué está tan rojita? — le siguió el juego el Fabian.

Ah estos conchetumares no se cansan.

[...]

— ¡GABI ESPÉRAME! — gritó el Ignacio por todo el pasillo, menos mal que eran las cinco veinte y ya eramos el último curso que quedaba — Vayámonos juntos — dijo y me tomó de la mano.

— ¡Son pololos, son pololos, son pololos! — cantaban nuestros compañeros de curso a nuestras espaldas.

— ¡Si! ¿Y que tanto? —  grité hacia ellos que se quedaron callados.

Weona yeta.Where stories live. Discover now