3-. Gabi futbolera.

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Hoy día jugaba Chile con Argentina y estaba entera emocioná. Se me salia todo mi lado bélico cuando Chile jugaba, en especial con Argentina.

Estaba lista con mi celular en mano para poder twittear cuando me llaman por teléfono.

— ¡Gabi! ¿Vai a venir a la casa del Fabi? Vamos a ver el partido — me dijo la Arle. De fondo se escuchaban los gritos y una bubucela.

— Tienen el medio carrete — dije riendo — Déjame pedir permiso y te aviso, calmao — tapé el celular con la mano y le grité a mi mamá si podía ir y me dijo que si — En cinco minutos estoy ahí — y colgué.

Corrí a mi pieza, me puse un chaleco encima de mi polera del Charles, me eché colonia y mi mami me fue a dejar.

— Apúrate que ya va a empezar — dijo la Arle recibiéndome con un beso en la mejilla.

Saludé a los que estaban ahí -incluyendo al Ignacio- y me senté en el único espacio libre; al lado del Ignacio.

El partido empezó con nuestro himno, hermoso como siempre. Me daba risa porque el Ignacio cantaba con tanta pasión y orgullo. Yo lo había visto jugar muchas veces, incluso he ido a partidos importantes dónde el juega. Era chistoso ver como se enojaba cuando les metían un gol.

— Nacho llamando a Gabi — dijo su voz — ¿Estai bien? — preguntó riéndose.

— Sorry — dije roja. Miré a la tele y lo ignoré. Me daba rabia darme cuenta de que estaba enamorada de él y no poder hacer nada.

Ya habían pasado veinticinco minutos del primer tiempo y cobran falta contra Isla.

— ¡Arbitro culiao métete tu falta por el hoyo weón! — grité y me puse de pie y alguien más también. Todos nos quedaron mirando y cuando me di cuenta el Ignacio y yo habíamos dicho lo mismo.

Me volví a sentar tratando de ocultar el echo de que estaba roja e hice como si nada pasara.

— ¡Gol conchetumare, bien! — gritó el Fabi. El partido siguió de la misma manera hasta que nos hicieron un gol. Al final nos ganaron 2-1.

La emoción y el entusiasmo del principio ya no existía. Al final no se como en la casa del Fabi había mas gente, incluida la Sofía y sus amigas.

— ¿Juguemos a la botellita? — dijo la maraca, perdón, mi querida amiga Sofia.

— Dale, ya la traigo — dijo el Fabian entero emocionao. Quería puro comerse a la Verónica, una amiga de la Sofia. Todos se sentaron en círculo entusiasmados, calientes culiaos.

— ¿Gabi tu no vai a jugar?— me preguntó el Fabian cuando llegó y me vio sentada en el sillón con el teléfono.

— No, no me siento bien. Voy a llamar a mi mamá ¿Ya?— le dije. Me miró con cara de aweonao.

— Déjala, si no quiere no quiere — dijo la Sofia. La mire con una cara de querer matarla de mil maneras diferentes a la weona.

— ¿Estai bien? — me preguntó la Arle sentándose conmigo mientras los demás empezaban.

— Mas o menos —.

— ¿Es por el Nacho? — preguntó y asentí.

— ¡El beso, el beso, el beso! — empezaron a gritar todos. Miramos y la Sofia se estaba TRAGANDO al Ignacio.

No me wei.

De pronto sentí nauseas, unas ganas de vomitar brígidas. Me paré y salí al antejardín de la casa del Fabian.

— Gabi — dijo la Arle siguiéndome. Me senté en el pasto y me quedé ahí.

— Arlett déjame sola porfa, voy a esperar a mi mamá acá — le dije apenas la sentí atrás mio. La llamé por si nombre, eso significaba que estaba muy enojada. Escuché como suspiró y entro de nuevo.

Necesito que alguien me explique por qué CHUCHA todas las weas me pasan a mi. Entre todos los minos que hay en el colegio y en el maldito universo, tenía que ser justo el Ignacio, justo el mino que me gustaba a mi.

Sentí como un auto se estacionó y era mi mamá. No me despedí de nadie y me fui.

— ¿Estai enoja? — me preguntó mi mamá.

— No, estoi choria porque perdimos, otra vez — le contesté. Cuando llegamos a la casa me puse pijama y me quedé en mi pieza. No sé como pasó pero me puse a llorar.

— Gabi teni un... — dijo el Camilo entrando a mi pieza y cuando me vio así se quedó callao. El Milo podía ser muy weon aveces, pero era un gran hermano mayor.

Cerró la puerta y me abrazó sobando mi espalda de una manera suave. No me pregunto nada, solo me acompañó. Sabía que no iba a hablar si el me preguntaba.

— Por qué todas las weas me pasan a mi — lloriquié.

— Pancha deja de llorar, sabís que no sacai nada llorando por ahí — me dijo. Puta el weon directo.

— Pero me da rabia... existiendo un montón de hombres en el mundo tenía que ser él... — dije aún llorando.

— ¿Que pasó ahora? ¿¡Que wea te hizo el Nacho!? — dijo ahora agitado. Me miró rogándome que le contara.

— Nada, no fue él — dije sorbiendo la nariz.

— Pero cuéntame— me pidió.

— Lo que terminó el partio el Fabi llamó a un montón de gente para pasar el mal rato — sorbí la nariz y continué — Y se pusieron a jugar a la botellita. La Sofia estaba ahí y justo le toco con el Ignacio. Me da rabia porque es un niño super piola y la Sofia es tan... — no quise terminar de hablar y me tiré de boca sobre la cama, estampando mi cara en la almohada.

— Pero tranqui Gabi, o sea, si el Ignacio no se da cuenta de que le gustai es weon, porque cualquiera que te viera lo sabría, es un aweonao de verdad y tu sabis que ya viniendo de mi es harto — dijo haciéndome reir —Eri una loca bacan y no lo digo porque seai mi hermana si no porque es verdad — me dio un beso en la cabeza y se fue.

Me restregué los ojos y revise mi celular. Tenía cuatro llamadas perdidas; Dos de la Arle, una del Fabi y la ultima era del Ignacio. Primero le devolví las llamadas a mis mejores amigos y estaba en la duda si devolvérsela al Ignacio, mejor le mando un mensaje.

Estaba a punto de hacerlo cuando su nombre aparece en la pantalla, me estaba llamando de nuevo. ¿Que wea hago? Si le cortaba se iba a dar cuenta que había hecho con intención, si le contestaba le iba a hablar mal e iba a dejar la caga como siempre y si lo dejaba pasar la curiosidad me ganaría y le contestaría igual.

¿Ven que todas las weas me pasan a mi?.

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Weona yeta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora