• Cuarenta y nueve •

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Alex.

Después de haber desayunado James y yo preferimos quedarnos en la sala perdiendo el tiempo, puesto que mi único compromiso es hasta el programa de radio, el cuál será durante la tarde, haciendo que tenga el resto del día libre para pasarla con él.

Me encuentro varias veces intentando obligarme a mí misma a no pensar en la carpeta de documentos falsos que acabo de dejar en su habitación, una mentira tras otra; las mentiras nunca llevan a nadie a ningún lado, al menos no pare siempre, por lo que tengo la esperanza de que alguna vez él descubra la verdad, aunque también espero que la descubra lo suficientemente tarde como para no poder retractarse de estar lejos.

El pensamiento me hace soltar un largo suspiro, James ni siquiera se inmuta y continua con la vista fija al televisor, con su brazo rodeando mis hombros y mis piernas sobre las suyas; unos minutos después entro en la confianza suficiente como para recargar mi mejilla en su pecho, a lo que él sonríe bajando la vista brevemente hacia mí.

–Chicos – la voz de Lilian nos hace girar nuestras cabezas, haciendo que apenas pueda verla por sobre el hombro de James – Tengo que recoger a Olivia, pero estaré de regreso en menos de una hora, ¿Necesitan algo de la tienda? – pregunta amablemente.

–Estoy bien, gracias – contesto con amabilidad y James hace una seña para indicar que está de acuerdo conmigo, a lo que la mujer asiente con la cabeza y deja la casa rápidamente.

Por fin me detengo lo suficiente para notar la cantidad de ventanas que rodean el hogar de James y aunque todas están cubiertas por largas cortinas da la sensación de que entra demasiada luz al lugar, sin contar que el suelo de madera pulida combina con la mayor parte de los muebles dentro, unos segundos después de concentrarme de nuevo en James, lo pillo mirándome.

–¿Qué? – pregunto con una sonrisa inocente.

–Tienes un lunar aquí – me dice, picando con su dedo índice justo la punta curveada de mi mandíbula, haciendo que me encoja riendo – No lo había notado.

–Lo cual resulta extraño en alguien tan observador como James Henman – lo halago con un poco de sarcasmo mientras sonrío con la barbilla pegada a su pecho. Él ríe y me pega aún más a él con sus brazos detrás de mi espalda.

Pasamos unos minutos en silencio mirándonos, no parecen largos, sino necesarios, en el transcurso mis mejillas han enrojecido, pues he notado como James me mira, mis ojos y mis labios, así que no espero más a que me pida permiso. Con lentitud me acerco a él, reduciendo el espacio entre nuestros labios hasta que ambos se juntan, formando una pequeña sintonía.

Siento como recorre su mano por mis costillas, jalándome hacia el lado contrario al que estoy y permitiéndome pasar mis piernas a cada lado de sus costados y dejando que me siente sobre sus piernas y mis tobillos; no se ha separado de mí, al contrario, su espalda se ha erguido y sus dedos rozan mi cadera.

–James – susurro intentando mantener una compostura, pero me es imposible cuando siento un ligero dolor en mi labio inferior al notar que el chico me ha mordido.

Mis ojos se nublan, por lo que me obligo a mí misma a cerrarlos y concentrarme en sus movimientos; entierro mis dedos en su cabello, revolviendo la parte más larga, casi desesperada porque regrese su atención a mis labios. Nuestros pechos están pegados y cuando eso pasa abrazo su cuello entre mis antebrazos para reducir el espacio que queda entre nosotros.

El calor en mi rostro es notable, puedo sentir el hinchazón en mis labios inclusive si están ocupados, sin embargo cuando siento cómo los dedos de James comienzan a recorrer el borde de mi camiseta regreso a la realidad, no del todo, porque no me es posible separarme de él, la conexión es demasiado fuerte, mi piel sigue erizada, pero no puedo evitar asustarme un poco cuando siento los cálidos dedos del chico tocar mi cintura desnuda bajo mi camiseta, por lo cual abro los ojos y ahora la realidad me derriba de golpe y recuerdo inmediatamente su admisión, el dolor y me recuerdo que esto está mal, que no podré cumplir con mi promesa sino me detengo ahora mismo.

Con todo y tu orgullo®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora