• Dos •

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Alex.

Me despierto de golpe por el ruido de algo que había caído al suelo, el suave tacto de las mantas me reconforta, así que me concentro en volverme a dormir acomodando mis manos juntas sobre mi pecho; sin embargo vuelvo a abrir mis parpados, al principio no creí que fuera importante debido a que había dejado la ventana abierta y tal vez el aire había tirado algo, no soy el tipo de persona que disfrute del calor de mi habitación durante toda la noche, pero unos segundos después comienzo a preocuparme pues comencé a escuchar unos cuantos quejidos (bien pudieron ser de dolor), así pues con movimientos lentos revise la hora: era la una de la mañana.

Me preocupo aún más cuando siento que algo toca mi pie, suelto el aire que contengo en mis pulmones lo más inaudiblemente que me es posible y aprieto los ojos y los dientes en un intento por calamar mi reacción de terror, seguía sintiendo como el sujeto no identificado se movía por la orilla de la cama, se sienta, lo sé porque una parte del colchón se hunde ante su peso, quería gritar, pero un ratón se había llevado mi lengua muy lejos de mí.

Antes de que me diera cuenta de lo que estaba haciendo saco las manos de entre las mantas, lo suficientemente rápido como para que él me permita (o mejor dicho, no pueda evitar) estirarme para tomar el control del televisor, qué desafortunadamente es lo único lo suficientemente sólido y doloroso, para lanzarlo hacia la sombra.

–¿Qué ocurre contigo? – escucho como se queja, el control remoto ha golpeado directo sobre su cabeza; pero mi puntería no es lo que me sorprende, si no su voz, la cual me suena increíblemente familiar, frunzo el ceño y me estiro para encender la lámpara que tengo al lado opuesto al que dormía hace unos minutos.

Ahogo un grito con mi mano sobre mis labios al ver a James Henman sentado al lado mío en la cama frotando su mano sobre el golpe que le había ocasionado en su sien derecha; instantáneamente mi miedo se ve remplazado por ira y me regaño a mí misma por no haberle lanzado la lámpara.

–¿Qué demonios estás haciendo en mi habitación? – le pregunto en un susurro molesto para no despertar a mamá, lo último que necesito en este momento es darle más motivos para que piense que no soy la hija que toda madre quisiera tener, ni siquiera hablar de mi hermano, Thomas es la persona menos razonable y comprensiva que pueda existir, por lo que si James no desaparece en punto dos segundos hoy se cavarán dos tumbas.

–Venía a ver a Helen – me dice aun pasando su mano por la herida; sin embargo nada me importa más que la tontería que está haciendo, por lo que comienzo a golpear su brazo para que esté entienda que tiene que irse de aquí antes de que algo salga mal – ¿Son hermanas? – arrugo la frente en una expresión de incredulidad – ¿Amigas? – vuelve a tratar sin éxito.

–¿Qué te hace pensar que está aquí? – le pregunto apartando un poco las sabanas para darme a la tarea de echarlo con menos diplomacia de la que se merece por colarse a la habitación de una chica a la mitad de la noche.

–¿Este no es el número 27 de la calle Clermont? – pregunta entrecerrando los ojos mientras comienza a levantarse (por fin) de mi cama.

–No – contesto atropellada y rápidamente mientras levanto una ceja – Eres asqueroso.

–Me han llamado peor – contesta resignado encogiendo sus hombros unos segundos - ¿Y cómo va tu noche? – pregunta unos segundos después lanzándome una rápida mirada de arriba abajo.

Hago una mueca de horror (algo dramática, debo reconocer), harta por su inmaduro comportamiento promiscuo le propino una patada por debajo de las sabanas, haciendo que mi cama se revuelva por completo ante el movimiento, escucho como suelta una carcajada con bastante fe, así que instantáneamente me levanto de golpe a taparle la boca.

Con todo y tu orgullo®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora