6. Cadena perpetua

40 10 0
                                    

Siwon

Luego de un par de días en los que no dejé de insistir, fracasé pues no pude encontrarme de nuevo con él. Fui a esa universidad que sé él ha comenzado a frecuentar pero no hallé rastros suyos. Siendo sincero conmigo mismo, ni siquiera sabía bien yo dónde buscar.

Al discutir una vez más con el jefe Shin, me enteré que el joven Lee volvió a su encuentro y recogió del escritorio de mi jefe los reportes existentes sobre los asaltos de los últimos años. Más no fue posible que se le entregara reporte alguno de las chicas que se sabían desaparecidas, pues al no saber relación existente, no podría permitirse al joven Lee tal cosa ya que al Inspector Park el único caso que se le supo asignado oficialmente fue el de los asaltos y fue por terquedad suya que tomó el segundo caso. Y debiera yo resaltar que según mis memorias el señor Park siempre llevó ambos casos. Quien dijera que esos reportes, mal o bien hechos, no servirían nunca para nada, pues que se declarara equivocado ahora mismo, pues con un par de párrafos nos hemos enterado ya de varias cosas.

Hoy vuelvo una vez más, por la mañana, y antes de la hora del desayuno (y a pesar de las molestias que le provoco a mi madre al dejar casa tan temprano), para encontrarme con que el joven Lee no se encuentra ya en casa, que ha partido a esa universidad luego de apenas probar bocado.

–¡No sabe cuánto tuve que insistirle para que usara zapatos! –Expresaba la señora Han, cuyo rostro acompañaba con genuinidad sus palabras.

Y luego de un gran suspiro, uno que necesitaba ser largo y profundo para al menos liberar la mitad de la frustración que cargaba tras sus hombros, la mujer mayor de cabello cenizo confesó estar cansada, confundida y sin ánimos ya de discutir, regañar y educar a un joven taciturno, testarudo y despreocupado.

–¡Tiene la casa hecha un caos, Oficial Choi! –Arrugaba su delantal blanco con las manos, hacía notar las arrugas debajo de sus ojos y sus labios se fruncían al hablar. –Si ayer hasta las paredes dejó cubiertas de garabatos hechos con tiza, las alfombrar ya no saben lo que es estar limpias y, ¡dios bendito!, ¡si viera su recámara, Oficial Choi! ¡No se puede poner allí ni un sólo pie dentro!

–Pues ya que lo dice, señora Han... ¿me dejaría pasar?

–Claro que no, Oficial Choi. –Frunció el entrecejo.

–Sólo un momento. Su nuevo amo no habla en demasía con mi persona, no tengo otra manera de enterarme de las cosas.

–¿Enterarse? ¿Y de qué quiere enterarse, Oficial? ¿Es que usted puede entender esos garabatos que él pinta sobre las paredes?

–Seguro que en dos noches ha plasmado por allí, en sus paredes, mucho más que sólo garabatos, señora Han.

–Pues entonces pase, Oficial, pero luego no vaya a decírselo a nadie. Lo dejaré entrar sólo por ser usted, no tanto porque yo quiera saber. –Sus labios se curvaron para mostrar una sonrisa discreta.

Abrió la rejilla y dejándome subir hasta el segundo piso, luego de mostrarme el desastre del primero, volví a la habitación del joven y aunque era cierto que no había más que desperfectos tanto en paredes, pisos y ventanas, y que más cierto era que a penas y se encontraba espacio sobre la alfombra para que los pies avanzaran, no hubo evidencia de algo más que el desperdicio de las horas tardías en ecuaciones, enunciados confusos y tachaduras a lo que aparentaban ser problemas matemáticos que, he de confesar, no me molesté en leer pues en esta vida hay que estar uno muy consciente de sus limitaciones.

–¿Y qué es todo esto? –Pregunté al aire.

A la mujer las lágrimas casi se le salían por los ojos pequeños y ancianos que tenía, resplandeciendo en color azul bajo el sol y en tonos verdes bajo la iluminación de las lamparillas. No reparó en expresar la desesperación que sentía al deber frenar el impulso de levantar cada papel del suelo, borrar cada mancha en las paredes y sacudir la tiza blanca de los muebles.

Calle Park, 9889Where stories live. Discover now