3. Hankyung Cho

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Siwon

Me salté el desayuno esta mañana esperando que el jefe Shin, el director de la jefatura del norte de Nueva York, hubiera pensado al despertar lo mismo que yo antes de dormir. Pero no fue así. Esperé un par de horas hasta que dieron las nueve en punto en una mañana soleada y cálida, vaporosa y cobijada por muchos cantos de aves y maullidos de gatos callejeros.

Le supliqué sin vergüenza alguna, porque ya por años he vivido bajo la costumbre de verlo a él con los pies sobre el escritorio, con sus dedos aferrados a un puro siendo despreciado por sus labios y su mirada juzgando pestañeo a pestañeo cada palabra dicha por mi boca. Que la investigación sobre los asaltos se cancelara fue una de las cosas que más le llenaron de paz, según su transparente mirada, en los últimos años. La desaparición de las chicas, algunas cuya existencia ni siquiera preocupaba o se extrañaba, fue el postre que le llenó la barriga y le dio permiso de pasar sobre su silla de colchones rojizos más horas de las debidas al día.

–Durante años no se pudo probar que eran los mismos bandoleros, Siwon. –Me decía. –El Inspector Park, que en paz descanse, no estaba tan seguro como decía. Lo sabes, ¿no es así?

–Él afirmó tener una corazonada, la cual le advertía que todo era producto de las mismas manos y las mismas cabezas.

–Pues es una lástima, entonces, que no haya sobrevivido para dar prueba de ello. Muchacho, Siwon,... –Bajó los pies del escritorio y lanzó el puro sin fumar. –Sé que admirabas al señor Park, pero deberías dejar este trabajo para quien esté capacitado. Tú eres apenas un Oficial de policía, uno muy bueno, lo reconozco, pero no eres un Inspector. Y si incluso el Inspector Park falló...

–¡No! –Exclamé de inmediato. Dejé caer, sin conciencia, ambas manos sobre ese escritorio y como acto involuntario dejé mi asiento frente él.

El silencio hizo más presencia de la requerida. Yo me sentía con una soga amarrada a mi cabeza, siendo estrechada alrededor por manos ajenas y alentada por voces que decían inentendibles frases burdas. Mi cabeza iba a separarse en dos partes, una iría tras la enmienda del jefe Shin, la otra seguiría insistiendo a ese joven huérfano de ambos padres.

–Estoy seguro, porque algo me lo dice, que el Inspector Park lo descifró.

–Eso no garantiza que usted, o alguien más, pudiera hacerlo también; suponiendo, claro, que el Inspector Park de verdad lo haya hecho.

–Solo necesito un favor más, señor Shin. No necesito una investigación oficial, sólo necesito su consentimiento para que el hijo del Inspector Park...

–¡El hijo del Inspector Park! –Explotó un sonido desde el interior de su boca. Bufó, rio y golpeó el escritorio insistentes veces. –¡Pero si ese muchacho nació loco! –Burló.

–Me gustaría decir que es alguien bastante cuerdo, pero...

–Escuché que lo has conocido. –Interrumpió. –Y ya habrás notado, seguramente, que no es la persona más indicada para introducir a un caso que, en principio, ya está cerrado.

–Al menos permítanos averiguar qué ha pasado con su padre, es lo menos que se puede hacer.

–Pues dudo mucho que a ese muchacho le importe, Siwon. Es como si ese par de locos, porque el hijo supera en locura al padre, y por mucho, no hubieran podido dirigirse la palabra luego de que él decidiera casarse de nuevo. Escuché que incluso se cambió el nombre.

–Sólo el apellido. –Corregí.

–Cómo sea... da lo mismo. En conclusión, mi querido Siwon, siento decirte que no, no tienes consentimiento para nada de lo que has pedido.

Calle Park, 9889Where stories live. Discover now