III. El cumpleaños de Ealem

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—Lo sé. Pero pongo en duda que pueda sobrevivir a una legión de faunos.

Trelor suspiró, resignado. Sir Khaelor, de piel morena y rostro enjuto, originalmente se había criado en una familia de campesinos, por lo que los cuentos populares habían hecho mella en su forma de ser. Entró a trabajar al servicio de Reino Dantia gracias al padre de Trenkar, Lord Dunzain, quien había sabido apreciar su talento con la espada.

—Vos vivís en un mundo de fantasía —le reprochó Trelor—. ¿Cuántas veces tengo que deciros que los faunos no existen?

—Yo no estaría tan seguro. Sabiendo cómo es nuestro rey, debería haber llegado dos días antes. Ya conoces sus diestras habilidades, mediante las cuales puede llevar a cabo grandes hazañas en muy poco tiempo. Si en Crof Jhar únicamente hubiese tribus nómadas no le tendrían que haber supuesto muchos problemas.

Trelor frunció el ceño y titubeó unos instantes antes de volver a pronunciar palabra.

—No puedo negar que todo esto me da mala espina, pero, sinceramente, tal vez la hipotética caída de Trenkar sea beneficiosa para Reino Dantia.

El semblante de Khaelor se ensombreció. El caballero comprobó que no hubiese nadie escuchando su conversación antes de seguir hablando.

—¿Estáis diciendo que os alegráis de su muerte? Sir Trelor, os tengo en gran estima, por lo que me gustaría aconsejaros ser prudente a la hora de expresar ese tipo de sentimientos. Podrían colgaros o encerraros en las mazmorras.

—¿Eso creéis? Pensadlo bien: su reinado ha sido uno de los peores de la historia. ¡No podéis negarlo! Jamás ningún rey ha sido tan poco diplomático como nuestro Trenkar, que trataba de solucionar todos los problemas del reino manu millitari en lugar de parlamentar. ¡Acuérdate, por ejemplo, de la segunda rebelión de Lord Zyman! Podría haberse evitado perfectamente, al igual que el polémico levantamiento de los tritones; pero nuestro querido rey, para quien el dialogo no era una opción, hizo todo lo posible por desencadenar conflictos bélicos.

—No puedo negarlo, pero aun así yo no estaría tan seguro de que vayan a venir tiempos mejores para Reino Dantia. Lo que más me preocupa es la sucesión.

—Entiendo. Nuestro príncipe, Ealem, no da señales de poseer un mayor código moral que el de su padre. Hace unos instantes nos ha hecho una demostración, anteponiendo sus intereses ante todo., ¡pero no debéis preocuparos por ello! Él aún es demasiado pequeño y se le puede educar correctamente. Durante la infancia de Trenkar fue distinto, ya que su padre estaba demasiado ocupado con el asunto de la primera rebelión de Lord Zyman.

Khaelor meneó la cabeza, resoplando, mirando de soslayo a Kiyus Thaeras. El piromante, al otro lado de la mesa, aparentaba conservar su calma, con su inmutable semblante amable a la par de tranquilo. En ese preciso instante reía y charlaba con el príncipe, quien parecía haberse tranquilizado.

—A veces me sorprende vuestra ingenuidad, Sir Trelor. ¿No habéis advertido un detalle? Como bien has dicho antes, hoy se cumplen nueve años desde el nacimiento de nuestro príncipe, y alguien del linaje Dantia sólo puede llegar al trono con la edad de veintitrés. En este caso, el gobierno recaería en manos del Regente, la persona en la que más confianza haya depositado el rey, y esa persona no es otra que Kiyus Thaeras.

—Kiyus Thaeras —masculló Trelor, inseguro—. Nunca me ha agradado del todo ese tipo. De entrada, bien es sabido que confiar en un Keew no es algo prudente; prejuicios aparte, todos conocemos su impulsivo carácter, por mucho que trate de disimularlo; y, a pesar de su eficacia en la política y en el campo de batalla, estaríamos ciegos si ignoramos su larga lista de vicios deplorables, entre los que se encuentra frecuentar tabernas y burdeles. ¡Incluso ha llegado a mis oídos que violó a Krelean Thaeras, su propia sobrina, en más de una ocasión!

Caminantes Galkir I. El llanto del fuegoWhere stories live. Discover now