III. El cumpleaños de Ealem

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Amanecía el 23 de Mayo de aquel año, y los habitantes de Balforea, el palacio de los Dantia en Zulnor, deambulaban de un lado a otro presas de una gran agitación: aquel día era el cumpleaños del príncipe Ealem Dantia, hijo del rey Trenkar. Los jardines del castillo estaban plagados de juglares y saltimbanquis que trataban de alegrar el ambiente con su música, sus juegos y sus malabares. Más adelante se sirvieron todos los platos favoritos del príncipe, y posteriormente se celebraron diversas justas y torneos. A pesar de todo, el príncipe seguía sin mostrarse satisfecho; es más, no dejaba de quejarse y refunfuñar. Con tan solo nueve años de edad, de cabello largo y pelirrojo con tirabuzones, el príncipe resultaba ser una persona egoísta, pues estaba acostumbrado a que todo transcurriese según sus deseos. No obstante, por mucho que los cortesanos residentes en Balforea tratasen de hacer las delicias del príncipe, había un detalle en el que no podían intervenir, un asunto que enturbiaba su corazón: el paradero de su padre, Trenkar Dantia.

—¿Dónde está? —preguntaba una y otra vez, pataleando y gritando— ¿Dónde está padre? ¡Me prometió que hoy vendría! ¡Que para el día de mi cumpleaños vendría a verme!

Pero las horas transcurrían y nada anunciaba la llegada del rey. Muchos nobles se sintieron angustiados por ello, al no poder tratar con el intransigente Ealem. Él se sentía irritado y enfadado, a la vez que melancólico. La idea de la expedición al principio le había entusiasmado, llegando a instar a su padre para que la llevase a cabo. A diferencia de Lord Trenkar, Eal era una persona a la que le importaba bastante el orgullo de la familia Dantia, y que las fronteras del reino ocupasen Isla Nordein en su totalidad para cuando él ocupase el trono era una de sus mayores prioridades. Sin embargo, en aquella expedición no sólo participaba su padre, a quien admiraba profundamente; también Velfor, aquel anciano tan amable que ocupaba el título de Consejero Real y que le había enseñado a leer y a escribir; y Krelean Thaeras, esa bella y poderosa Keew en quien su padre confiaba plenamente, con la cual Eal había sido prometido en matrimonio. Teniendo en cuenta que su madre había fallecido víctima de una terrible enfermedad al poco de nacer él, Eal podía afirmar que casi todos sus seres queridos se encontraban en aquella expedición, salvo Kiyus Thaeras, otro simpático Keew bien adiestrado en las artes de la piromancia.

Fue durante el banquete de la cena, mientras cenaba en una larga mesa del salón principal de Balforea junto a un gran número de nobles y caballeros, cuando su paciencia llegó a su fin.

—¡Ya está bien! —bramó, lleno de ira— ¡Haced que venga la expedición de mi padre! ¡Haced que regresen!

—Señorito Ealem —replicó Sir Trelor, uno de los principales capitanes del ejército Lord Trenkar, desde el otro lado de la mesa—, nosotros no podemos hacer nada al respecto.

—¡Si podéis, maldita sea! ¿Olvidas quién soy? ¡Soy Ealem Dantia, y como príncipe heredero del reino, soy libre de hacer con vosotros lo que quiera, así que más os valdría anteponer mis deseos por encima de todo!

Los comensales le miraron, extrañados y espantados. Únicamente Kiyus Thaeras, sentado junto al príncipe, se echó a reír, meneando la cabeza.

—¡Vaya con el príncipe! —musitó Sir Trelor— ¡Ni su propio padre se comporta así con sus vasallos!

—No me habléis de Lord Trenkar... —refunfuñó Sir Khaelor, otro diestro caballero, a la derecha de Trelor.

Trelor alzó las cejas, extrañado.

—¿Todavía seguís dándole vueltas a eso? Os lo vuelvo a repetir, Sir Khaelor. Lord Trenkar Dantia volverá victorioso de Crof Jhar. ¡No es alguien que se deje matar fácilmente, y menos por un grupo de pueblos nómadas!

Caminantes Galkir I. El llanto del fuegoWhere stories live. Discover now