Eran raras las veces en las que Thomas se ponía... pensador. Simplemente decía lo que pensaba, como siempre, pero a veces el tema que hablábamos él ya lo había pensado con anterioridad y tenía una respuesta lista en la punta de la lengua.

—Lo siento —dijo negando con la cabeza—, tuve un ataque de pensador otra vez.

—Está bien, de hecho, sigo pensando que deberías escribir algo —mi amigo rodó los ojos.


Yo le había presentado esa idea algunos años atrás, pero él se había reído de mí, agregó un "de verdad puedes decir una estupidez cuando quieras, eres mi ídolo" y continuó riéndose.


—No lo haré —rió levemente—. Y si lo hiciera, ¿Qué título le pondría? ¿"Las leyes de Thomas"? ¿"Thomas y sus estupideces"? —bromeó— Podré hacer el ridículo a veces, Chad, pero tengo una dignidad y me gustaría conservarla aunque sea un par de años más. Si escribo lo que pienso, seré el hazmerreír del mundo.

—Las personas que dicen lo que piensan suelen ser recordados. Mira a Martin Luther King Jr., fue un héroe en la historia de nuestro país, además, ganó un Premio Nobel de la Paz —intenté animarlo.

—Chad, lo mataron.

—Pero dijo lo que pensaba.

—Sí, por eso lo mataron —replicó.

—No te van a matar a ti por decir lo que piensas —rodé los ojos.

—Mi mamá me mataría si le digo lo que pienso de la vecina.

Lo miré demostrándole mi desacuerdo.

—¿Qué? —preguntó con una sonrisa— Estamos hablando de que escriba lo que pienso, ¿no? Y mi vecina está buena.

—¿Y la chica que te gustaba y nunca me dijiste nada de ella? —recordé, para cambiar de tema— ¿Qué sucedió con ella?

—Pues no sé, nada —alzó sus hombros.

—¿Por qué no la invitas a salir?

—Porque no. Sé que no le gusto y además, sé que si la invito a salir, todo será incómodo —suspiró.

—No tiene porqué serlo... Puedo ir contigo si quieres —sugerí bromeando.

—¿De verdad? —preguntó con ilusión.

—¡Claro que no! —reí— ¿Cómo pretendes que vaya a una cita contigo? Es decir, para las citas usualmente se necesitan 2 personas, ni más, ni menos.

Aunque podía quedarme cerca del lugar de su cita y, en caso de cualquier emergencia, llegaría a salvar a mi mejor amigo, pero no, él era un adulto ya y debía manejar cosas tan simples como una cita.

—¡Eso es! —exclamó— Una cita doble. Tú, Ashley, Jenna y yo.


Así que se llamaba Jenna, pensé.

Alto, alto, alto... ¿Una qué?


—¿Una cita doble? —pregunté y él asintió— No me refería a eso, yo...

—¡Es una idea fantástica! —me interrumpió— Si pasa algo, fingiremos el accidente de una amiga de Ashley y huimos de ahí, y me presentan a la amiga de Ash. Si funciona, te puedes ir a una habitación con tu chica y yo me quedaré con Jenna —planeó—. Es una gran idea, iré a llamarla. ¿Mis llaves? —extendió la mano y se las di— Hablamos luego, adiós.


Se levantó y salió de la cafetería, dejándome solo.

Era tan sencillo cómo Thomas solucionaba todo. Es decir, su solución era que si las cosas no funcionaban con Jenna, entonces iría tras Mel. Pero si funcionaba, se quedaría con ella. Qué fácil para él.



Bienvenida Otra VezWhere stories live. Discover now