Tiro de Gracia.

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Los vehículos eran de los compañeros de las personas a las que terminamos disparando fuera, bajaron violentamente de sus transportes y comenzaron a disparar, los podridos se habían acumulado frente al museo después de la balacera y se incrementó su número después de los siguientes disparos.

Tiraron una granada y la puerta de la entrada, después de unos segundos y un gran estruendo, voló hecha pedazos, la noche se veía iluminada por los disparos y más por la explosión de la granada, algunos guardias murieron por el impacto de los trozos de las puertas en ellos.

Entraron imperiosamente y comenzaron a disparar a cuanta persona estuviera en su camino, buscaban a los militares, que en ese momento estaban destrozando el cuerpo de Verónica. Mientras tanto, los podridos también entraron, devorando a quienes estuvieran heridos. Los gritos, los diparos y el gorjeo de los podridos daban miedo, si no eras asesinado por los invasores eras devorado por los podridos, muchos otros se unieron a las filas de los caminantes para también devorar a esos mercenarios, era un espectáculo macabro.

Los militares pronto salieron en busca de los intrusos, pero sus mentes estaban tan aturdidas (tendían a usar drogas en "la noche") y fueron eliminados rapidamente.

Nosotros entre la confusión estábamos planeando retirarnos en El Gallo, a pesar de que nos siguieran. Pero Rogelio se negó a subir, cargó una pistola y salió hacia la masacre, yo le seguí junto a Fabián, que aún no había encontrado María.

Dos mercenarios aparecieron con armas en mano, Rogelio no tardó en dispararles, cayeron y los remató, tomó sus armas y continuó hacia donde violaban a las mujeres.

Los podridos mordían a los mercenarios y a los soldados, cada vez se engrosaba más y más la horda de los muertos, una vez llegamos con esfuerzos a la casa, pudimos ver los cadáveres desnudos deambulantes de las mujeres, miré a Rogelio y sus ojos estaban inyectados en sangre.

Se escuchaban muchos disparos provenientes de un cuarto en específico, nos encaminamos hacia allá, pero había muchos podridos como para llegar.

Rogelio desenfundó un machete y se abrió paso entre la multitud no muerta, sersenó brazos y cabezas, el machete rebosaba de sangre coagulada y de trozos de carne, a la lejanía se divisó a un gran zombi, estaba muy gordo, se dirigió hacia nuestro amigo, ambos forcejearon y en el momento en que parecía que iba a ser devorado, Rogelio le lanzó un fuerte puñetazo que lo derribó, acto seguido clavó el sangriento machete en su cabeza, donde se quedaría debido a lo profundo que quedó.

Llegamos al cuarto, el cuerpo de Verónica yacía en el suelo, con el cuerpo completamente lleno de cortes y contusiones, su mirada muerta era de horror, al rededor del cuerpo estaba un gran charco de sangre que comenzaba a apestar el cuarto, su frente tenía un agujero de bala, quizá previniendo su transformación en un zombi. Rogelio no dudó y disparó a la mano derecha de Ignacio, cayó un hilillo de sangre de la mano de Rogelio, ¿qué lo había cortado?

-¡Eres un maldito monstruo! Me sorprende que la más débil y repugnante creatura como tú haya podido tener a todos bajo su poder.- Gritó Rogelio con ferocidad, se apresuró a desenfundar su machete.

Ignacio con la otra mano le disparó dos veces a Rogelio en el vientre, cayó arrodillado.

-Sólo el más inteligente sobrevive, mi padre tenía el dinero y la posición como para imponerme el cargo que tengo, desde pequeño he tenido inmunidad absoluta, ¡en un mundo lleno de pendejos yo soy el rey!-

-Recuerda que hay que tenerle miedo a los pendejos, porque son muchos...-

La piel de mi amigo comenzó a tornarse grisácea, ahora lo veía, se cortó con los dientes deaquél zombi enorme, ahora era cuestión de tiempo para que él se transformara, y lo sabía, porque me vio y me dijo "cierra la puerta y abre las ventanas, nos daremos un festín con este cabrón". Disparó hasta que el arma se quedó sin carga y pronto se veía a los podridos venir de camino al cuarto, huimos lo más rápido que pudimos Fabián y yo. Los gritos fueron horribles, se fueron dispersando conforme llegábamos al estacionamento.

Los matones y los guardias fueron exterminados por los podridos, también los que antes eran habitantes del Museo Nacional de Historia Natural del Bosque de Chapultepec, ya no quedaba nadie, aparte de nosotros. María, Iván y los demás estábamos ya en el Gallo, escapando de aquél teatro macabro donde la muerte fue quien ganó.

La noche era oscura, lo único que iluminaba eran los faros del microbús, lo que una vez fueron paseos y diversión en el Bosque, hoy es un campo plagado de podridos, se decía antes que en el castillo había un refugio que tampoco duró, por ahora ya no hay ningún lugar seguro.

Carne PodridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora