Amanecer

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Una gota de agua cayóen mi cara, después dos y terminé teniendo la cara empapada, me patearon el estómago y desperté, no estaba en casa con mis padres o con mis amigos, no, estaba lloviendo y nos despertaron a todos a patadas, con gritos e insultos.

-¡Hoy es un gran día! ¿Saben por qué? Porque estos monstruos no son muy ágiles con la lluvia, pero se vuelven más sensibles, aprovechemos esto para ir y recoger más suministros, necesitamos llenar las reservas, ustedes 5 vayan con Rogelio y Martín, serán la nueva carne de cañón.- Nos señalaron a Víctor, Fabián, a mí y a otros dos sujetos. Nos levantaron, vistieron de gris y nos escoltaron hacia el estacionamiento del museo.

Martín y Rogelio estaban parados cerca de un microbús, esa criatura verde mítica que te transportaba hasta el fin del Distrito con la salsa, la cumbia y la música de banda haciéndote vibrar los oidos, el "los molesto si se recorren", a veces iban a velocidad luz, a veces eran los culpables de tu retraso para las clases o citas... Y ahí estaba un ejemplar.

-Mario, ya sabes cómo va esto, llevanos esta vez a la Central de Abastos, es más peligroso pero ha de haber más cosas.- Era la primera vez que oía a Martín.

Un hombre salió de una casa improvisada, era gordo, moreno, de nariz ancha y tenía una cicatriz en la mejilla derecha, probablemente por alguna pelea que tuvo antes.

-Mira cainal, no creo que sea buena idea ir hasta allá, no sabes cómo se llenaba, habrá un chingo de esos cabrones que corren rápido y de paso zombis y a mí no me late, mejor vayamos más cerca, chance a algún mercadito cercano, un oxxo, no lo sé, aún quedan tiendas cercanas.- La idea de ir a la central era muy arriesgada.

-Desgraciadamente nos asignaron como "carne de cañón", ya sabes, tenemos que volver con algo de allá o nos matan, y creo que es preferible morir afuera a recibir una tortura de "El Loco" y después que me maten.- No entendía de lo que hablaba Rogelio, pero el gordo se veía preocupado.

No me chingues!, ya me cargaste a la chingada junto con todos estos cabrones, no puede ser... Pus no hay de otra cainal, súbanle que El Gallo los espera y quizá no vuelva.-

El Gallo es el nombre del microbús al que subimos, partimos, y el chófer puso su música, no a alto volumen como antes, pero la puso, sonaba "Que nadie sepa mi sufrir" y comenzábamos a salir del Bosque, me sentí libre.

-Podríamos escapar por fin Roger, ¿a qué chingados vamos a la central? Sólo vámonos, ni que nos fueran a buscar.- Mario, el chófer, estaba incitándonos.

-No me iré de aquí sin mis dos amigas, puede que esté con Ernesto, pero no es mi grupo completo, debemos buscar otra oportunidad para escapar, ustedes también han de tener a alguien a quien deseen sacar del Museo.- Fabián tenía mucha razón, no podíamos dejar a María y a Katia ahí con esos cerdos.

-¿A ti quién te preguntó cabrón?- Mario le gritó- Yo le pregunté al Roger.

-Mario, me temo que el chavo tiene razón, no me quiero ir sin Iván y sin Verónica, y tú seguramente tendrías que recoger alguna pertenencia tuya, ¿no? planeemos esto con más detenimiento.- Rogelio habló y esa fue la última palabra que se dijo hasta llegar a Iztapalapa.

-Pus ya llegamos gente, vamos a dejar al Gallo cerca de aquí porque uno no sabe cuándo se va a ver rodeado de esos podridos- estacionó el micro y bajamos, buscábamos una de muchas tiendas de abarrotes para obtener enlatados, cualquier cosa de utilidad que encontraramos iba para la mochila, así lo especificó Rogelio.

Olía a frutas y verduras podridas, a humedad gracias a que llovió, el suelo estaba resbaloso, había una que otra fruta o verdura salvable o al menos comestible en algún puré, había sangre, mechones de cabello, trozos de carne, cadáveres devorados, otros deambulantes, se escuhaba el ruido que hacen los infectados, una especie de silbido, la podredumbre era nauseabunda.

Por fin encontramos una tienda, tomamos harina de maíz, algunos granso, atun, frijoles.
Encontré una caja de snickers en la cima de otra pila de cajas, la tomé pero se me resbaló y tiró el otro montón de cajas e hicieron mucho ruido, tenían cristales al parecer. Pude notar a lo lejos cómo los podridos se acercaban lentamente con una especie de grito ahogado, se escuchaban pasos arrastrados y algunos que estaban cerca entraron, los dos hombres que nos acompañaron sacaron machetes y cortaron sus cabezas, pero estas seguían emitiendo una especie de gruñido.

Rogelio y Martín comenzaron a disparar rafagas de balas, algunos zombis caían, otros sólo seguían caminando hacia nosotros, Mario corrió rápidamente con su mochila llena hacia El Gallo y arrancó, atropelló a algunos. En ese momento se escuchó otra vez el silbido de los infectados, seguido de un alarido escalofriante, el micro quedó enfrente de la tienda, tomamos todo lo que pudimos y lo subimos.

Los ojos anaranjados de los infectados se iban multiplicando, los gritos se oían cada vez más cerca, y de repente ya estaban casi rodeando al gallo, pero éste se aventó sobre ellos, algunos intentaban aferrarse a él, pero terminaron resbalandose o con una bala en la cabeza.

Mi caja de snickers fue compartida entre nosotros, guardé para mis nuevos y viejos amigos que nos estaban esperando en Chapultepec.

Cuando llegamos ya estaba oscuro, seguía lloviendo, entregamos nuestras mochilas donde antes debias comprar el boleto, nos fuimos directo a cenar.

Iván estaba con María, ambos reían, Katia se veía triste, muy triste, Verónica estaba ayudando a servir platos con frijoles y chile, algunas ancianas estaban preparando tortillas.

Cuando nos vieron se alegraron, por fin estábamos juntos otra vez. Katia corrió hacia mí llorando, todos nos vieron, me abrazó fuertemente y me besó.

-No hubiéramos venido aquí, son gente horrible, al menos los que dirigen el lugar, al saber que los mandaron a una misión suicida me preocupé mucho por ustedes, me alegra saber que están bien.- le dirigió la mirada a Fabián.

Estábamos cenando, entró "El Loco" y gritó:

-¡Chicas! Los hombres tenemos baja la moral y necesitamos de ustedes para reponernos, hoy es la noche.- Cuándo dijo esto las miradas de las mujeres se ensombreció, sobre todo la mirada de Katia.- Si quieren pasar un tiempo con sus esposos o lo que sea deben hacerlo ya, porque esta noche nos vana pertenecer.- Ignacio miró con lujuria a Katia.- Nos veremos pronto "morena"- y se retiró con una carcajada.

-Ernesto... necesito hablar contigo.- Katia me llevó a un rincón para evitar la mirada de desesperanza que tenían nuestros amigos.- N...No quiero que mi primera vez sea con esos cerdos, yo quiero hacerlo contigo, después no me importa si me muero por su culpa, sólo te quiero a ti.-

-Entonces vayamos al campamento... Katia, estuve a punto de confesarte mis sentimientos pero inició toda esta mierda, me gustaría que fuera en otras condiciones... pero tampoco quiero que te tomen esos hijos de la chingada.-

Lo que sucedió esa pequeña fracción de la noche no lo voy a narrar aquí, esto debe permanecer en mi memoria solamente.

Volvimos al comedor, los soldados entraron y comenzaron a llevarse a las mujeres, algunos hombres intentaron protegerlas, yo entre ellos.
Fuimos golpeados hasta no poder levantarnos, el Loco llegó y arrastró personalmente a Katia, no podía levantarme, sentí tanta impotencia al escuchar de entre todos los desgarradores gritos el suyo.

María gritaba al no saber qué pasaba, la enfermera la intentó tranquilizar, Fabián también fue golpeado por intentar defenderme, Iván veía con rabia a toda esa mierda despojando a los hombres de sus mujeres, las ancianas se escondieron en la cocina para evitar la escena. Comenzó una tormenta. Cerré los ojos.

Víctor me despertó, seguía en el comedor junto a Fabián, aparte de los truenos y las pesadas gotas de lluvia que caian con violencia se podían escuchar los gritos de los soldados en la lejanía del museo, reian y las insultaban.

Esta era nuestra nueva vida.

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Hola de nuevo, otra actualización repentina :v
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Carne PodridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora