Pequeño problema peludo

3.3K 297 408
                                    

Para los Merodeadores, la llegada de su segundo curso supuso muchos cambios en la vida de los cuatro. Un par de meses después del inicio de clases, James no paraba de relatarles a sus amigos lo emocionado que estaba por jugar su primer partido de quidditch con el equipo de Gryffindor, que iba a ser al día siguiente. Desde pequeño, había poseído una vieja Barredora de su padre; pero durante las vacaciones, le habían comprado una Cometa 280 para que la estrenara en su primer vuelo oficial como Cazador. James aseguraba que era la escoba más rápida del mercado del momento.

— ¡Va a salir todo absolutamente genial!—decía, eufórico—. ¡Nuestro capitán es el Buscador más rápido que he visto jamás! ¡Y deberíais ver a nuestros Bateadores! Los gemelos Prewett. Es una pena que vayan a graduarse el año que viene; me habría gustado jugar más partidos con ellos: ¡Son increíbles! ¿Y sabéis qué? El capitán me dijo que, de entre todos de los que se presentaron a las pruebas para Cazador, yo fui el que mejor lo hizo. Y los otros dos parecen unos chicos bastante majos. Creo que hacemos buen equipo. El Guardián es un poco torpe; pero, oye, no se puede tener todo...

A Peter le hacía gracia oír a James hablando tan animadamente de aquello que le gustaba. Sirius empezaba a estar algo harto de él, pues durante esos días no había hecho nada más que hablar sobre quidditch. Lo cierto era que Sirius no era un gran fanático de aquel deporte mágico: Todo lo que sabía lo había aprendido de James en el último año. James era un gran seguidor de los Kenmare Kestrels; de hecho, su parte de la habitación estaba llena de posters y banderines del equipo. Así pues, Sirius, como consecuencia, cuando alguien le preguntaba por su equipo favorito, respondía el que tanto apoyaba su mejor amigo.

—Tenéis que intentar conseguir asientos en la tercera fila. En las dos primeras pueden llegar a golpearos las bludgers; y en las últimas casi no veréis nada, y menos si hay niebla como está previsto...

—Yo no podré ir a verte, James—murmuró Remus, de pronto. Antes de que James pudiera preguntarle por qué, su amigo se apresuró a añadir—: Debo volver a casa. Mi madre ha vuelto a enfermar.

— ¿De veras? ¿Otra vez? ¿Qué es lo que le pasa?—preguntó Peter, algo preocupado. Y es que, realmente, tenía motivos para estarlo. Desde el año anterior, Remus había ido a visitar a su madre al menos una vez al mes por ponerse enferma.

—No creo que sea nada... grave—contestó, alicaído—. O eso espero...

Remus se sintió algo mareado de golpe. Apoyó la cabeza en su mano, y Sirius lo miró, alarmado.

—Eh, Rem, ¿estás bien?

—Sí, sí—les aseguró, casi sin esforzarse por resultar convincente—. Sí, solo algo cansado. Ayer... Ayer no dormí mucho. Fue por culpa de... los ronquidos de James...

— ¡Que yo no ronco!—bramó James, cruzándose de brazos—. Entonces... ¿Te vas hoy mismo? ¿Y no puedes irte mañana, después del partido?

—Ojalá. De veras, me encantaría quedarme, pero...—Remus bajó la cabeza, apenado—. Lo siento. No... no puedo...

James le dirigió una media sonrisa.

—Bueno... No te preocupes. Ya me encargaré de contarte con pelos y señales la paliza que va a recibir Slytherin.

Remus intentó devolverle la sonrisa, aunque más bien, le salió una especie de mueca.

Aquella misma tarde, Remus se despidió de James, Sirius y Peter. No asistió a las clases de Herbología ni Pociones; y los tres Merodeadores que permanecieron en la escuela, se sintieron bastante perdidos cuando Slughorn les mandó la tarea de realizar una poción crece-pelo y nadie pudo echarles una mano. Ni James, ni Sirius ni Peter tenían ni idea de cómo hacerlo. Lo cierto era que los tres odiaban aquella asignatura, así que no habían prestado atención a la explicación de su profesor.

Harry Potter: Historias de los MerodeadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora