Capítulo 8

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Créanme que no tenía pensado que la historia siguiera este rumbo, les juro que no xD pero de repente surgió mientras la estaba escribiendo la semana pasada y entonces...decidí que simplemente había que dejarla fluir para ver qué salía :3

Espero que les guste el resultado después de un par de capítulos más <3 

Muchas gracias por sus comentarios :D y por su tiempo de lectura. 

***



POV BELLA


-Hasta luego maestra.

-Nos vemos el lunes.

-Bonito fin de semana, maestra Swan.

Eran las frases que me había acostumbrado a escuchar cada viernes al término de lo que para mí se convertía en una corta y rápida semana de clases. Estaba a punto de cumplirse justo el mes de que el ciclo escolar había comenzado. Y en esas cuatro semanas, yo ya me encontraba totalmente encariñada con esos niños. El rango de edad iba entre los siete y ocho. Tenía que admitir que el verlos así, me recordaba a mi infancia, aunque claro, existía la gran diferencia de que ellos tenían una familia que los esperaba en casa y una educación muy privilegiada; sin embargo, no dejaban de ser unos niños curiosos, inocentes, alegres.

Lamentablemente, cuando recordaba esa etapa de mi vida, por lógica, el recuerdo de él acudía a mi mente. Después de todo, él había formado parte de mi vida en ese entonces. Pero a pesar de eso, intentaba sólo rescatar los recuerdos de lo feliz que era en aquel tiempo, de los juegos que realizaba e intentaba enseñárselos a mis nuevos alumnos, trataba de demostrarles lo maravillosa que podía ser la vida a esa edad.

En ese momento, acababa de terminar de arreglar mi bolso junto con mi material de trabajo para poder partir a mi casa, salí de salón y me dirigí hacia la salida con la precaución de caminar de forma lenta para no resbalar con el piso recién mojado por la lluvia. Estaba a punto de llegar a mi auto cuando una personita llamó mi atención.

El pequeño se encontraba sentado en uno de los columpios del área de juegos sin moverse, su cabecita se encontraba inclinada, mirando hacia el piso. Una sensación de tristeza me invadió al notar que era prácticamente el último niño que quedaba en la escuela, con la excepción de tres o cuatro hijos de maestras que todavía no se retiraban.

Me acerqué al lugar donde se encontraba sin pensarlo dos veces y cuando llegué a su lado le hablé.

-¿Estás bien? –Pregunté dándole una rápida revisada con la mirada en busca de alguna herida por si se había tropezado.

Una vez terminado mi chequeo visual me percaté de que no me había contestado y eso sólo me preocupó un poco más.

-¿Tu mamá está con la directora? –Me atreví a adivinar esperando una confirmación de mi pregunta. Era la única opción que se me ocurría al verlo ahí solo y triste. Otra vez no obtuve respuesta alguna. Miré a mi alrededor sin detectar a nadie viniendo hacia nosotros. Estábamos prácticamente solos.

-Creí que en este mes que va de clase ya me podrían tener un poco más de confianza. –Comenté intentando hacerle hablar. En el salón, era un niño que conversaba y juaga con sus compañeros, mantenía una participación activa sobre el tema que estuviéramos viendo. Quizás porque estaba acostumbrada a verlo todos los días actuar así, era que me sentía preocupada por esa actitud que estaba tomando.

Por fin, después de todo el tiempo que llevaba ahí, se atrevió a levantar su cabecita y pude inmediatamente detectar los ojos lagrimosos. La parte protectora que existía dentro de mí, inmediatamente quiso rodearlo con mis brazos, saber qué le sucedía y hacer lo necesario para que no volviera a ocurrir.

Dejé mis cosas sobre el columpio que estaba a su lado y me puse de cuclillas frente a él.

-Por favor. Dime qué sucede. –Imploré pasando mi mano por su mejilla húmeda por las lágrimas. Lo único que obtuve como respuesta fue un encogimiento de hombros y para mi sorpresa, extendió sus pequeños brazos hacía mi rodeándome en un abrazo. Pasé mi mano por su espalda con la intención de consolarlo-. Tranquilo, si me dices lo que pasa, te prometo que te ayudaré a solucionarlo.

Permaneció aferrado a mí por unos minutos más y cuando el llanto había pasado se separó apenas un poco mirándome.

-¿Sabes dónde...dónde está mi papá? –Preguntó esperanzado de que conociera la respuesta. En ese momento entendí la razón de su llanto. Miré mi reloj notando lo tarde ya que era, hacían casi dos horas de la salida de clases y esta criatura todavía seguía aquí esperando a su papá. La tristeza que sentía por verlo ahí, se vio reemplazada por indignación, molestia. Pero no contra el pequeño que tenía frente a mí, sino contra su padre, ¿Cómo era posible que lo tuviera a estas horas esperando? ¿Qué tipo de padre se olvidaba de recoger a su hijo?

-No cariño, no lo sé. Pero podemos ir a la dirección a buscar su número de teléfono y te prometo llamarlo para ver qué sucede. –Propuse esbozando una sonrisa con la esperanza de que mis palabras lo tranquilizaran.

Se quedó pensando por un momento en mi propuesta y poco después asintió levantándose del columpio.

-Bien, entonces vamos. –Tomé con una mano mis cosas del otro columpio, me eché su mochilita al hombro antes de tomar su manita para encaminarnos hacia la dirección, mientras internamente rezaba porque estuviera todavía ahí la directora o al menos, no estuviera cerrada con llave la oficina-. ¿Es la primera vez que llegan tan tarde por ti?

El pequeño asintió con la cabeza antes de contestar.

-Cuando salgo, ya me está esperando.

Fruncí ligeramente el ceño con su respuesta, entonces, su padre no era un impuntual o irresponsable, ¿Y si en realidad le había sucedido algo?, la pregunta acudió a mi mente y rápidamente intenté despejarme de esa idea. Era un niño muy pequeño todavía como para tener que afrentarse a eso.

-¿Y tu mamá? ¿No tienes apuntado su número en tu libreta? -Negó con la cabeza ante mi pregunta.

-No, papá siempre viene por mí y ella nos espera en casa.

Si yo fuera ella, ya estaría ahí. Dos horas era el tiempo suficiente para darse cuenta de que el padre no llegaba con el niño, tendría que haber venido por él. A menos que...a menos que algo hubiera pasado.

Mi mente empezaba a divagar con miles de escenarios que terminaban en tragedias cuando el pequeño volteó hacia atrás, se detuvo de repente y me señaló con su dedo.

-¡Vinieron por mí! –Exclamó feliz y se soltó de mi mano para echarse a correr hacia la salida de la escuela.

-Espera...tú mochila. –Comenté pero ya se había alejado lo suficiente para no escucharme. Solté el aire que no me había dado cuenta de que tenía retenido, y esbocé una ligera sonrisa al ver que saltaba en brazos hacía una figura masculina.

-Espero que haya una buena explicación. –Murmuré para mí misma antes de caminar hacia donde se encontraban padre e hijo.

Mi destino eres tú (PAUSADA TEMPORALMENTE)Where stories live. Discover now