Capítulo 3: Un último día

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POV BELLA


Había pasado una semana de que le había dicho a Edward de que tal vez lo adoptaran, hoy ya no se sabía nada de eso. La Madre Superiora y la Hermana Inés no decían nada, nosotros pensamos que se habían arrepentido y estábamos felices, toda estaba como si nada hubiese pasado.

Hoy era 13 de septiembre. Mi cumpleaños, cumplía 9 años, al fin tenía la misma edad que Eddie.

-¡Feliz cumpleaños dormilona! –Dijo Eddie con una sonrisa entrando por el hueco de la pared.

-Hoy no haré nada, no saldré de mi cama. –Bostecé acurrucándome en las cobijas.

-Bells, siempre te pones así cada vez que es tu cumpleaños, pero hoy no. ¡Hoy vamos a salir! Exclamó, se sentó en mi cama y me quito las cobijas y una vez que logró que mi mirada se encontrara con la suya me dio una caja de madera forrada con un listón azul.

-¿Qué es? –Dije observando la caja. El sueño que tenía hace apenas un momento parecía haberse evaporado–. ¡No me gustan los regalos! –Refunfuñé frunciendo el ceño.

-Bueno, no me costó nada. ¿Te acuerdas del corazón que la madre Inés dijo que venía conmigo cuando me encontraron? –Preguntó y yo asentí, ese corazón lo habían encontrado en la cesta en la que estaba Edward-. Ábrelo. -Pidió sonriente, suspiré y abrí la caja, lo que vi dentro, me dejó sorprendida, era hermoso. Era el corazón de cristal más bello que podía existir, colgaba de una pulsera de plata formada con círculos entrecruzados.

-Es hermoso. –Exclamé, estaba a punto de tomar el corazón cuando recordé un detalle importante-. Eddie, pero era de tu mama. –Dije quitando la mirada de la pulsera para dirigirla hacia esos ojos verdes que estaban enfrente de mí.

-No importa Bells. Este corazón es tan especial como tú. Tómalo, ahora es tuyo- –Dijo sacándola suavemente de la caja y abrochándola en mi mano derecha–. Mira, incluso se puede ver el arco iris. –Levantó mi mano hacia los rayos de sol que entraban por la ventana y en efecto, pequeños destellos de colores se desprendían del corazón.

-Gracias Eddie. –Exclamé emocionada para después abrazarlo. No me gustaban los regalos, pero este pequeño detalle, significaba algo mucho más importante y valioso que el dinero pudiera comprar.

Esa mañana cuando fuimos a desayunar todos los demás niños, la Madre Superiora y la hermana Inés habían preparado un pastel, lo típico en un cumpleaños en el orfanato era que nos dieran uno y que hicieran juegos entre todos, en ningún momento te dejaban sola. Fue por eso que nos sorprendimos cuando nos dijeron lo contrario.

-Bella, hoy puedes pasar todo el día con Edward si así lo quieres, sólo que no lleguen noche. –Dijo la hermana Inés. Eddie y yo nos quedamos viendo el uno al otro confundidos.

-Pero, ¿Qué no vamos a jugar con los demás? –Preguntó Eddie.

-¿Eso es lo que quieren? –Cuestionó la Hermana Inés y los dos negamos rápidamente con la cabeza. Eddie y yo no teníamos otros amigos más que nosotros. Con los demás niños nunca nos habíamos llevado bien. ¿Para que buscar a alguien mas, si nos teníamos el uno al otro?–. Hoy pueden hacer lo que quieran, disfruten su último día...

-¡Hermana! –Exclamó la Madre Superiora viendo a la Hermana Inés con una mirada fulminante. Regresó la vista a nosotros con un poco más de dulzura y movió la mano en ademán hacia la puerta–. Vayan niños, no lleguen tarde y diviértanse.

No hacía falta palabras entre Edward y yo, al mirarnos, se podía ver en nuestros ojos que teníamos la misma duda, ¿a qué se referían con último día?

-Vamos Bells. –Dijo Eddie tomándome de la mano y saliendo del orfanato comenzamos a correr hacia nuestro prado. La duda que momentos atrás cruzaba por nuestras cabezas, había quedado totalmente disipada.

-¡Te ganaré! –Gritó Eddie soltando de repente mi mano y echando correr más rápido.

-No se vale...sabes que sí...lo harás –Dije entre jadeos intentado alcanzarlo, sin embargo, sabía que eso era imposible. Además de intentar correr más rápido, tenía que ver dónde pisaba para que no me fuera a tropezar.

El día paso rápido, todo el tiempo estuvimos en el prado. Eddie tenía razón, mi pulsera era un arcoíris. Brillaba demasiado y muy hermoso.

-Es hermosa. –Repetí por milésima vez en el día admirando la pulsera.

-Bells, lo has dicho veinte mil veces, ya lo sé. –Se rió y me acarició el cabello, estábamos sentados, yo recargada en su pecho admirando la pulsera, jamás me cansaría de verla–. Te quiero. –Dijo y eso hizo que ignorara la pulsera y me paralizara. ¿Había escuchado bien? ¡Edward había dicho que me quería! Volteé a verlo y tenía una sonrisa hermosa iluminando su rostro–. Te quiero. –Repitió esta vez un poco más alto, me quería. Edward me quería. Mis ojos se llenaron de lágrimas y lo abracé.

-Yo también te quiero. –Murmuré–. Te quiero mucho Eddie.

-Tal vez yo más.

-No, yo más. -Le corregí soltando una pequeña risa. Una sonrisita se dibujaba en mi rostro. ¿Acaso podía pedir algo mejor? ¿Acaso podía ser más feliz? Este era el mejor regalo de cumpleaños que podía recibir.

-Mmm, no, no lo creo. –Se rió y me dio un beso en la coronilla–. Anda, vámonos que se esta haciendo de noche.

-No, no quiero irme. –Me separé de él y me crucé de brazos haciendo un puchero.

-Vamos Bells, si no, no nos dejan salir mañana. –Se levantó del césped y una sonrisa traviesa se dibujó en su cara-. ¡Te ganaré! –Comentó antes de echarse a correr.

-¡Eres un tramposo! –Grité levantándome y corriendo tras él.

-¡Te gané! –Dijo cuándo casi llegábamos al orfanato.

-Eso fue porque me caí en el intento. –Contesté sacudiéndome las rodillas llenas de tierra, cuando levanté la mirada vi un coche hermoso que se iba del orfanato, lo único que alcance a ver fue por la ventanilla trasera el rostro de la mujer que había venido hace una semana–. ¡Eddie! –Grité incapaz de separar mi mirada del auto que se marchaba.

-¿Qué? –Preguntó él volteando para todos lados y le señalé el coche.

-Esa señora, era la que te quería adoptar. –Dije asustada, el volteó a verme con terror en los ojos, sin más, corrimos la distancia que nos faltaba para llegar al orfanato y afuera estaba la Madre Superiora y la hermana Inés.

-Vaya, llegaron temprano. –Comentó la hermana Inés.

-Vamos, tienen que dormir temprano porque mañana les espera un gran día. –Dijo la Madre Superiora indicando que entráramos.

-Madre, ¿Quién era la señora de ese carro? –Pregunto Eddie apenas terminó de hablar.

-¡Oh! –Exclamó la Madre Superiora, le dirigió a la hermana Inés una mirada extraña y después nos miró-. Sólo... sólo era una señora que nos trajo un donativo Edward. Ahora vamos, a dormir niños. –Dijo dirigiéndonos a nuestras habitaciones–. Descansen. –Se despidió de cada uno. Cuando estuve dentro de mi habitación fueron pocos los minutos que bastaron para que Eddie entrara de nuevo por el hueco.

-Te lo dije, no hay nada de qué preocuparse, sólo traía un donativo.

-Sí, quizás tengas razón. –Respondí no muy segura.

Un donativo. Ultimo día. La señora.

Algo no estaba bien. Este día había sido muy raro. Algo estaba por venir. Algo que tenía relación con esas tres frases y que no me daba buena espina.



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Muchas gracias por leer :) 

Mi destino eres tú (PAUSADA TEMPORALMENTE)Where stories live. Discover now