Capítulo 10

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La nueva oficina está ubicada en el tercer piso de un lujoso edificio en Wigmore Street. Y me gusta demasiado.

Fueron tres días agotadores, pero ahora que veo mi escritorio frente al ventanal, y mi mesa de diseño al otro lado, sé que todo saldrá bien. Tiene que salir bien.

Golpean levemente la puerta de cristal y sonrío al verlo ahí. Increíble que esté aquí por la tarde, pero me hará bien hablar con él. Lo necesito.

Camino hacia la puerta y antes de abrir, veo esas letras en rosa que dicen "Iana Cole, decoradora de interiores"

Esto tiene que salir bien.

—Hola —él me abraza levemente y besa mi pelo.

—¿Cómo estás? Me gusta el lugar.

Sonrío ampliamente y lo invito a pasar.

—Aún quedan muchos muebles por colocar, pero lo harán mañana por la mañana.

Max observa todo el lugar y asiente. Con esa mala cara y todo, sé que le gusta.

—Ya te lo dije, me gusta.

—Me siento tan extraña en este lugar... Aún le falta mi toque, pero las paredes quedaron del tono de rosa pastel que quería.

Max sonríe levemente y me mira.

—Es lo que iba a decir, todo es muy rosa, es muy tú

—Y aún falta colocar el cuadro color blanco que compré. Este lugar dirá "Iana" por todos lados.

Max sonríe de nuevo, pero esta vez en mi dirección.

—Sé que saldrá bien, Iana. No tienes que preocuparte por eso.

—Lo sé, es sólo que...

—¿Como conseguiste el lugar tan rápido?

Sé que lo hace para cambiar de tema. Max me conoce desde que empezamos la secundaria, sabe absolutamente todo lo que me sucede cuando me mira, me entiende como nadie más lo hace, incluso mucho más que Alex, la mayoría de las veces...

—Alex me ayudó con la búsqueda el martes. Vinimos a verlo ese mismo día, y firmé sin pensar demasiado.

—Alex está muy feliz por ti...

Trago el nudo que tengo en mi garganta y doy un pequeño brinco cuando el teléfono suena.

Corro hasta mi escritorio y contesto.

—Sí, claro. Puede subir.

Cuelgo y después le enseño a Max donde pondrán mi letrero para que todos en la calle pueden verlo, sin volver a mencionar a Alex, mi mayor debilidad.

Minuto después, el timbre suena y cubro mi boca al ver un enorme ramo de flores cubriendo al chico repartidor.

—Oh... No puede ser.

Corro hasta la puerta, tomo el gran ramo como puedo y después firmo el papel.

—Gracias.

El chico me sonríe y se va.

Quiero gritar de felicidad, es el ramo de flores más grande y lindo que recibí hasta el momento y no tengo ni una sola duda de quién lo envió.

—¿Tu lo sabías, verdad?

—Es todo un cursi... —comenta Max poniendo los ojos en blanco.

Dejo el arreglo encima de mi escritorio con cuidado y tomo la tarjeta. Miro a Max con una sonrisa y él vuelve a poner los ojos en blanco porque sabe que la leeré para él.

ALEX - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora